[One Shot]

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La lluvia caía sobre mis mejillas. No era tan intensa como los noticieros reportaron hace no más de una hora, sin embargo, la pequeña brisa me recorría el cuerpo dándome escalofríos.

Llegué a mi apartamento a las diez de la noche, pisando charcos que se formaban en algunas esquinas debido a la ruptura en partes techadas.

El cielo tenía tonalidades grisáceas, casi oscuras y se podía visualizar a lo lejos la luna escondida entre las nubes dándole un destello de luz a la penumbra.

Cuando vi el número trece en mi puerta me alegré por mis pies que se sentían adoloridos.

Busqué mi llave, la ingresé en la cerradura y con un click la puerta de madera se abrió, dejándo a la vista una silueta masculina.

-Hola, amor!- me saludó Lautaro, desde la cocina.

Por el olor que desprendía el vapor formado en el cuarto, presentí que eran pastas con tuco(salsa roja).

Me acerqué y le plantee un beso, a modo de saludo- prendé el extractor- le ordene mientras lo abrazaba por detrás.

Siempre hacía lo mismo, cocinaba y llenaba todo de humo hasta que el aire se volvía insoportable y asfixiante.

La musculosa blanca se apretó a su cuerpo, mientras extendía el brazo lleno de tatuajes para prender el aparato. Después, me miró con sus ojos avellana en forma de arrepentimiento, como niño que se mandaba una gran cagada.

Le revolee los ojos en burla, pero sonreí internamente ante la acción, al igual que desprendía mis brazos de su torso.

Necesitaba un cigarro.

Mi cuerpo fue directo a la cama de nuestro mono ambiente y abrí un cajón de la mesita de luz, pero no hallé ningúna pista de estos.

-Lauti- lo llamé-¿Viste la caja de cigarrillos?- pregunté revolviendo el cajón de madera.

Solo había tres porros, algunas botellas pequeñas de alcohol, una toallitas femenina, un cuchillo puntiagudo que debería estar en la cocina y un labial bordó por la mitad, pero no había pistas de algun cigarro.

-mmm...-pensó, haciendo un mohín con sus labios regordetes- no, pero hay una de porros, es parecido- me ofreció.

No me gustaban los porros, prefería mil veces el cigarrillo, aunque, era consciente que ninguna era saludable para mi cuerpo. La sensación de humo en mis pulmones matando todo aire posible sonaba horrible pero en la práctica era relajante.

Los minutos pasaron y la cena estaba lista sobre la mesada acompañada de una botella de vino y algunas otras bebidas alcohólicas, ya que, él era bartender y le encantaban este tipo de cosas. Yo no me quejaba, tenía una fascinación por sus tragos.

Alrededor de la una de la mañana, mi cuerpo estaba adormecido, había bebido mucho lo que significaba que la calentura fluía por mis venas.

Lautaro que estaba al lado mío en la cama, me acariciaba la pierna, mientras veíamos, o mejor dicho él veía una película de superhéroes. Yo, en cambio, tenía mi mirada puesta sólo en él.

Vagaba por sus pestañas tan largas y negras que me daban envidia.

Su pelo lacio de color azabache estaba corto y desordenado.

Una argolla desprendía de su nariz respingona, jugué con eso un rato y de sus labios se desprendió una sonrisa, pero sus orbes marrones estaban impregnadas en la tele colgada.

Mi pelo ondulado empezaba a molestar por la longitud en que lo llevaba, entonces, puse mi melena rubia en una coleta alta medio desarmada.

Luego de tomarnos alguna copa de vino más, la necesidad de besarlo crecieron.

ᴅᴇᴘᴀʀᴛᴀᴍᴇɴᴛᴏ 13 [ᴏɴᴇ ꜱʜᴏᴛ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora