yakov komarov

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personaje: yakov stevano komarov
pov yakov:


Nací el 5 de enero de 1969, en lo que hoy en día era llamada la URSS. Tuve una infancia muy tranquila; mis padres me querían mucho, y como soy hijo único, eso tenía sus ventajas. Era divertido no tener que compartir la atención de mis padres, no tener que pelear por cosas, o simplemente no tener a alguien que me molestara todo el día. Sin embargo, mis padres rara vez estaban en casa; siempre estaban fuera durante la mañana y el día, y volvían únicamente de noche. Para entonces, no querían jugar conmigo porque decían que estaban cansados. Cenábamos temprano y en silencio. A mamá no le gustaba que papá escuchara la radio durante la cena, pero tampoco teníamos mucho de qué hablar, ya que otra de las reglas era que no se hablaba de trabajo. Luego nos acostábamos y todo se repetía al día siguiente.

Algunos días eran más difíciles que otros. Mis padres solían protegerme mucho; cosas como no poder salir solo a jugar en la calle, aunque hubiera muchos niños en ella. Decían que la gente no siempre era buena y que había que tener cuidado, porque nunca se sabía qué peligros podía uno enfrentar.

Cuando cumplí tres años, entré al jardín de infantes. Aunque tengo que admitir que haber crecido solo me hacía más reservado que los demás niños de mi edad, nunca me molestó no tener amigos. Prefería estar con los animales del barrio o imaginar escenarios al azar en mi cabeza para formar historias cómicas.

Siempre les dije a mis padres que mi gran sueño, cuando fuera grande, era ser un escritor muy reconocido, pero ellos no compartían mi entusiasmo. Decían que era una idea tonta, que lo mejor era graduarse de una carrera universitaria como medicina, abogacía, o incluso veterinaria. Aunque estoy seguro de que en realidad querían que fuera soldado, como mi padre, pero no era lo mío. Definitivamente prefería cerrar los ojos y "escribir" lo que veía, lo que me hacía sentir, y lo que me transmitía cada cosa. Escribir para mí, por mí, porque me gustaba. Aun así, nunca faltaba el comentario:

—Te morirás de hambre si solo te dedicas a eso, y no hemos criado a un pordiosero.

La primaria fue común. No era como los demás niños que comían plastilina, se limpiaban los mocos con la manga de la ropa, o lloraban si no conseguían lo que querían. Definitivamente, eran insoportables. A mí solo me gustaba disfrutar de la hora del cuento, cuando la maestra nos llenaba los oídos con diversas historias. Aún recuerdo la hermosa forma en que narraba, respetando los puntos y comas, cambiando la tonalidad de la voz cada vez que introducía un nuevo personaje, tanto seres comunes como mágicos. Se notaba que le gustaba su trabajo, a pesar de ser ya una persona mayor.

A las 17:00 llegaba a mi casa, corría hacia mi mamá y le rogaba que en la noche me leyera una historia para dormir, tan bonita como la maestra lo hacía. Ella simplemente asentía, como intentando librarse de mis insistencias y ruegos. Cuando llegaba el momento de dormir, siempre decía que estaba muy cansada para leer. Lo decía con una cálida sonrisa de madre, prometiendo que lo haría al día siguiente. Así pasaron los días hasta que, a los 7 años, en 1983, decidí convertirme en un adulto responsable. Fue divertido al principio; solo aprendíamos a sumar y las letras. Pero algo faltaba. Ya nadie leía en voz alta ni cambiaba la voz para diferenciar a los personajes ficticios. Nadie entretenía a los niños, para que gritaran menos o corrieran menos de un lado a otro. Definitivamente, algo me faltaba. Así que ese año me obligué a aprender a leer por mi cuenta, usando las pocas palabras que nos habían enseñado en la escuela. Fue difícil, pero al final de ese año ya había logrado leer con fluidez, incluso trabalenguas difíciles, como:
"Черной ночью черный кот прыгнул в чёрный дымоход"
(En una noche negra, un gato negro saltó a una chimenea negra).

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⏰ Última actualización: Aug 16 ⏰

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