CAPÍTULO 3

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Otro día comenzó, pero no es diferente a los demás en realidad, es como el mismo día repitiéndose en un bucle, intentando sanar esta misma peste negra. Solo pasó poco menos de un mes y de Max ya no salían gritos ni susurros, él me acompañaba silenciosamente en el rojo del lugar. Ya casi salía el sol y las cucarachas me daban la bienvenida al áspero lugar en la ventana, soy un rey que gobierna un reino podrido.

Esta mañana estuve calentándome en la ventana y vi como la madre de Sara intentaba entrar por la puerta, girando la llave pudo abrirla y soltando las compras quedó sorprendida de oler el aroma a muerte que se acumulaba en la casa. Al ver a su hija no quiso acercarse, al ver a un gato cubierto de sangre no quiso saber qué sucedió. Entonces me dirigí a la puerta en cámara lenta, con la culpa que llenaba mi hambre.

Al pasar por la puerta hacia el bosque una brisa de libertad atravesó mi ser. Los árboles me daban la bienvenida al paisaje que conformaban y el sol me acariciaba con la delicadeza de una madre consiente. Max desde adentro, solo me vio partir hacia la continuación de mi vida, él ya no se sentía parte de mí, así como yo ya no me sentía parte de la casa ni de mi madre. Solo me regaló una mirada mientras la madre de Sara me ahuyentaba con un palo hacia el bosque.

Me siento más tranquilo.

Los días entre los árboles se transformaron en meses. Días que ya no eran monótonos, días que salieron del bucle en el que estaban atrapados, días que poco a poco apartaban los pedazos filosos del corazón. Creo que fue la lluvia la que me despertó una tarde, inmerso en lo profundo de los árboles. Una silueta brillante se acercó a mí ¿eso era un sol indiviual? ¿solo para mí? Me quedé hipnotizado con su belleza, era puro arte desprendiendo tristeza desde sus trazos en el lienzo del atardecer.

Me daba la sensación de que esa luz me cuidaba en silencio, me guiaba hacia animales que cazar, hacia el agua que bebía y hacia lagunas donde podía bañarme a gusto. En las cristalinas lagunas me petrificaba cada vez que veía mi reflejo, ya no estaba infestado de las telarañas de las arañas, sino solo de bigotes y ojos felinos. Olvidé como se sentía el estar perdido en la oscuridad, solo desvaneciéndome...con una peste negra en el alma, con un rojo vivo en las paredes y con el frio de las manos que me criaron.

¿entonces que pasa?

Si desde el primer día que estoy aquí tenia claro lo que debía hacer: "seguir respirando". Como lo hice desde mi llegada al mundo, solo inhalar un poco de aire y exhalar mi tristeza. Hace poco la vida había traído una luz a mi vida cuando estaba ciego y quizá ahora solo debo seguir aguantando un poco más, porque otro día estará comenzando mañana y quién sabe qué es lo que traiga en su bolsa. 

La mente de un gatoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora