Único Capítulo

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Dejó escapar un largo suspiro, completamente agotado, limpiando el poco sudor que yacía en su frente con el dorso de su mano —Finalmente terminé-
—. Murmuró agotado, apreciando el baño completamente limpio.

Izuku

Esta es una casa de baños bastante descuidada ubicada en el campo, y normalmente es mi abuela quien está de encargada. Sin embargo, debido a problemas en su espalda, ahora mismo se encuentra hospitalizada.

Por esa misma razón, me pidió que yo la atendiera en lo que me encontraba de vacaciones, pero...

—¡Pero soy un estudiante de secundaria!—. Había alzado la voz alterado y nervioso. Me encontraba frente a mi abuela en su habitación de hospital.

—No tienes de que preocuparte, solo va la gente vieja—. Me respondió mi abuela con calma, pero riendo nerviosa, creo que había exagerado con mi alteración —Así que, no habrá gente rara de la que tengas que preocuparte—.

Ahora mismo, me encontraba recostado sobre el escritorio, completamente agotado. Apenas llevaba una semana y quería regresar a mi casa, no he atendido a demasiadas personas, y como había dicho mi abuela, solo la gente mayor iba a ese tipo de lugares, pero el convivir con ellos, fue suficiente para saber que ya me quiero largar.

Sería mejor si este lugar cerrara de una buena vez.

Justo en el momento en el que había cerrado los ojos con pesadez, dispuesto a dormir un rato sobre el mueble de la recepción, agudo y sonoro sonido de la campanilla de la entrada resonó en sus oídos.

—Bienve...—. Las palabras quedaron dentro de su boca, ante la persona que se había presentado enfrente de él.

—Hola—. Saludó la persona que había entrado al lugar.

Se trataba de una mujer, una hermosa mujer de apariencia jovial, de cabello corto, disparejo, color rubio cenizo y desordenado, sus ojos parecían rasgados, pero ligeramente grandes. Su piel clara parecía ser bastante suave, y ni hablar de su cuerpo, voluptuoso y atractivo, de pechos grandes y gran trasero.

¡Es hermosa!—. Gritó desde sus adentros el pecoso, sin si quiera haberse dado cuenta del sonrojo en su rostro
¿Qué hace alguien como ella en un sitio así?—.

Se encontraba tan sumergido en sus pensamientos, aun con su impresión presente, que no se había dado cuenta de la presencia de una segunda persona ingresando al edificio.

—Vaya, este lugar no ha cambiado nada. Es tan nostálgico—. Respiró profundo, inhalando el raro olor combinado a madera húmeda.

Reconociendo la voz al instante, el peliverde volteó enseguida hacia el lugar donde se encontraba aquel sujeto
—¿¡Masaru-san!?—. Preguntó, extrañado e impresionado, su sonrojo ya había disminuido.

—¡Hey, Izuku! Has crecido bastante. Ha sido un buen tiempo sin vernos—. Saludó amablemente aquel hombre, de cuarenta y tantos de edad —Mi padre se ha vuelto un poco senil, es por eso que he vuelto—.

El cerebro de Izuku trataba de procesar todo lo que estaba ocurriendo en ese momento.

—Ah, casi lo olvido. Esta es Mitsuki, mi esposa—. Presentó con gran alegría y emoción Masaru.

—Así que tú eres Izuku-Kun ¿eh?—. La hermosa Mitsuki se acercó hasta el joven, tomando entre sus manos la ajena perteneciente al peliverde —Masaru siempre habla del lindo chico al que considera su hermano menor—. Como si se tratase de una niña, agitaba la mano del chico con gran emoción, portando una radiante sonrisa en su rostro.

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