El sonido de las gaviotas atrajo mi atención y abandonando aquel mundo ficticio dónde me encontraba muy lejos, en un pueblito que comenzaba a adorar, volví mi vista a la ciudad de Londres que parecía acercarse cada vez más. Finalmente, el barco había arribado a tierras inglesas... Resultaba tan extraño regresar, pues sentía como si hubiesen pasado años en lugar de algunos meses...
Consciente de que mi visita era por poco tiempo, aparté la mirada de las traviesas olas que luchaban por cambiar el curso del barco y me dispuse a buscar mi equipaje. El señor Ronald, amigo de Edward, me esperaría nada más bajar y por la noche buscaría un lugar donde quedarme, pues sabía bien que la treta que usé para salir de New Hope, no me serviría allí. Mi madre no estaba enferma y no había ningún problema con la compañía de nuestro padre, y estaba seguro de que Abraham no tardaría en averiguarlo.
El característico pitido que emitía el barco para anunciar su arribo, inundó mis oídos y pronto me uní al resto de personas que tranquilamente caminaban por los pasillos en busca de la salida. Tan solo un par de maletas me acompañaban, pues pretendía pasar lo más desapercibido posible. El clima de Londres se me hizo tan diferente, pues me había negado a bajar del carruaje desde que salimos de New Hope hasta llegar al puerto de embarque, por lo que me sentía como si hubiese atravesado un umbral hacia el presente. Todo resultaba diferente, la ropa y peinados de las personas, e incluso la forma de hablar o caminar, era curioso como New Hope parecía más un pueblo temático de la época medieval.
Sin duda extrañaría enormemente el soleado y caluroso clima de New Hope, en comparación a la frialdad gris de la enorme ciudad.
— ¿Señor Stephen? — Me detuvo entonces un hombre cuando comencé a avanzar por el puerto. El muchacho parecía unos diez años mayor que yo y vestía elegantemente, su costoso reloj me daba una idea de su posición.
No me extrañaba, Edward me había hablado de un amigo de su prestigiosa universidad, un lugar donde el dinero se respiraba en cada pasillo; sin embargo, nunca pensé que el mismo iría a buscarme al puerto, lo normal sería enviar a su chófer. Aunque, a decir verdad, la sonrisa cordial de aquel hombre no se asemejaba en nada al carácter arisco de la alta sociedad.
— Sí, soy yo. ¿Usted es el señor Ronald? — Dudaba enormemente que alguien hubiese descubierto tan pronto nuestro plan, pero de igual forma debía tener cuidado.
— Así es. Roland Burn, es un placer conocerlo. — Se presentó con un leve asentimiento de cabeza. Reconocía ese apellido, los Burn era una familia conocida por ser prestamistas de excelencia. — Por favor sígame. — Me indicó antes de comenzar a caminar aceleradamente entre el resto de transeúntes. En cierto modo me recordaba al conejo de Alicia en el país de las maravillas.
Un vistoso auto azul relució entonces al final del callejón creado con decenas de cajas que eran apiladas por los trabajadores del pueblo, irónicamente me había acostumbrado al vaivén que producían los carruajes al moverse por los empedrados caminos de New Hope, por lo que pensar en subir nuevamente a un auto me resultó curioso. Sin embargo, todo pensamiento se esfumó cuando note la presencia de un muchachito rubio en el asiento trasero del auto. Su delgaducho cuerpo cabía perfectamente en el pequeño espacio que quedaba, pues diversos baúles color café ocupaban el resto del espacio; sin duda aquel chico era mucho más joven, un adolescente de rubio cabello que cubría levemente sus ojos; sin embargo, su ropa era muy diferente a la del señor Roland. Parecía más bien un muchachito cualquiera, como los que trabajaban arduamente cargando el equipaje en el puerto.
— Archer me comentó algunas cosas en la carta que envío. — Explicó el señor Roland atrayendo mi atención nuevamente. — Sin embargo, usted ya lo conoce, es un hombre de pocas palabras, por lo que entiendo que usted me contará el resto para poder ayudarle. — El poco tiempo que tuvimos para poner todo en marcha podía ser una mala carta en aquel juego donde el tiempo podía ser vital; sin embargo, confiaba en que Edward no se equivocaría y el Señor Rolad podría ayudarme sin mayor problema. — Según lo que entendí se trata de rastrear los movimientos de una cuenta ¿Cierto?
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Jeune fille indomptable
Любовные романыPudo pasarle a cualquiera, pero no. Esa gran tragedia le cambio la vida para siempre a ella... Ahora Naomi deberá ocuparse de toda su familia, deberá protegerlos de la maldad de otros. Tal vez se pierda a si misma. O Tal vez encuentre una luz en m...