Capitulo. 82

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Sin duda jamás pensé vivir algo tan surrealista como el acudir a una fiesta de té al más puro estilo inglés, con la madre de mi esposo; para otras mujeres sería un sueño algo así, pero para mí no podía resultar más hipócrita... Un teatro para agradar al espectador. Sin embargo, en aquella ocasión no existía espectador alguno... No terminaba de entender por qué la señora Stephen había preparado aquello, era más que obvio que ni Dalia ni yo le agradábamos; mucho menos mis hermanas. La matriarca de la familia era una mujer sumamente extraña y por lo que sabía podía ser un monstruo peor que su hijo. Mis piernas temblaban mientras bajaba las escaleras acompañada por Dalia, Eleonor y Jane. Claramente, mis hermanas estaban mucho más preocupadas por lo que en un desliz de nerviosismo terminé contándoles, Jane lucía tan tensa como la cuerda de un violín y la atrapé observando en repetidas ocasiones a Dalia; mientras que Eleonor permanecía en el silencio más angustiante de mi vida.

Al llegar al salón pude vislumbrar como este había sido decorado con flores, inundando la estancia con su perfume; una de las reliquias familiares, el piano de la difunta Abuela Charlotte, había sido traído de una de las habitaciones y se encontraba cerca del juego de sala que ya se encontraba arreglado para nosotras y contaba con una mesa llena de postres y un magnífico juego de porcelana para el té.

La señora Stephen se encontraba en uno de los sillones, lucía tan hermosa y... Pacífica, observando por una de las ventanas el nevado jardín, que realmente me asusto. Si Aiden tenía razón y aquella mujer había sido capaz de arrebatarle la vida a su esposo de años, entonces aquella apariencia de reina era su máscara, premeditada y peligrosa fachada capaz de obnubilar a las personas a su alrededor. Debía ser cautelosa.

— Que bueno que ya están aquí. — Celebró ella en cuanto nos vio, la ligera sonrisa que adornó sus labios rojos no me dio buena sensación. Acudir a su encuentro resultó tan extraño, como si fuésemos pequeños conejos caminando voluntariamente a las fauces del zorro. Aun así, cada una se sentó alrededor de la mujer y esta nos observó con la emoción de una madre. — No sean tímidas, queridas. Cambien esas caras, no voy a comerme a ninguna.

— Discúlpenos, Señora Stephen, para nosotras una fiesta de té es algo nuevo. — Sonrió mi hermana haciendo uso de sus excelentes modales. Si tan solo supiera la verdadera razón de la tensión que me carcomía.

— En realidad... — Intervino Dalia de pronto. — A mí me gustaría saber ¿Por qué nos citó tan de repente?

La pregunta de la chica pareció tomar desprevenida a la elegante mujer, pues por un pequeño momento pude ver como la seriedad tomaba su rostro; sin embargo, la señora Stephen no tardó en reponerse y forzando nuevamente una sonrisa nos observó a todas.

— Pues porque quiero conocerlas. — Pero su respuesta banal no nos dejó tranquila a ninguna de nosotras. A mi lado, noté como Dalia jugueteaba con sus manos nerviosamente, pero su rostro permanecía sereno. Al igual que yo, no le creía en lo más mínimo. — A penas pude charlar con ustedes en estos días y después de todo somos familia ahora. Eleonor, querida, me has dejado impresionada con tus cualidades.

Hábilmente, la mujer desvió por completo la conversación, enfocándose en cada una de nosotras, como si realmente quisiera conocer sobre nuestras vidas. No entendía para nada su comportamiento ¿Realmente era una asesina? ¿Una mujer sumamente estricta? ¿O tal vez una dama común y corriente? Creía a Aiden, sabía que no mentiría, pero ¿Y si lo que había escuchado no eran más que locuras de Andrew? ¿Y si me estaba sugestionando yo misma? No tenía pruebas reales de algún comportamiento tétrico en la mujer, tan solo comentarios y situaciones que pude haber malinterpretado... Andrew siempre había detestado a su propia madre, pero ¿Sería capaz de inventar algo tan horrible?

— Me agrada saber que tan buenas mujeres se han casado con mis hijos.

No, la actitud de Dalia no podía ser solo sugestiones. La chica estaba horriblemente incómoda y apenas hablaba, su gesto serio dejaba muy en claro que ella no quería estar allí y extrañamente la señora Stephen no paraba de intentar sacarle conversación sobre su matrimonio con Andrew. En tal situación no me quedo más que abocarme a mi protección y la de mis hermanas, evitando que ambas mujeres pudiesen adentrarse realmente en nuestras vidas.

Jeune fille indomptableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora