Eder Ross
Los pensamientos en mi cabeza continúan atormentándome, noche y día los recuerdos siguen abundando mi mente. He viajado a Canadá para alejarme de todo y aclarar mis pensamientos. No puedo seguir atormentándome, si continuo de esta manera en poco tiempo terminaré en un psiquiátrico.
Dos semanas escondido en mi mansión, el beber dos botellas de licor al día no me ayudo de mucho. El único momento en que me siento tranquilo es hundirme en los efectos del alcohol. No encontré otra alternativa que me ayudé, lo que hallé fue la manera controlar la bebida para no caer en un estado de inconciencia, un equilibrio en mí.
Por mi salud mental comenzaré a evadir su existencia, el comenzar a decir: no la conozco.
Mis pies se posan en mis tierras alemanas. Bajo del avión, acomodo mis gafas de aviador, para después continuar con el saco negro. Mis ojos miel se fijan en la camioneta negra que ha llegado por mí.
La puerta se abre y confirmo que es la persona que estoy esperando. El alto hombre de piel oscura se acerca a mí a pasos largos y firmes.
— ¿Cómo estuvieron sus vacaciones, mi señor? —al terminar su pregunta hace una breve inclinación como de costumbre.
—Mejor de lo que esperaba —miento.
—Me da gusto escucharlo... Mintternach lo está esperando.
Asiento ligeramente y emprendo el camino, Peter viene detrás de mí. Ambos subimos a la camioneta. Al emprender el regreso a Mintternach saco un poro de mi bolcillo, lo enciendo y comienzo a darle profundas y tranquilas caladas mientras observo el panorama.
El viaje es silencioso y agradezco que así sea.
Comienzo a emprender mi recuperación, para no pensar en ella mejor pienso en los planes que haré, tengo mucho trabajo que hacer.
Al llegar a la fortaleza soy bien recibido por mis trabajadores, en especial Crista, quien sigue demostrando sus sentimientos hacia mí. Me lleva la comida a mi oficina, después de comer emprendo los pendientes que tengo, para después comenzar con la nueva subasta.
El recuerdo de los cadáveres enviados, la imagen de la mujer de ojos verdes aparece. Sacudo la cabeza y me enfoco en realizar el próximo evento.
Mi mente trabaja y trabaja sin parar, ni me tomo la molestia de mirar el reloj. Los ojos me pesan y los siento irritados. Dejo el computador por unos cortos segundos, cierro los ojos y me dejo caer en el respaldo del sillón. Con los ojos cerrados busco mi bebida con hielos, lo llevo a mis labios y le doy un trago que me refresca al instante.
Doy un suspiro de frustración y me enderezo para ordenar todo e irme a descansar. Al dejar todo ordenado salgo de la oficina. Alzo mi brazo para observar la hora en mi reloj artesanal de oro blanco, el cual, marca media noche.
En vez ir a dormir decido disfrutar la noche, Mintternach acaba de abrir sus puertas al público, el observar el manejo de mi negocio me distraerá un poco.
Salgo de los pasillos dorados silenciosos, subo al ascensor y este comienza a descender. A través del cristal observo los tres pisos inferiores, cada uno es diferente. En el tercer piso se encuentran hombres y mujeres de alta sociedad apostando entre ellos. En el segundo piso el público disfruta de los espectáculos de las sex fraeun. Decido bajarme en este piso, el primero solo es la entrada a este paraíso.
Al abrirse la puerta una ola de humo a cigarrillo me recibe. Al emprender el paso algunas meseras y meseros, que me encuentro en el camino, me reciben con una ligera inclinación. A lo lejos me encuentro con Giselle, la chica asiática que emigro hace años a mis tierras, que con su esfuerzo ahora es la encargada de este piso.
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Falsa Identidad: Amores que hieren (2do libro)
Ficción GeneralLa comprensión es el primer paso para la aceptación y sólo aceptando se puede recuperarse. Yo he aceptado mi pasado, soy consciente de lo que fui y lo qué sucedió a pesar del doloroso y fatal destino que pasé. La vida me dio otra oportunidad para am...