JAXTON
Aceleré sin pensar.
La moto dio una fuerte sacudida y tuve que hacer un esfuerzo para no chocarme con el piloto que tenía justo delante.
Tenía la cabeza dando vueltas y eso nunca era bueno.
El alboroto de alrededor lo hacía todo infinitamente peor.
Podía escuchar los gritos, los vítores, los aplausos, la voz de Adam todavía sonando a través de los altavoces mientras narraba la carrera y las indicaciones de David a mi espalda. Todo.
Nunca me había pasado antes. Cada vez que me sumergía en una carrera estábamos tan solo yo y la carretera, pero esta vez no.
La moto corría a casi 200 km/h y el aire me sacudía todo el cuerpo. Intenté centrarme en el asfalto, en cómo coger cada curva, en mantener el equilibrio y contar con el peso adicional que llevaba a mis espaldas.
La carrera no duraba mucho y yo sabía lo que hacía, siempre lo sabía. Me conocía cada bache, cada giro, cada altibajo, todo, pero estaba demasiado desconcentrado.
Escuché la voz de Hugo resonando en mi cabeza, gritándome que me concentrara, no me podía permitir perder, no cuando había tanto en juego, no había arriesgado todo para mandarlo a la mierda simplemente porque una chica morena me acabase de inclinar la cabeza.
¿Qué cojones me pasaba?
Sentí como las manos de David apretaban en mi espalda, me estaba avisando, él también lo estaba notando. Sabía que algo iba mal, pero no podía explicarle que no era capaz de quitarme la imagen de Lydia de la cabeza.
Hugo siempre me decía que Charlotte, algún día, iba a ser la causa de mi perdición, y por una vez en su vida, se equivocó. Nunca había sido Charlotte, ahora lo sabía.
Intenté coger aire. Estaba a punto de alcanzar la rotonda.
No tengo ni la más remota idea de cómo había llegado hasta ahí, era como si no hubiera avanzado, como si no me hubiese movido, y aun así, ahí estaba, apunto de llegar a la mitad de mi vuelta.
Traté de respirar, espantando la sensación de cosquilleo de los dedos. Joder, tenía que centrarme.
Apreté las manos en el manillar con mucha más fuerza.
Incliné mi cuerpo hacia adelante, aprovechándome de la posición aerodinámica de mi cuerpo.
De pronto los gritos comenzaron a volverse menos sonoros, los aplausos desaparecieron y la imagen de Lydia se borró.
Eso sí, el cosquilleo seguía ahí, pero no me importó, podía hacerlo, tenía que hacerlo.
Levanté un poco la cabeza y me di cuenta de que iba casi en última posición y apreté.
La moto volvió a sacudirse pero sabía controlarla de sobra.
Mi cuerpo pronto comenzó a girar hacia la izquierda, al igual que el de David. Nuestras rodillas casi rozaban el suelo y el olor a caucho quemado impregnaba el ambiente.
Acabé la gran rotonda y me di cuenta de que había adelantado a dos de mis rivales.
Ya solo me quedaban seis.
Mi cabeza le daba vueltas. una y otra vez, a la estrategia que había repasado mil veces con mi padrino.
Era sencillo.
Yo daría la primera vuelta, tenía que ocuparme de llegar en una de las primeras posiciones, al fin y al cabo, me sabía el circuito de memoria, mientras que David se ocuparía de analizar la conducción de los demás para encontrar sus puntos débiles y poder aprovecharlos al máximo durante la segunda vuelta.

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Y si llueve, petricor
Roman d'amour¿Qué harías tú cuándo esa vocecilla de tu cabeza no para de repetirte una cosa? Que no eres perfecta. Lydia tiene que soportar vivir con esa voz, día tras día, tratando de ignorarla pero, muchas veces, no resulta nada fácil. La voz interior de Jaxt...