Capitulo. 46

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Jamás creí que el amor pudiese tener tantos rostros, era tierno, dulce, divertido, cálido... Y al mismo tiempo podía hacerte arde con solo una mirada, podía herirte o quizás salvarte de un agujero oscuro con solo una sonrisa...

¿Cómo es posible que tantos sentimientos me envolviesen a su lado? Y ahora que se marchaba... Un frío mortal parecía colarse por mi piel.

No pude contestarle, no tuve el valor, aunque sabía que mi silencio le causaría dolor; aun así, él se acercó lentamente y acariciando mi cabello me atrajo a sus labios en un beso que me resultó lacerante. No quería llorar, aquello era una ridiculez, cientos de esposos se separaban cada día y yo a Andrew apenas le conocía... Pero, si era así porque sentía que me arrancaba el alma con sus palabras. Era como si mi propia mente se empeñase en hacerme creer que ya no le volvería a ver cuando él me estaba prometiendo volver, era absurdo.

Y consciente de que yo misma me estaba dejando llevar por mi pesimismo ante un asunto totalmente normal, decidí cambiar el rumbo de nuestros labios en el intento de demostrarle sin palabras que yo también le amaba con todo el corazón. Él se apoderó entonces de toda voluntad y pronto sentí como mi espalda era recostada suavemente sobre la manta que nos protegía del frío del césped. Andrew abandonó mis labios para repartir ligeros besos sobre mis mejillas, llenando todo mi rostro de besos fugaces que me hicieron reír. Nuestras miradas chocaron y me obligué a creer en sus palabras.

— Mi corazón es tuyo... La distancia no cambiará eso. — Susurré y vi sus ojos brillar. Él llevó su mano a la hendidura de mi cuello y con suavidad tomó aquel collar que me había dado y que yo lucía diariamente como un recordatorio de nuestros sentimientos.

— ¿Entonces me esperarás, mi señorita indomable?

Las palabras no alcanzaban para responder a su pregunta y a sabiendas de lo que estaba a punto de hacer, decidí olvidarme de toda inhibición y problema futuro. Si apartar mi mirada de él, me erguí un poco para alcanzar sus labios en un beso muy diferente... La inocencia de nuestros encuentros voló lejos de ambos y aunque él parecía algo sorprendido por mi audacia, sus labios aceptaron gustosos seguir mi juego.

Aquella última noche, bajo las relucientes estrellas, nos convertimos en ardientes chispas sin temor a quemarnos. Sabíamos bien a qué nos llevarían nuestros deseos y a decir verdad poco o nada nos importaba romper las reglas. Aceptaría el infierno solo por sus caricias... El deseo se reflejó en su mirada y supe que no se detendría a menos que yo se lo pidiese, pero no estaba dispuesta a permitir que los miedos me alejaran de él sabiendo que quizás sería la última noche a su lado.

Sus labios asaltaron los míos dejándose llevar por sus instintos más peligrosos, sentí sus manos deslizarse por mi cuerpo y en algún momento se deshicieron de la tela de aquel precioso vestido, entonces sus besos recorrieron mi piel sin apuro alguno. Su ropa estorbó y mis caricias pronto la arrojaron lejos de nosotros. Sensaciones únicas invadieron mi pecho e hicieron desbocar mi corazón, mi piel ardía ante sus manos y mi voz pareció deleitarlo una vez más. Mi corazón, mi alma y mi cuerpo eran suyos...

El cielo fue testigo de nuestro amor mientras nos fundimos en un solo ser, era nuestra despedida, un hasta pronto que deseaba con todo el corazón, se cumpliese...

[...]

La luz de un nuevo día se coló por las ventanas despertándome; sin embargo, no quería abrir los ojos, pues sabía que el hallarme sola en aquella enorme cama tan solo lastimaron mi corazón.

Mi cuerpo se sentía tan diferente, aún sentía arder los rastros de sus besos sobre mi piel, nuestro indecoroso acto parecía haberse grabado a fuego sobre mi mente y corazón. Recordar sus palabras me hacía temblar, sus besos desbocaban mi corazón y sus caricias enloquecían mi mente. Sin embargo, ambos sabíamos que nuestro mundo de rosas azules no nos resguardaría para siempre. Su habitación fue nuestro refugio aquella madrugada, dónde nos negamos a dormir y aprovechamos cada segundo en qué las campanas de la iglesia guardaban silencio a la espera del amanecer.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora