Capitulo 3

169 22 5
                                    


"Podría tenerte en mi mente siempre, aún si nuestro primer momento fue un inconveniente"

Se había devuelto al trabajo. No tuvo gran suerte de burlar el tráfico y llegó una hora tarde, no sabía a qué llamada de atención le debía temer más, si a la de recepción para dejarlo pasar o la de Andrés por no saber organizar sus tiempos.
Aunque Guillermo ya estuviera a solo unos cuantos pasos para la Dirección de Proyección Económica, y Andrés para la Dirección de Publicidad, sentía que Andrés podía acarrear con toda la empresa si quisiera con la actitud que se que se cargaba con él.

Pasó casi desapercibido por los de recepción. Entró al elevador con naturalidad y presionó el botón del décimo quinto piso, tenía dos sentimientos encontrados dentro de aquella caja de metal; temor y hambre, el primero le hacía replantearse la segunda. Andrés ya le había prometido comprar comida china, pero si iba con regaño incluido, preferiría quedarse con hambre unas horas más hasta regresar por Diego con sus madre.

El elevador se abrió, recibiéndole con la imagen de Andrés platicando con Saúl mientras tenía dos bolsas de comida en sus manos , mismos que voltearon a verlo sorprendidos. Agradecía a quién fuese que le pusiera a Álvarez en su camino y no recibir sus quejas directamente.

—¡Hey! Llegaste, Ochoa. ¿Cómo se siente tu hijo?—Preguntó Saúl al verlo salir del elevador. Guillermo rápido miró a Guardado buscando una respuesta sobre tal mentira que le hubiera dicho que veía embarrada ahora con Diego.

—Me dijiste que Diego le dolía el estómago y que lo llevarías al doctor, ¿no? ¿Qué tal?—Dijo Andrés dándole una pista de forma desapercibida de a lo que se refería Saúl.

—Sí...—regresó su atención con Álvarez.—Me dijo el doctor que solo era una infección por algo que comió en la escuela. Ya lo pasé a dejar con mi madre, por eso tardé en venir.—Vió el gesto convencido del pelirrojo. El tipo no era tanto de su agrado, conociéndolo por los ataques de ira que llegaba a tener con varios de sus compañeros a excepción de él y Andrés, aunque eso les extrañaba, no bajaban la guardia de tratarlo con pinzas.
Además Saúl era hijo de uno de los dueños de la empresa, siendo otra de las razones de tratarlo así.

—Que bueno que no sea nada grave para el pequeñín.—Comentó casualmente Saúl

—Sí. Bueno, si nos permites, vamos de vuelta al trabajo.— se adelantó a decir Guillermo.

—No, espérate. Andrés me dijo que no haz comido y que solo te tomaste un café. Los acompaño a que coman en la cafetería. De una vez aprovecho a comer yo también.—Propuso Saúl, causando una cruzada de miradas confundidas entre ambos rizados.

Tuvieron que aceptar, de todos modos era a donde se escabullirían al terminar de hablar con él, plan que no les funcionó. El único que ahora veía bien la situación era Guillermo pues se ahorraría la bola de nieve de sermones de Guardado, mientras que Andrés se vio fastidiado. Había perdido tiempo valioso de su tiempo platicando con el pelirrojo como para seguir fingiendo amabilidad otra hora más.

★———————★

Faltaban un par de horas para que terminara su último turno del día. Cada vez se arrepentía de haberse ofrecido a doblarlo cuando escuchó que dos meseros del turno de la tarde se habían enfermado.

Durante toda su labor sólo hubo dos cosas que le hacían no quejarse por completo de su día de descanso perdido:
1. El ambiente de fin de semana y las boludeces que hacían sus compañeros aminoraban el estrés del trabajo.
2. Hace casi una hora un niño estuvo espiándolo desde el pasillo que daba a la oficina.

La primera vez que lo vió de reojo le sacó tremendo susto, después creyó que sería el hijo de algún cliente y no le tomó tanta importancia.
Pero comenzó a notarlo más cuando el pequeño se sentó solo en una de las mesas alejadas. Ahora su atención solo se centraba en un cuaderno y colores frente a él.

Mi pequeño Versalles || Guillermo Ochoa x Lionel MessiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora