One shot.

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Este one shot se lo dedico a una persona muy especial para mi por su cumpleaños.
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La travesía en barco desde la isla Paradis hasta el puerto de Acirfa de Marley discurrió como un sueño. Brumoso y confuso.

Así se sintió Eren al descender por la rampilla al último, vislumbrando con indiferencia aquello que despertaba gritos de entusiasmo y admiración entre sus amistades.

Ajeno a la claridad del agua que reflejaba el cielo y las nubes, resplandecientes y angulosas y, aun más distante al bullicio del muelle.

A Eren no le interesaban los autos. Esas ruidosas máquinas con ruedas capaces de trasladarse a altas velocidades. Tampoco le importaban los numerosos comercios ni la enorme heterogeneidad de artículos que ofrecían y que, en su vida, Eren había visto.

Nada tenía relevancia.

Y cuando Mikasa ansió sacarlo de lo que ella consideró erróneamente como un estado de euforia reprimida, una especie de ensoñación, que no era tal, Eren no se molestó en disimular su antipatía hacia todo.

—Eren, tienes que probar esto— insistía Mikasa emocionada, acercandole uno de los dos conos de vainilla que Eren sujetó más por obligación que por ganas.

Dentro de él sentía abrirse nuevamente un agujero negro y destructor. Los recuerdos de su padre circulaban como molestas percepciones de imágenes puestas en un proyector. No cesaban, y empeoraban.

Eldianos en guetos que rara vez habían tenido la fortuna de probar un cono de helado mientras los Marleyanos vivían una existencia plena.

Y libre...

—¿Sucede algo, Eren?

La voz de Mikasa logró internarse en la marea de sus angustiosos pensamientos.

Entonces Eren notó que el helado se había derretido y ahora escurría entre sus dedos y su muñeca, goteando hasta formar una mancha encima de su zapato.

Por un molesto segundo Eren tuvo la genuina convicción de que, si en ese instante cerraba los ojos, vería sangre en lugar de la sustancia viscosa y colorida.

Ríos de sangre.

Sangre de Eldianos.

La náusea fue inevitable. Tenía que desprenderse de esa sensación tan aborrecible que lo inundaba.

A prisa, dejó caer el barquillo, se excusó brevemente con Mikasa y desapareció de su campo visual antes del arribo de Armin.

No soportaría escuchar de nuevo su ingenua celebración sobre lo increíble que era el mundo exterior, porque no lo era. Y parecía que Eren era el único condenado a ver a través del manto de la mentira y la hipocresía que los rodeaba. Sus nuevos poderes le permitían alcanzar la verdad. Pero a su vez le habían arrebatado la posibilidad de sumergirse en ese estanque de alegría efímera que por tantos años anheló.

El mundo era mucho, muchísimo más grande de lo que había imaginado. Si, pero también era ruin e infame. Sus habitantes lo eran.

Estaban destinados al exterminio debido a su equivoca hegemonía y sus firmes propósitos bélicos.

El ocaso se cernía a orillas del puerto en vistosos tonos naranjas y degradadas cinceladas amarillas surcando la inmensidad del cielo. Un atardecer más bello y completo de los que alguna vez Eren contempló dentro de las murallas. Y aún asi...aun así la sensación de vacío en su pecho no desaparecía.

Ver a todas esas personas sonrientes reunidas, a los comerciantes promocionando en voz alta sus comestibles, a los niños corriendo alegres en derredor.

Presagio.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora