— ¿No te molesta estar aquí?
La pregunta de Aiden me pilló desprevenida. El ambiente había estado tan tranquilo aquel día, lastimosamente debido a la culpa que terminó cargando uno de los empleados de la cocina. "El asunto" por el que casi morimos, se limitó a un simple malentendido en la cocina, confundiendo las bayas de Belladona medicinales con bayas comunes... Por supuesto, aquella era una de las cosas más absurdas que había escuchado y para mi sorpresa, el mismísimo Abraham fue quien invento tan patética mentira.
No terminaba de comprender por qué tomarse tantas molestias si quería asesinarme, o a Dalia, o a alguno de mis hermanos. Y como no estaba segura de sus intenciones, había decidido resguardar de la mejor forma posible la salud de mi familia... Diciéndoles toda la verdad. Aunque fuesen pequeños y aunque desease protegerlos de todo, sabía que el conocimiento de lo que estaba sucediendo en aquella casa, podría mantenerlos despiertos ante cualquier nuevo desastre... Al menos mientras yo encontraba una forma de acabar con aquel matrimonio antes de tiempo.
— ¿A qué te refieres? — Aiden se encontraba a mi lado, el niño parecía muy ocupado leyendo un enorme libro; sin embargo, no se había movido de su asiento desde que llegué temprano en la mañana.
— Hablo de cuidar de Dalia, ayer también viniste... Creía que ella no te agradaba.
De la hermosa castaña de ojos esmeralda no quedaba más que una muchacha pálida y débil que despertaba por apenas segundos, en los que tan solo deliraba antes de volver a sucumbir ante los efectos de los medicamentos. Tristemente, aunque el efecto de la Belladona ya se había desvanecido de su cuerpo, el gran consumo de aquellos horribles pasteles habían dañado su cuerpo al punto de necesitar un reposo estricto y tantos medicamentos como para derribar a un caballo.
No pude evitar acercarme cuando noté como preparaban las bolsas de líquido en uno de esos percheros médicos... Rogaba porque pudiese recuperarse, de hecho realmente pensaba que la vería caminando muy pronto, al igual que a mis hermanas... Pero por alguna razón Dalia terminó engullendo más veneno que cualquiera de nosotras. Con pesar llevé mi mano al rostro de la chica y aparte los mechones de su fino y delicado cabello, era tan joven... Sin duda no merecía algo así y una parte de mí quería obviar aquel pensamiento recurrente y espantoso que me hacía preguntarme ¿Qué ocurriría cuando ella despertara?
Si Jane tenía razón, entonces tal vez Dalia recordase alguna conversación sobre Andrew en la que ni siquiera sé que pude haber dicho...
Contrariada, decidí apartarme de ella y caminar por aquella habitación en la que los recuerdos parecían dispuestos a engullirme ante la primera oportunidad que les diese de acercarse, pero tenía muy claro que tan solo eran eso, recuerdos de un paraíso ficticio al que ya no pertenecía. A decir verdad, no podía sentirme peor conmigo misma, pues no conseguía poner en orden mi mente y tal como en ese momento, terminaba divagando en lo que ansiaba mi corazón para luego arrepentirme y llenarme de culpa. Me sentía una horrible persona, preocupándome por tales cosas cuando la pobre chica seguía postrada en una cama.
— Eso no es cierto, Aiden. Tan solo no tuvimos un buen comienzo, pero Dalia también fue una víctima en todo esto y creo que nadie debería estar sola en su condición. — Realmente no entendía dónde podía estar Andrew cuando su esposa seguía inconsciente.
— Sabes que no está sola, yo la cuido. Teresa también está aquí. — Simplificó él sin apartar la mirada de su libro; sin embargo, pude notar claramente por el tono de su voz, que aquello no era una simple respuesta, existía un trasfondo que parecía rebuscar en mí algo que terminó por incomodarme levemente. — Y estoy seguro de que tendrás cosas más importantes que hacer en este momento... Pero aun así, eliges venir a cuidar de ella ¿Por qué?
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Jeune fille indomptable
RomancePudo pasarle a cualquiera, pero no. Esa gran tragedia le cambio la vida para siempre a ella... Ahora Naomi deberá ocuparse de toda su familia, deberá protegerlos de la maldad de otros. Tal vez se pierda a si misma. O Tal vez encuentre una luz en m...