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Cuando los primeros rayos de sol apenas rozaban las copas de los árboles, Jungkook despertó con un plan en mente: un plan rudimentario, improvisado en la urgencia del desamor, pero con un objetivo claro e inquebrantable: recuperar el corazón de Taehyung.

Esa misma tarde, sin perder ni un minuto, Jungkook se puso en marcha. A las tres de la tarde, el sol castigaba con fuerza al tranquilo vecindario del norte. Sin pensarlo dos veces, estacionó el auto prestado frente a la casa de Taehyung, decidido a esperar hasta que su futuro novio se dignara a aparecer.

Tras una hora de espera infructuosa, Jungkook, impaciente como un niño pequeño, decidió subir el volumen de la música hasta límites insoportables. Apoyado sobre el volante, cantó tan fuerte como su voz lo permitió ignorando las miradas atónitas de los vecinos.

En medio de su serenata, una figura apareció en la puerta marrón de la casa. Taehyung, con su cabello desordenado, pantalones cortos y una sudadera blanca, contrastaba fuertemente con la calma de la mañana. En su mano, sostenía un jugo que bebía con desdén, como si el simple hecho de ver a Jungkook allí fuera una molestia más en su día.

—Otra vez tú — espetó con un tono entre sorprendido y molesto.

Un silencio incómodo se instaló entre ambos. Taehyung, visiblemente cansado, suspiró antes de abrir la puerta y salir al umbral para encararse con él.

—¿Qué quieres ahora, Jungkook? —preguntó.

Jungkook arqueó una ceja con fingida inocencia, lo miró por encima de sus gafas de sol con aire de superioridad y bajó ligeramente el volumen de la música. Lo escudriñó de pies a cabeza y replicó con tono burlón:

—¿Perdón? ¿Me hablas a mí?

Taehyung asintió, cruzando los brazos y recargándose en el marco de la puerta.

—No es nada, solo estoy estacionado. ¿No lo ves? —respondió el pelinegro con ironía.

—¿Aquí, frente a mi casa? —Taehyung arqueó una ceja con incredulidad.

—¿Tu casa? ¿Vives aquí?

Taehyung, sin poder ocultar su frustración, rodó los ojos y sorbió el último trago de jugo antes de lanzarle la envoltura a la cara

—Sí, Viniste ayer, antes de ayer y todos los días a llorar en mi puerta —dijo Taehyung con molestia—. Y solo te fuiste cuando mi hermano salió con su palo para ahuyentarte.

Jungkook frunció el ceño.

—¡Fue un mazo! Y además, yo no vine el viernes — replicó Jeon, ofendido. Se volvió a poner las gafas de sol y se arregló el cabello en el retrovisor, ignorando intencionalmente a Taehyung.

—¿En serio qué quieres? —Taehyung insistió, su tono ahora más cansado.

—Yo nada, ¿y tú? — respondió el pelinegro.

—Que te largues — dijo directo.

Jungkook, lejos de ofenderse, soltó una carcajada que resonó en el solitario vecindario. Luego, con un gesto teatral, sacó un caramelo de fresa de la guantera, lo peló con lentitud y se lo metió en la boca.

—Ay, Taehyung, si tú supieras... —dijo con voz melodramática mientras masticaba el caramelo—. Yo sé que en el fondo no quieres que me vaya. Lo que pasa es que estás en la fase de negación.

—¿Fase de negación? —preguntó Taehyung con una ceja arqueada, como si le hubieran contado un chiste malo.

—¡Sí! —exclamó el menor—.Sé que no me has superado, que te mueres y lloras por mí. Pero no te preocupes, mi amor, que tu príncipe azul ha llegado para secarte las lágrimas.

¿Otra vez tu? |KookTaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora