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El menor estuvo días cruzando la ciudad llena de grupos enemigos e infectados de distintos tipos para llegar a la costa, dónde se encontraba el acuario, y allí dentro debía estar su compañero.

Tocó lo más fuerte que pudo la puerta principal, corriendo el riesgo de llamar la atención de infectados a su alrededor pero para su suerte no estaban allí. Al no recibir respuesta alguna del que estaba buscando, recorrió por fuera el lugar y encontró una ventana por la que pasar, se adentró y buscó por los pasillos, y de nuevo, no encontró nada. Las puertas de las habitaciones y lugares dentro del establecimiento estaban cerradas, excepto la de dónde hacían el show en el agua, en el que estaba el yate, y para su suerte, allí se encontraba su compañero.

— ¿Guillermo te envió, cierto? — este se encontraba con una botella de licor en la mano mientras apoyaba su espalda en la pared.

— No, vine por mí cuenta, probablemente ya me estén buscando para encerrarme por salir de la base y venir a buscarte. Están más que vivos los rumores qué estás muerto y también los que dicen que eres un hijo de puta sin preocupación alguna por tú futura famila, Samuel.

— Si lo sé, Rubén. Pero no volveré, no quiero volver a tierras que me importan una mierda tener o no, no voy a volver para seguir poniéndome en riesgo semana tras semana. Silvia va a estar segura aquí junto a Kira y... con nuestro hijo.

— ¡Por Dios! ¿Acaso sabes lo mal que la está pasando, lo mal que se siente porque la tienes tirada como si no fuera nada, como si no fuera parte de tú familia? — deja sus cosas tiradas en la mesa para acercarse al mayor mientras este se ponía de pie.

— Tú sabes exactamente por qué no voy a volver y el por qué supuestamente Silvia no me importa, además, tú sabes el odio inmenso que te tiene, te odia por todo lo que pasó y cree que aún pasa, pero no, aún así la defiendes, no vienes acá a por mí, así que deja de fingir. — se dirige a una mesa pequeña que estaba a su derecha para poder llenar la botella de licor.

— Mira, si quieres hablar, hablemos mañana cuando no estés ebrio, pareces gilipollas y si te veo así lo voy a pen... — Samuel tomó un vaso de la mesa y lo estampó contra el suelo, provocando que este se rompa y los trozos vidrio salgan tirados a todos lados.

— No sigas, Doblas. Tú sabes muy bien que no quieres seguir con esto. — dijo para apretar su puño y fruncir el ceño sin mirarlo aún.

— No entiendes nada, nunca lo haces, y joder... es increíble que recién me venga dando cuenta del imbécil que eres, no sé cómo mierda estu... suéltame Samuel! Suéltame, hijo de puta!

El mayor lo tomó por el cuello de su chaqueta y no lo soltaba por nada del mundo, su mirada era fría pero se podían notar esos toques de tristeza y angustia. El rubio en forma de desesperación, le sujetó de los hombros y lo estampó contra la pared, pero al ser menos fuerte que el otro, terminó siendo él el que estaba con su espalda apoyada, o más bien empujando la pared.

— No sabes lo mal que me tienes desde que nos conocimos, desde que hablé contigo por primera vez gracias a tú padre, desde la primera vez que nos escapamos del entrenamiento para hundirnos en el bosque tomados de las manos porque no podíamos hacerlo en la base, y... desde que te besé por primera vez aquí, en el acuario. Así que por favor para de verme cómo un enfermo. — dijo mientras lo miraba fijamente sin pestañear ni una sola vez.

— Tú... tú no tienes idea de lo qué pasa por mi puta cabeza, ojalá lo supieras, si lo supieras seguirías junto a mí.

— ¡Entonces dilo! Di lo que tienes en tú cabeza, por favor, di lo que sientes por mí en realidad, lo he esperado por cuatro años, cuatro años que los pasé como la mierda. — la respuesta del menor no fueron palabras fueron sus acciones.

Las manos del noruego pasaron de estar en los hombros del otro a estar sujetando su mandíbula con fuerza. Sus labios se estamparon contra los del pelinegro, fue un beso lindo, con cariño, pero al no separarse ni para tomar un poco de aire o hablar, este se intensificó. Laderaron sus cabezas para hacer el beso más profundo y poder enredar sus lenguas, las cuales no peleaban, iban a un ritmo tranquilo, con cariño. Las manos de Samuel bajaron, sujetando las caderas de su "compañero" para guiarlo a la mesa que estaba a su lado. Lo sentó sobre esta para poderle abrirle las piernas y posicionarse entre estas. El rubio dirigió su cuello hacia atrás, el otro comenzó a dar besos y lamidas en este mientras le sacaba la chaqueta para poner sus manos bajo la camiseta y tocar piel a piel su cintura.

— Espera, ¿qué hay de Silvia? si se llega a enterar se va a enojar conmigo y más aún conti... — no pudo terminar su frase cuando vió al mayor quitarse la camiseta frente a él. Tenía unas ganas enormes de que ese hombre lo hiciera suyo.

— Después lo vemos, ahora concéntrate solo en mí, solo yo te importo. — el menor levantó los brazos para que el otro le quitase la prenda superior, se giró por órdenes de su compañero, apoyando su pecho en la fría mesa. Samuel le bajó los pantalones junto así ropa interior hasta las rodillas, con tal de ver su trasero y sus lindos muslos pálidos, al igual que toda su piel. Le encantaba, le encantaba dar un pequeño apretón en su cuerpo y que inmediatamente esa zona se tornara de rosa. Él también se desnudó para poder dejar salir su erección, que mientras más tiempo viera a Rubén en esas condiciones, más grande se haría.

— Quédate quieto, puede que te duela un poco, amor — la última palabra la dijo al lado de su oído, y al inclinarse para hacerlo, su pene tocó la entrada del rubio, quién sonrío al sentirlo.

Nunca, en todos estos años, nunca lo habían hecho, no habían tenido la oportunidad, así que de tanto reprimirse, sus ganas mutuas se fueron acumulando, hasta que hoy, al fin se liberaron.

El pelinegro le tomó las muñecas y las puso a cada lado de su cabeza, alineó su pene contra la entrada de su compañero y comenzó a entrar despacio pero sin cuidado.

— Mi... Mierda, ¿ya está todo dentro? — el mayor río.

— Falta un poco chiqui, como se nota que no haz hecho nada de esto en un buen tiempo. — dijo refiriéndose a lo mucho que le apretaba sin darse cuenta. Entró por completo y comenzó a entrar y salir lentamente, tenía muchas ganas pero no iba a ser un imbécil con él.

El rubio jadeó y movió sus caderas dando a entender que ya se había acostumbrado.

— Si... Sigue Sam, hazlo como quieras pero hazlo, por favor. — el nombrado sonrió de lado y puso su mano derecha en el hombro del menor y la otra en su cadera, lo empujó con fuerza hacia atrás entrando por completo en el, su compañero soltó un gemido agudo, dándole satisfacción a este, embistió con más fuerza, dando justo en su punto dulce.

— ¡Mierda! Ahí, sigue así, más fuerte. Joder, te amo Samuel, te necesito... — se sujetó del borde de la mesa con fuerza mientras su cuerpo se movía de adelante hacia atrás con fuerza, dejando su pecho rojo por el roce.

— Tantos años te esperé, tantos años estuve necesitando esto y... Dios, es tan bueno, eres tan bueno, Doblas. — siguió las órdenes de su compañero para poder satisfacer a los dos, embistió con fuerza justo en ese punto y llegó el esperado orgasmo, llegaron los dos al mismo tiempo. Rubén miró hacia atrás buscando la mirada del pelinegro pero lo veía borroso de tan nublada que tenía la vista. Su ahora pareja, salió de él y levantó el cuerpo cansado del otro, lo sentó en la mesa y le besó la frente.

— También te amo, Rubén, te amo como nunca he amado a alguien.— se unieron en un beso lindo, expresando sus sentimientos y pensamientos sin hablar, solo con ese acto.

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⏰ Última actualización: Jan 17, 2023 ⏰

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𝙩𝙝𝙚 𝙖𝙦𝙪𝙖𝙧𝙞𝙪𝙢 -rbgtt in tlou 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora