Capítulo 8

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Kitty se colocó su máscara, escaló la pared de la casa del frente y saltó a un balcón de la casa del general Salazar.

-¿Vienes naranja?- preguntó en un susurro burlón.

-Como no- contestó él y replicó los movimientos que había hecho la gata. Sin embargo no aterrizó elegantemente, como ella, sino que perdió el equilibrio y la hizo caer con él también.

-Maldito torpe- bufó ella.

-!Callate!- la apremió Gato.

-Y te atreves a darme órdenes- exclamó indignada.

-Me olvidaba de esa faceta tuya en las misiones. Has silencio o nos descubrirán.

-Si nos descubren será por culpa tuya.

-Shh.

Pero ya era demasiado tarde. Los guardias que custodiaban la casa se habían dado cuenta que había alguien en un balcón, y Perrito empezó a ladrar como loco.

-Vamos adentro, !rápido!- gritó Gato.

La ojiazul le obedeció y ambos se metieron en la habitación del balcón.
Kitty se escondió en un armario y su novio detrás de una estatua.

Tres guardias entraron en la habitación en penumbras, y prendieron una vela.

-!Revisenlo todo!- ordenó el que parecía ser el jefe.

Cuando uno de los guardias se acercó al rincón donde estaban escondidos, los gatos se miraron de reojo. Tras asentirse mutuamente, los dos se lanzaron, Kitty a la cabeza y Gato al pecho, donde le hizo su característica marca.

Tras derribarlo pasaron cada uno a los dos guardias restantes, y después de acabar con ellos se fueron al pasillo.

Allí derrotaron a más guardias, haciendo un maravilloso trabajo en equipo.

-Justo como antes de Santa Coloma, ¿Eh, Gato?

-¿No vas a olvidarte de eso nunca?

-Ya sabes que no.

A pesar de la conversación y la situación, mantenían un tono animado.

Después de que se libraron de todos los guardias que los acorralaban, los amontonaron juntos y prosiguieron a la siguiente fase de su plan.

-Tú las de la derecha y yo las de la izquierda- le indicó la bicolor al atigrado señalando las puertas.

Él le hizo un gesto de conformidad y se fue a inspeccionar la primera puerta a la derecha. Kitty, por su parte, hizo lo mismo con la de la izquierda.

Un par de minutos después se encontraron en el punto en que estaban antes.

-Todas las habitaciones que vi eran cuartos, en uno había un anciano en el retrete- bromeó Gato.

-En las habitaciones que yo revise igual. A excepción de lo del anciano.

-¿Y viste si no habría alguna carta en una de las habitaciones ocupadas? Podrían ser de un invitado importante. Y las desocupadas...un escondite perfecto.

-Hey, que soy muy competente en hacer mi trabajo. Soy mejor ladrona que tú.

-Eso es mentira- gritó el atigrado.

-Shhh, que vienen más guardias.

-Oye, hablando de guardias, ésto a estado muy tranquilo.

De repente oyeron un ladrido y un lloriqueo asustado. Esos sonidos solo podían pertenecer a...

-!PERRITO!- gritaron ambos y corrieron escaleras abajo.

Habían bastantes guardias. Uno de ellos tenía a Perrito cogido del pescuezo y lo zarandeaba.

El Gato con Botas: La última vida Donde viven las historias. Descúbrelo ahora