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Ochoa caminaba lentamente por los silenciosos pasillos, con la mente embotada mientras intentaba descifrar sus sentimientos y emociones.

Sus piernas se movían en automático, llevándolo directo a la enfermería, al entrar, pudo ver a la misma enfermera de siempre, concentrada en los papeles sobre su escritorio.

Aclaró la garganta para hacerse notar, asustando un poco a la omega frente a él.

-Bu-buenas tardes, lo siento. Buscaba al doctor Mendoza.

-¡Hola! No hay problema, llamaré al doctor, mientras tanto, tome asiento. -Guillermo asintió, pero no obedeció, prefiriendo permanecer parado, observando los posters pegados en las paredes; en donde todos eran de promoción a la salud, parámetros de peso adecuados en alfas, omegas y betas, salud pediátrica y gestación, estos últimos provocaron un ligero y doloroso pinchazo en su corazón, recordándole lo que jamás podría tener.

-Buenas tardes joven Guillermo. -Una voz profunda y masculina interrumpió el hilo de sus tristes pensamientos.

-Doctor Mendoza, buenas tardes.

-¿A qué debo esta visita? No es que no me agrade verlo, pero no me gusta tenerlo tan seguido por aquí. -Guillermo titubeó un poco, la enfermera había vuelto a su lugar y escribía lentamente sobre las hojas, como si intentara pasar desapercibida.

El doctor lo notó, sonriendo de manera tranquilizadora al inquieto hombre frente a él.

-Puede hablar sin temor, la confidencialidad es parte de nuestra carrera. ¿No es así Daniela? -La aludida levantó la cabeza unos segundos, mirando a ambos hombres, respondiendo con un simple asentimiento para volver a lo suyo.

Sin estar muy convencido, Memo comenzó a hablar.

-Hace unos días comencé a tener dolores inexplicables en el vientre bajo, cansancio extremo, más hambre de lo normal y dolor corporal parecido a la fatiga, casi como... -Se interrumpió, aún le costaba hablar de eso con desconocidos. -Casi como si estuviera en celo. -Concluyó en un susurro, sintiendo la desilución y tristeza inundar su corazón una vez más.

-Ya veo. Como su doctor, debo decirle que estoy al tanto de su situación. Una copia de su expediente médico se encuentra aquí y me tomé el tiempo de leerlo. Tengo entendido que usted lleva un par de años sin presentar un solo celo y se le diagnosticó como estéril. ¿No es así?

Memo asintió lentamente, con la mirada gacha, pasando completamente desapercibido el ligero gesto de asombro que la enfermera dirigió hacia él.

-Si me permite, quisiera hacerle unas cuantas pruebas. Un ultrasonido rápido y muestreo de sangre serán suficientes. Los resultados los tendríamos en un par de días.

-¿Para qué?

-En parte por protocolo, debemos averiguar qué pasa dentro de su cuerpo aún si no es hormonal y en parte para re-evaluar ese absurdo diagnóstico.

-¿Quiere decir que cree que no soy estéril?

-No le quiero dar falsas esperanzas, pero sí, me gustaría pensar que lo diagnosticaron así por negligencia y ahorrarse un par de cosas.

Guillermo, que luego de todos esos años de tener que hacerse a la idea de ser estéril, resignandose a tener que vivir y morir solo, quizás hasta sin una pareja, sintió su estómago contraerse de emoción y su pecho llenarse de alegría y esperanza.

Su lobo se sentía igual, temblando de expectativa, moviendo la cola de manera nerviosa, ambos compartiendo el miedo y la emoción que la sola idea les daba.

El arquero siguió al doctor a la parte trasera del consultorio, recostandose en la camilla y levantando su playera sin miedo alguno para mostrar el duro y marcado abdomen, con el moretón de aquél golpe ligeramente más pequeño.

❀ My Dear Sunflower ❀ 𝑀⃪𝑒⃪𝑠⃪𝑠⃪𝑐⃪ℎ⃪𝑜⃪𝑎⃪ ❀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora