Capitulo. 56

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— ¡Naomi!

Su calor me envolvió en un abrazo tembloroso en el que debí sujetarla para que no cayese. Recibir a mi hermana tras tantos días de incertidumbre y miedo, fue como un bálsamo que reparó las grietas de mi corazón. Elizabeth había vuelto a casa sana y salva... Las palabras de Abraham aún se repetían en mi mente y, en cierto modo, sabía que jamás me abandonarían.

"Te arrepentirás de esto toda tu vida..."

Tal vez tuviese razón, tal vez no. El tiempo lo diría.

El juicio de Elizabeth podría haber sido comparado con un circo, los prestigiosos abogados de Abraham hicieron el ridículo por órdenes de este y los hermanos Graham pudieron ganar fácilmente la libertad de mi hermanita. Sin embargo, ahora un anillo de compromiso relucía en mi dedo como un lazo de fuego que me quemaba lenta y dolorosamente. Tenía poco tiempo y mucho que explicar, por lo que no dude en usar la liberación de Elizabeth para llevar a todos mis hermanos a un lugar más bonito donde la noticia no resultase tan horrible.

El señor Archer ingresó también en la lujosa habitación de hotel y pase a agradecerle mientras mis hermanos llenaban de abrazos y besos a Elizabeth. Harry, Jacob y Jane eran los únicos que sospechaban la verdadera razón del fiasco de juicio, pero ya no había vuelta atrás, las cartas estaban entregadas y las decisiones tomadas.

— Gracias por tu ayuda Edward. — Quien diría que aquel tiempo me serviría para aprender a confiar en aquel hombre de serio rostro y gran astucia.

— Fue usted la que logró facilitarlo todo... — Su comentario, aunque sabía que no era con intención, me causo una punzada en el corazón y nuestras miradas se centraron entonces en el anillo en mi dedo. — ¿Se los dirá ahora?

— No. aguardaré hasta mañana, no quiero arruinarles este día... — Susurré. Observar a mis hermanos sonreír y bromear todos juntos me rompía el corazón. — No será para siempre.

Un nudo se formó en mi garganta de solo pensar en mis propias palabras, pero debía ser valiente. Mis hermanos merecían una vida diferente y si estaba en mi poder, los mantendría lo más alejados posible de ese hombre... Aún esperaba la respuesta de Eleonor, que sabía querría ahorcarme con sus propias manos en esos momentos; pero esperaba que mi explicación bastase para mantenerla a raya. Así que decidida a olvidar por un día más aquello que destrozaba mi alma, di un paso hacia ellos; sin embargo, una mano me detuvo y noté que Edward parecía debatirse entre decir algo o no.

— Ahora entiendo porque Andrew te quiere tanto... — Murmuró dejándome totalmente atónita, no resistiría un segundo más si Andrew se adentraba en mi mente en esos momentos... No podía permitirle volver a mi mente, o me sería imposible fingir la fuerza que no tenía. Pero al parecer Edward no intentaba hacerme cambiar de opinión. — Me has impresionado. — Halagó confundiéndome aún más. — Y aunque quisiera haber podido hacer más, creo que diste los pasos correctos... Así que seguiré ayudándote. Aceptaré tu propuesta mientras tu idea permanece en marcha.

Sus palabras fuero alivio y dolor por igual para mi corazón. Decidí regalarle una ligera sonrisa con la esperanza de que también alejase los malos pensamientos de mi cabeza, que aceptase era algo bueno... Pero entonces, ¿Por qué sentía como me desangraba de solo saberlo?

— En ese caso, únase a nosotros hoy. — Le invité y él no dudo en aceptar.

Aquel día fue únicamente para nosotros, no había labores ni problemas que atender, tan solo nosotros jugando, riendo, comiendo los dulces de nuestra madre mientras recordábamos nuestra niñez... Cante para ellos hasta que mi garganta ardió y les conté sobre cientos de aventuras de Eleonor, Elizabeth y yo. Ciertamente, para los pequeños era difícil entender como sus responsables hermanas había liberado a todas las gallinas del señor Frank en una oportunidad. Sabiendo lo que sucedería les permití a Harry y Jacob comportarse como quisiesen y ver sus manos unidas, mientras Jane les molestaba alegremente, me llenó el corazón de una sensación diferente. Los pequeños hicieron dibujos para todos y demostraron sus nuevos talentos aprendidos, ver a Bell bailar me llenó de orgullo, Lineth leyó para nosotros y Jacob y Charly inventaron un pequeño experimento que impresionó a todos. Para el final de la noche, Edward decidió deleitarnos con la melodía de su violín y pronto terminamos bailando alrededor de él; irónicamente fue la primera vez que observe al señor estatua sonreír. Y cuando el reloj marcó la media noche, el cansancio hizo menguar las energías de todos y lentamente cada uno sucumbió ante el sueño acomodándose en cualquier lugar de la habitación.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora