Capitulo. 59

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La despampanante señora Stephen se paseó frente a mí como si aquella conversación que me arrebataba el aliento y me hundía hasta el mismísimo infierno, tan solo se tratase de una madre a punto de regañar a su hijo por una travesura... Pero no, esta vez no era yo el que había cometido un grave error.

La observé sentarse en la cama y con tranquilidad palmeó la superficie a su lado, quizás esperando que tuviésemos un íntimo momento madre e hijo que jamás ocurrió en el pasado.

Desde el momento en que desperté adolorido y solo en aquella habitación, supe que mi vida estaba en peligro. Mi madre no era la persona que pensaba y realmente creía que podía hacerme daño con el fin de silenciarme. Me negué, estaba consciente de que negaría todo lo sucedido en el intento de convencerme.

— ¿No confías lo suficiente en tu madre como para sentarte a su lado? — Bufó cómo si realmente le doliese. A veces me sorprendía la forma en que era capaz de cambiar su actitud para manipular a las personas.

Mi pobre padre era claro ejemplo de cómo era capaz de atrapar a las personas en su telaraña.

— ¿Realmente quieres que conteste a eso? — Espeté, no iba a lograrlo, me negaba a qué revolviese mis pensamientos para salvarse del problema que yo le representaba.

— Cómo siempre, tu agresividad tiene un trasfondo equivocado. — Se quejó, ¿Cómo podía ser tan cínica?

— Entonces ahora es el momento donde me negaras todo lo que escuche. Engatusaste a mi padre, lo usaste por dinero y cuando ya no te sirvió, te deshiciste de él. — La ira brotaba con cada palabra que lograba escupir. Me ardía el pecho y mis manos temblaban frenéticamente, pero debía resistir por mucho que los genes de esa mujer me gritasen que cometiese una locura, yo no era como ella. — Pero... ¿Por qué? ¿Por qué asesinarlo? Entendería perfectamente que te hubieses casado por dinero, después de todo esa es tu naturaleza, madre. Pero papá nunca te hizo nada como para que decidieras arrebatarle la vida.

En mi mente permanecía tan fresco el momento en que Mery entró en mi habitación aquella mañana... Las lágrimas en sus ojos me dieron una pista de lo sucedido, saber que papá llevaba semanas realmente grave, me asfixiaba día a día y la noticia de su perdida tan solo consiguió llenarme de un dolor que parecía romper mis huesos en pedazos. Su muerte me perseguía desde aquel día, recordándome que ya no contaba con él, que no podría compartir una tarde con él encerrados en su biblioteca de cuentos fantásticos, que nunca más prepararían en casa aquel extraño postre de leche que tan solo le gustaba a él, que no podría ver desde atrás como él brillaba dirigiendo su empresa... Ni siquiera podría escuchar sus lecciones cuando me equivocase.

Le admiraba y su muerte me dejó completamente a la deriva.

Pero, por supuesto, eso no le importaba en lo más mínimo a la mujer frente a mí.

— Tu padre murió por causas naturales. — Repitió la señora Stephen, como si mis palabras fuesen una completa locura. — Seguramente estabas borracho la noche que te encontré, escuchaste mal. Ciertamente, nuestro matrimonio fue arreglado y...

— ¡Deja de mentir! — Me estaba sacando de mis casillas. Mi grito alertó a los empleados que rápidamente asomaron sus cabezas al interior de la habitación, pero con solo un movimiento de madre, estos se retuvieron de entrar.

Molesta porque le hubiese gritado, la arrogante mujer se puso de pie y su gélida mirada me atravesó.

— Eres idéntico a él. — Siseo como si aquello fuera la peor desgracia para ella. — Tonto e ingenuo. Si tuvieses al menos una pizca de mí, entonces las cosas serían muy diferentes. Pudiste haber hecho oídos sordos, aceptar callarte y pronto serías libre de esa cadena, pero no. — Sus palabras me revolvieron el estómago; había estado probándome todo ese tiempo, pero no podía simplemente ignorar lo que sentía para complacerla. — Yo soy la víctima en todo esto, Andrew.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora