Capitulo. 71

2 1 0
                                    

Jamás podría comprender como las personas eran capaces de ignorar a voluntad el malestar de los demás, como si nada malo hubiese ocurrido. Sentado al otro lado de la mesa mientras fingía una sonrisa hacia una mujer que no amaba, fui testigo de la hipocresía en el resto de presentes. Los invitados por supuesto no tenían idea de lo que sucedía en las entrañas de la familia Stephen ¿Y cómo hacerlo? Éramos perfectos mentirosos... Ellos disfrutaban felizmente del delicioso banquete, las decoraciones y el buen ambiente creado por mi hermano y Naomi.

Abraham presidía nuestra mesa, mientras que en el resto de mesas finamente decoradas se encontraban las familias de las personas que realmente le importaban, personas con dinero. Debía darle eso a su favor, pues a pesar de ser un gran e ingenuo tonto, tenía gran habilidad para los negocios, New Hope comenzaba a parecerse cada vez más a una pequeña Londres... Aunque realmente no sabía si eso terminaba por agradarme, la esencia del abuelo parecía desaparecer con cada nueva remodelación. A su lado, como siempre, se encontraba nuestra madre; su hermosa sonrisa de dientes perlados y labios rojos, tan solo era una máscara para ocultar sus verdaderos pensamientos. Despreciaba a todos allí, les observaba disimuladamente estudiando sus comportamientos, todo en la búsqueda de víctimas que pudiese manipular a su antojo; por supuesto, se encontraba en terreno desconocido y no dejaría pasar la oportunidad de congraciarse con personas de poder. Me repugnaba su actitud de buena samaritana, no era más que una mujer rastrera y narcisista.

Sin embargo, nada me regocijaba más que el ver la enorme incomodidad que sufría cada vez que yo realizaba hasta el más mínimo movimiento. El día de nuestra boda claramente fue solo un acuerdo de negocios para todos, mi madre no terminaba de creérselo y por meses debimos hacerlo lo más real posible; irónicamente aquel periodo me sirvió para darme cuenta de lo tonto que era y endurecer mi corazón. La libertad nos llegó cuando el padre de Dalia decidió que estaríamos mejor en su casa y mando a buscarnos... Jamás podría agradecer lo suficiente a Thomas y Roland por sacarnos justo a tiempo. Huir no fue sencillo, pero una vez pudimos tocar tierras francesas, no tuve duda alguna. Quería destruir a mi madre de la misma forma en que ella se había encargado de atormentarnos a todos.

Quizás lo más simple hubiese sido contarle todo a Abraham, pero ¿Mi hermano me creería? No, jamás. Era tan tonto y ciego que no tardaría en correr al lado de nuestra madre y yo volvería a pagar las consecuencias... Además de ello estaba el hecho de que él también había participado y a pesar de ser mi hermano, no dudó en lastimarme cada vez que tuvo la oportunidad. Me encargaría de ambos de otra forma... Pero mientras eso ocurría, pensaba torturarlos de todas las formas posibles.

— Sean bienvenidos a esta noche que celebra a la familia, el amor y la esperanza. — Abraham finalmente comenzó su absurdo discurso. Vaya elección de palabras... — Esperemos que este nuevo año provea de todo cuanto nos faltó este año y que sé la vida la protagonista de los siguientes eventos. Por favor disfruten de las celebraciones y de este impresionante banquete que gracias al cielo mi esposa no preparó. — Terminó con un chiste de muy mal gusto, pero, como siempre, las personas terminaron riéndole la absurda gracia.

Curioso por aquella actitud tan extraña que había observado entre ambos durante los últimos días, observé a Naomi, pero la muchacha tan sonrió levemente. Lucía sumamente hermosa, el vestido blanco se ceñía a las curvas de su cuerpo llevándome a recuerdos que sacudían mis entrañas... No sabía si lo había hecho apropósito o no, pero aunque quisiese negarlo, había conseguido desencadenar en mi interior un sentimiento que prefería ignorar.

Los presentes se entretuvieron largo rato con la comida y sus charlas banales mientras la leve música de un piano amenizaba las lujosas festividades, me sorprendió notar que la morena apenas y tocó su comida, pues se dispuso a hablar animadamente con el resto de personas que compartían nuestra mesa, ¡Incluso opacando al propio Abraham! No pude ocultar una leve sonrisa al notar que para Abraham y mi madre, aquel comportamiento era inaudito.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora