Capitulo. 43

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Dos años.

Dos años...

Era una locura...

En dos años podían pasar tantas cosas, quizás nuestro amor se alzará como el sol tras una larga noche gris... O quizás terminase extinguiéndose como la llama de una vela. La razón me llamaba tonta e ingenua, pero el corazón me daba palabras de aliento como si aquello fuese un cuento de hadas en el que nuestro final terminaría bien. Escapar era algo impensable, dejar a mis hermanos a su suerte y alejarme de ellos por quien sabe cuánto tiempo... Pero cada uno comenzaba a hacer su propia vida, los más pequeños eran mi mayor preocupación; sin embargo, comenzaba a convencerme de que estarían bien si me marchaba por al menos un año.

A decir verdad, deseaba hacerlo, aunque mis responsabilidades rugieran como un animal furioso.

Sabía que Andrew no tenía ningún problema con hacerlo, pues su única atadura era Aiden, y el niño había demostrado valerse por sí mismo muy bien, pero mi realidad era diferente ¿Qué pasaría cuando Harry tuviera algún problema con las granjas? ¿O Jane se enamorase de algún chico? ¿Cuándo Jacob tuviese problemas en clases o Charly se metiese en problemas con los demás?... Faltaría a sus cumpleaños y en navidad no podríamos cocinar la cena todos juntos, ni habría juegos hasta el amanecer; de solo pensarlo un nudo se formaba en mi garganta. Qué ironía, tal vez no eran mis hermanos los que tanto me necesitaban, sino yo a ellos.

Agobiada di otra vuelta en la cama y su perfume impregnó mis sentidos. Andrew debilitaba mi mente de una forma aterradora. Nunca en veinte años había estado tan dispuesta a alejarme de mi familia, por supuesto tuve mi etapa de rebeldía en la cual tan solo pensaba en fugarme para cumplir mi sueño de ir a Broadway, pero tal vez mi propia cobardía me impidió hacerlo.

En cierta forma, era por esa misma razón que me negaba a permitir que Eleonor abandonase la oportunidad de su vida...

De un modo u otro, el tiempo me daría las respuestas que necesitaba, atormentarme durante dos años no serviría de nada y aunque estaba consciente de que había elegido esperarle tal como él me esperaría a mí, también estaba consciente de que nada era seguro en la vida.

Así que decidida a seguir con mi vida e ignorar los oscuros pensamientos que amenazaban con herir mi corazón, me levanté de la cama e ingresé al baño, mi cabello me resultó gracioso en el espejo, pues estaba llenó de pequeños rizos a causa del jugueteo de sus manos, Andrew era un caballero a pesar de todo y el recuerdo de mis propios pensamientos cuando él asaltó mis labios enloqueciendo cada uno de mis sentidos, enrojeció mis mejillas. No podía creer hasta donde estaba llegando mi obsesión por ese hombre que en un momento tan peligroso estuve dispuesta a todo... Le deseaba, aunque fuese un pecado, le deseaba, aunque aquello pudiese traerme grandes problemas, mi piel se erizaba de solo pensar en sus besos, sus caricias, su voz me enloquecía y me hacía vibrar como las cuerdas de una guitarra. ¿Qué hubiese sucedido si él fallaba a sus deseos? Detenerlo fue algo que ni siquiera cruzó mi cabeza. Sabía muy bien que Andrew se retenía por mí, por cuidarme, pero comenzaba a pensar que no quería que me cuidase.

Aquellos pensamientos resultaban incluso más peligrosos que la negatividad, por lo que sacudiendo la cabeza intente sacarlo de mi mente. Lavé mi rostro, limpié mi cabello y me coloqué ropa sin su olor. Andrew se había marchado antes de que saliese el sol, cada uno tenía sus propias responsabilidades... El desayuno fue silencioso, pues para nuestra sorpresa los hermanos Stephen nos acompañaron; sin embargo, aquello tan solo género una horrible tensión entre todos. Mis hermanos no les tenían especial aprecio a Abraham y Andrew, Harry en particular detestaba al mayor de ellos y con razón; Aiden se trasformó en un ser silencioso, tan solo concentrado en su comida, Andrew no emitió una sola palabra; sin embargo, su mirada me buscó en un par de ocasiones generándome ligeros calambres en el estómago; el mantener nuestros sentimientos en secreto curiosamente hacía hervir mi sangre. Abraham por su parte parecía muy interesado en su periódico mientras bebía una taza de café humeante sin prestarnos atención, su presencia me repelía horriblemente, era como tener a un perro rabioso sentado a la mesa.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora