Capitulo. 74

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— ¿Estás seguro de lo que dices, Aiden?

Un nuevo día trajo consigo algo de paz, la señora Stephen parecía ser una mujer muy activa y quedarse en casa no le agrado demasiado, por lo que, para mi suerte, exigió a Abraham llevarla a conocer la ciudad. Que esos dos se mantuvieran alejados de nosotros era un alivio, sobre todo teniendo en cuenta los últimos sustos que había tenido con ambos. Mi cuello aún dolía y el reflejo de un espejo me demostró una vez más la gran fuerza que tenía ese hombre... Lo único que me quedaba era ocultar lo sucedido con ayuda de la ropa. Y una vez más, Clara fue la única en ser testigo de las marcas que ese monstruo dejó sobre mi piel.

Mi mantra era todo el consuelo que tenía.

Y realmente, no necesitaba siquiera colocarme a sobre pensar lo sucedido, pues siendo consiente de cómo era ese monstruo, tal vez yo misma me lo había buscado; pero aun así estaba satisfecha, pues sabía que sus acciones eran un reflejo de lo humillado que se sintió. Una mordida o un golpe no cambiaría eso ni para él ni para alguno de los invitados. Quizás no podía defenderme de él como hubiese querido, pero mis limitaciones no me convertirían en una mujer débil. Y precisamente, para evitar que las limitaciones que ya tenía se cerniesen aún más sobre mí, necesitaba conocer todo cuanto ocurría a mi alrededor...

Podría considerar a Clara como un ángel caído, la astuta muchacha me ayudó a resguardarme de cualquier curioso hasta la partida de Abraham y su madre, según sus propias palabras, la mujer había preguntado gran cantidad de veces la razón de mi ausencia en el desayuno. Por suerte mis hermanos estaban enterados de que estaba "ocupada en otra cosa" Y Abraham no dudó en mentirle a todos sobre mi paradero; aun así que ella preguntase tanto por mí no me agradaba, ahora entendía que la noche anterior tan solo estaba evitando que fuese con Aiden, me había probado a su antojo y falle estrepitosamente...

Una vez Clara me indicó la partida de ese horrible par, salí de mi pequeño escondite y sigilosamente corrí escaleras arriba, necesitaba ver a Aiden.

Había pensado mucho sobre lo que pudo haberle sucedido, quizás su madre le había molestado, o vio alguna cosa reprochable, tal vez el problema era con Andrew o Abraham. Mil ideas pasaron por mi cabeza, pero sin duda no esperaba escuchar las palabras que salieron de la boca del niño.

Recluido en su cama, saltó a mis brazos apenas y me vio, sus mejillas estaban pegajosas y sus ojos tenían un color rojizo, pálido como un fantasma, me contó todo lo sucedido mientras yo sentía como se me escapaba el aliento.

— Los escuché, Naomi. Mi madre... — El niño no pudo terminar la oración, pues sus ojitos volvieron a llenarse de lágrimas. Estaba aterrorizado y con toda razón.

No podía entenderlo, ¿Cómo era que esa mujer había tenido tan poca sangre como para matar a su propio esposo? En otras circunstancias hubiese creído que era una completa mentira, una acusación que de algún modo fue infundada en Andrew. Pero a decir verdad... Una parte de mi quería creerlo. Sin embargo, seguía sin tener el más mínimo sentido; si Andrew era consciente del horrible crimen de su madre ¿Por qué no la entregaba a la policía? ¿Por qué no le había dicho la verdad a Abraham y Aiden nada más llegar? ¿O quizás Abraham ya lo sabía?...

— Tengo miedo... ¡Ya no reconozco a mi familia! ¿Y si intentan hacerse más daño? — Espetó el pequeño visiblemente dolido. — Andrew, la odia... Él está tan lleno de rencor que no sé dé lo que sea capaz, y Abraham... Si fue parte de esto... Mamá irá a la cárcel y yo...

Sin duda aquello era algo con lo que un chico de su edad no debería estar lidiando, preocupada, tomé su mano para atraer su atención nuevamente y el chiquillo me observó con una mueca.

— Aiden, torturarte de este modo no te ayudara en nada.

— También te lastimarán... — Soltó entonces, el dolor en su voz me causó un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. Tenía miedo.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora