17.

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Miércoles en la mañana, que sueño y hambre tengo.

No fui a la universidad.... Bueno, fui pero me regresé porque ni siquiera hubieron clases.

Y bueno, ahora mismo, estoy viendo la vida pasar mientras bostezo y bebo agua. Ando muy hidratada últimamente.

—¿Qué haces aquí a esta hora?

Veo a Ruggero salir del ascensor. Sonrío.

—Lo mismo que tú. —musito viéndole acercarse.— Es que no tuve clases... ¿Qué haces?

Ladeo el rostro cuando hace el ademán de inclinarse a besarme.

—No. —digo negando.

—¿Por qué no?

—Nos están viendo. —susurro mirando a todos lados.— Vete ya.

—Ay, que ya voy.

Suelta un suspiro y pretende alejarse. Sonrío aliviada.

Hasta que en medio de mi descuido, se inclina a besar mis labios y se aleja campante.

Aprieto los labios.

Ya no es una broma, realmente siento las miradas sobre mí.

Maldita sea con Ruggero. Es un necio.

Evito sonreír, me gustó la acción pero no el momento en el que sucedió. Y ya, no pretendo seguir pensando en eso.

No tiene sentido entrar a un círculo vicioso como este. No quiero.

Conozco estas historias del jefe y la secretaria...

El jefe siempre hace estupideces que hieren a la protagonista pero después se disculpa como un idiota y ella, siendo más idiota aún, le perdona.

Y por alguna extraña razón, eso es romántico para las personas...

Ahora estoy confundida...

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—Ay, por fin podemos vernos y hablar.

—¿Por fin? Estás loca. —me alejo del abrazo de Daniela para poder caminar hacia la cafetera y tomar el café de Ruggero y Valentina.— Explícame por qué te fuiste tanto tiempo si se supone que solo iban a ser tres días.

El calor sube a sus mejillas visiblemente, arqueo una ceja mirándole fijamente mientras muerde su labio inferior y juega con sus manos.

Sospechoso...

—No te fuiste con Ágata. —concluyo. Se ríe.

—No, si fui con ella. Y trabajé con ella estos días.

—Pero...

—Pero nada, es todo. —suspira.— Tuvo un muy movido juicio.

—¿Por qué siento que el juicio no es lo único movido que tuvo?

—¿Te estás atreviendo a desconfiar de lo que digo?

Arqueo una ceja, ella se ríe y besa mi mejilla antes de tomar la taza de café y marcharse. Me quedo ahí, sin mover nada y con muchas ganas de saber cuál es el nuevo error que mi querida amiga cometió.

Porque es que esas risitas son de todo menos de confianza.

Algo está sucediendo y me lo estoy perdiendo.

Tomo las tazas de café y camino hacia la oficina a la que entro sin tocar aún sabiendo que puedo encontrarme otra de esas sorpresas que a Ruggero le encanta dar.

—¿Necesitan algo más? —pregunto apenas dejo el café sobre la mesa. Valentina me sonríe.

—¿Me quieres acompañar?

TÚ, YO Y LA HISTORIA QUE NUNCA SE CONTÓ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora