Capítulo 11: El corazón nos duele

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La esperanza es lo último que se pierde, por lo que Ethan había determinado encontrarla y encararla. Lo había conseguido, había chocado con su cuerpo al abrirse la puerta. Llevaba días sin verla con detenimiento, dejando de lado la reciente reunión, y era la primera vez que podía apreciarla a solas. Heather estaba a centímetros suyo con sus verdes adheridos en él, lo escaneaba fingiendo que no le importaba en lo absoluto su mera presencia, pero se mentía a sí misma, sabía perfectamente que el solo hecho de tenerlo frente a frente la estaba matando por dentro de manera dolorosa. Ambos dieron un paso atrás sin saber que hacer, estaban en una situación sumamente incómoda y tirante de la cual, al parecer, no podían zafarse fácilmente. Mientras Ethan comenzaba a tomarle gusto verla delante suyo, Heather hacía un esfuerzo sobrehumano para no romperse y llenarle la cara de golpes a puño cerrado. ¿Cómo se suponía que debía resistir ante la primera persona que le soltó la mano en tiempos de necesidad? Iban a casarse, iban a unir sus vidas para toda la eternidad antes de que las cosas se fueran al demonio. Pero él le mintió desde el comienzo, realmente no la amaba lo suficiente como para superar cualquier obstáculo, no era lo bastante hombre y quizás jamás lo sería.

Heather pasó la lengua sobre su labio inferior.

— Señor Montpelier.

— Hola, me disculpo por aparecer así nada más. Pero necesitaba hablar con usted, Natasha. —objetó tragando saliva. La presencia de la rusa lo ponía a dar brincos.

— ¿Ahora mismo, dice?

— Sí, por favor. Solo son un par de cuestiones que quisiera discutir. —dijo seriamente. Ethan, al no obtener ninguna respuesta de su parte, caminó lentamente al interior del despacho de Natasha.

— Bueno, sucede que yo ya me... —Heather se vio interrumpida por su móvil. Era Leonardo. Miró al castaño por unos segundos y tomó la llamada sin muchas vueltas—. ¿Hola?

Nena, ¿todo está bien? Ya el almuerzo casi está listo. —comentó el hombre mientras colocaba un par de platos sobre la mesa. El silencio de la rubia lo alertó un poco—. ¿Heather?

La mujer suspiró con dificultad y respondió en ruso.

Ethan está aquí frente a mí, quiere hablar conmigo. Tal vez me tarde un poco, mejor ruega porque no sea así. —contestó simulando tranquilidad. Ethan sintió la boca seca al oírla, era la primera vez que la escuchaba hablar en ruso, odiaba en ese instante no haber aceptado aquellas clases de niño pues no entendía ni media palabra de lo que decía ni con quién hablaba—. Debo cortar, te veo en la casa.

Relájate y mantente en una burbuja, no lo sobrepienses demasiado. Solo actúa normal, ¿de acuerdo? 

Está bien, adiós. —replicó con rapidez. Alejó el móvil de su oído sin despegar la vista de Ethan, quien la miraba anonadado—. ¿Qué le pasa, Ethan? ¿Todo en orden?

— Sí, sí. Bueno, nunca la había oído hablar en su idioma.

Heather sonrió coqueta ante aquel comentario.

— Mm, ya veo... Utilizo el ruso como método de confidencialidad. Ya sabe, para que nadie se inmiscuya en mis asuntos.

— Eso es más que comprensible, no se preocupe. 

— Eso es lo que espero, Ethan. —replicó irónicamente. Caminó hasta su ejecutiva contoneando sus caderas, sabía que estaba bajo el escrutinio del castaño. Tenía tanta razón, pues el hombre intentaba desviar la mirada de su esbelto cuerpo, pero era tan complicado resistirse al andar de Natasha—. En fin, dijo que tenía un par cuestiones que discutir conmigo. Siéntese, por favor.

Inefable DelirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora