I. HISTERIA.

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Wednesday escuchaba la voz de una mujer en los altavoces, a un ritmo pop que jamás había escuchado antes.
Detestaba el pop.

El estruendo de aquella música y los ritmos tan animados y letras genéricas siempre provocaban en ella un gran sentimiento de rechazo y apatía. Pero por alguna razón, todo el mundo a su alrededor parecía disfrutar y bailar al ritmo de aquella música tan espantosa.

Incluso Tyler, y por alguna razón, a diferencia de los demás, esa visión no le resultó para nada desagradable. Se le veía relajado, contento, sin dejar sonreír y moverse sutilmente al ritmo de la música. Al mirarlo atentamente, bajo la luz azul neón, fue consciente de una presión desconocida y caliente que se acumuló en el estómago y el pecho. No fue la clase de presión dolorosa que podría gustarle, como darle un golpe a alguien, o verlo morir de un infarto, sino la clase de presión que te quita el aliento y se concentra en tu garganta, que extiende la sangre hacia el rostro y llena de calor la palma de las manos.

Tal vez en serio estaba muriéndose.

La idea de morirse parecía verdaderamente tentadora ahora, que él había detenido sus movimientos para mirarla y sonreír. Al mismo tiempo que ella se preguntaba porque razón habría detenido su danza solo para mirarla y sonreír como un bobo, él se preguntaba porqué ya no disfrutaba de la música y bailaba como lo había hecho hace sólo un momento.

Sus movimientos, pese a ser extravagantes y espeluznantes, fueron fascinantes.
Wednesday siempre hacía todo a su propia manera, sin importar las opiniones y los pensamientos de todos los demás, y eso le encantaba de ella.

Cualquier persona que no estuviese mínimamente afiliada con ella pensaría que la chica gótica trataba de imitar un intrincado baile de apareamiento.
Pero él sabía que sólo estaba siendo ella misma.
Por ende, quiso ser él mismo con ella.

De pronto, entre toda la celebración y el baile, sintió una gota caer sobre su rostro. Inmediatamente cayeron otras en la chaqueta blanca de Tyler, pintando su hombro de rojo, él siguió el sonido del impacto sobre su ropa y levantó la cabeza con la boca abierta. Ella imitó su gesto mientras otras gotas se deslizaban sobre su cara y los párpados, y ante la idea de que podía ser sangre cayendo como una inminente llovizna sobre todos los presentes, sonrió.

Lentamente todo comenzó a teñirse de sangre, mientras los estudiantes, poco a poco, se percataban del tono rojo vivo que había envuelto todo el lugar, como una terrible película de terror. Los gritos y los chillidos de horror opacaron la música de fondo, pero para Wednesday, fue como una nueva música para sus oídos. No pudo evitar si quiera la sonrisa que se asomó en sus labios contemplando toda la histeria, el miedo y el caos que la rodeaba.

Ir a ese baile, no fue tan mala idea después de todo.

Pero cuando se dispuso, desgraciadamente, a apartar los ojos de todo el maravilloso desastre frente a ella, pudo ser testigo de algo mucho más hermoso.

Tyler sólo estaba ahí de pie, confundido y abrumado por la inesperada circunstancia desafortunada que se había presentado. Desafortunada para él, no para ella. Porque bajo toda esa sangre, mirándola con sus ojos de ciervo, azules y sorprendidos, en medio de todos los gritos de pánico y la sangre, pudo ser para Wednesday, fácilmente, la imagen más preciosa del mundo.

Pronto recordó a cada uno de los autores a los que se sentía tan cercana y le gustaban tanto. Incluso en medio de toda la capa de oscuridad que envolvía la mente de todos esos brillantes y desgraciados hombres, existía un rayo de luz, una imagen de esperanza, la figura de una mujer que lograba apartarlos de la insondable desesperación de sus mentes perturbadas.
Ninguno de ellos pudo escapar de ese sentimiento, que parecía más maligno, más poderoso e inmenso que el odio y el terror.
Amor.

Ninguno sólo deseó escapar del amor, decidieron abrazarlo, conservarlo, llevarlo en el bolsillo como un tesoro invaluable, como el único hilo que aún conectaba su mente con la cordura.
Entonces, ¿por qué ella debía escapar de él?

Se quedó mirando al chico largo rato, dirigiendo reiteradas veces la mirada oscura hacia los carnosos labios bañados en sangre. Se preguntó si estos acaso serían tan suaves como las palabras que siempre le decía, tan cálidos y dulces como el mismo chico que los porta.

Quería sentir el calor y el sabor de la sangre sobre la lengua.

El sabor metálico de la sangre mezclada con el posible sabor dulce de los labios de Tyler, tendría un efecto realmente placentero sobre el paladar.

En un acto temerario por confirmar sus propias teorías, se acercó sin llamarle, sin advertirle si quiera de su inminente ataque, como una sombra que se asoma, lenta y creciente, antes de que él pudiese gritar o jadear, abarcó todo su cuerpo y su mente.

La música dejó de sonar, los gritos fueron opacados por el latido de su corazón en los oídos, y sólo quiso ser plenamente consciente de la presencia de Tyler, el sabor y tacto de sus labios. Le gustó la forma gradual en cómo se relajó, en cómo la boca, tensa y cerrada inicialmente, se alivió y correspondió su muestra, cómo cerró los ojos al relajar la mandíbula, cómo inhaló profundamente y gimió.

Definitivamente, la dulzura estaba ahí.

Pero no supo distinguirla con presición, el aliento tibio provocó un tierno cosquilleo en los labios, tomó su necesidad de respirar cómo una oportunidad para averiguar con más ahínco todo pensamiento sobre él del que se había vuelto víctima su propia cabeza. Casi sonrió al sentir el escalofrío de su cuerpo tras la intromisión de la lengua. Incluso pudo olvidarse por completo de todo el caos y el horror que le había fascinado tanto hace un momento.
Ya ni siquiera le importaba.

Tyler era cálido, dulce, adorable.

Entre más escuchaba su voz concentrada en la garganta, más quería oírla, entre más se inclinaba, más profundo quería llegar. Pero, desafortunadamente, todo ese precioso momento se vio súbitamente destruido al darse cuenta que, bajo toda la ternura y la dulzura de la que se había embriagado, se avecinó un sabor frío, pastoso, y desagradable.
Se le pegó a la lengua y el paladar como una horrible capa de suciedad.

Cuando ella destruyó el beso, él quedó de pie, aturdido, ruborizado y tambaleante.
Y al apartarse tan inesperadamente de su boca, frunció el ceño y se lamió los labios. Su rostro regresó a su estado de estoicismo y apatía habitual, mientras, con un leve ceño fruncido sólo dijo:

─── Ni siquiera es sangre de cerdo real. Sólo es pintura.

𝐬𝐚𝐧𝐠𝐫𝐢𝐚 𝑖𝑛 𝐦𝐞 |  wednesday. tyler. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora