Inusual.

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Sus días de trabajo casi siempre eran calmados, ya que los pocos percances que se presentaban, ella los resolvía con la rapidez que la caracterizaba, y por la que la fue contratada. Sin querer sonar presumida o arrogante, Haruno Sakura sabía qué hacía una excelente labor. Había estudiado años para su puesto como jefe de publicidad y mercadeo en Amateratsu. Amaba lo que hacía, realmente estaba muy feliz y realizada al haber cumplido veintiocho años y estar posicionada en una empresa de tal renombre en toda Konoha.

Sin embargo, no todo era tan sencillo, porque su rama de experticia era bastante caótica, llena de imprevistos y cambios de última hora; por lo que su agilidad para solucionar era bastante necesaria e imprescindible. Con el paso del tiempo, había recibido varias propuestas en otras empresas para desempeñar el cargo que tenía actualmente, mas ella los rechazaba siempre. No estaba interesada en otros lugares.

Ahora bien, no todo era color de rosa.

A pesar de estar rodeada de gente muy capaz, no era ningún secreto que ella, muy amable con todos, chocaba demasiado con uno de los dueños de toda la compañía. Por más cliché que sonara, no podía evitar verlo y que algo en su interior se enfureciera, de inmediato empezaban a discutir por la más mínima cosa; eran como el agua y el aceite. A Sakura le fastidiaba una gran variedad de cosas, principalmente las personas antipáticas, impacientes y groseras; y eso describía a la perfección a Uchiha Sasuke.

No había un solo día en donde no quisiera patearle su —muy lindo, cabe destacar— rostro. Trataba con todas sus fuerzas de contenerse, pero aquel hombre descifró con una facilidad vergonzosa qué decir y hacer para obtener la mayor cantidad de reacciones por parte de ella. Parecía como si disfrutara verla molesta, aunque era imposible, pues el Uchiha era demasiado serio para ese tipo de juegos de adolescentes. Él era todo lo contrario a su hermano Itachi, así que no le cabía en la cabeza cómo podían ser familia. Itachi era más amable, asertivo y calmado en todos los sentidos; mientras que Sasuke tendía a mostrarse más impaciente, anhelando resultados instantáneos de todas las cosas. Prácticamente, podía decir que a él no le interesaba cómo llegar a estos, con tal de tenerlos al instante. 

Aquella tarde en particular, estaba acompañada de unas cinco personas del departamento de mercadeo, discutiendo una campaña publicitaria para el alma máter de los ahí reunidos. Se habían excedido una hora extra en aquella reunión, pero era necesario para dejar todo listo.

Cuando Sakura terminó de explicar su punto, se sentó y cedió la palabra a Ino para discutir qué mejorar y dejar el resto para el día siguiente. Estaba tan enfocada escribiendo cada punto en su agenda, que no sintió cuando alguien entró y empezó a jugar con su cabello.

Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo.

Maldito idiota.

Ella conocía a la perfección ese toque, puesto que por alguna razón que todavía no comprendía, desde el primer momento que se conocieron, Sasuke nunca tuvo ningún inconveniente en acercarse más de lo socialmente aceptable a su espacio personal.

Ella no era de piedra, claro que sentía una mezcla de emociones cada vez que lo sentía tan cerca. Sin embargo, estas variaban dependiendo de cuánta presión sentía en el momento o qué decía el Uchiha para hacerla enojar. La mayoría de sus compañeros ya estaban acostumbrados a verlos discutir. Algunos susurraban (demasiado alto) que lucían como una pareja de ancianos casados. Y es que era así, Sakura no podía decir nada porque de inmediato Sasuke le llevaba la contraria.

O viceversa. Ella no quería darle el gusto de creer que estaba en lo correcto.

Lo peor era que él sabía que ella tenía la razón, pero preferiría hacerla enojarse antes que aceptarlo. Aun así, se mantuvo quieta, con tal de no incitarlo a decir cualquier barbaridad. Se preguntaba a menudo qué hizo en su vida pasada para tener que pagar semejante karma en la actualidad.

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