Capítulo 4. El Invernadero

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Enid no quería ir a la clase de hoy, pues la compartía con Ajax, y sabía que él estaría molesto con ella por haberle mentido el día anterior.

—Es que no lo entiendes, Dedos —la chica hablaba con él sobre Ajax—. No es fácil de solucionarlo, está enojado —la mano quería saber el porqué de su enojo, sin embargo, la rubia se negaba a contarle que le dijo una mentira para acompañar a Wednesday solo porque le gustaba—. Tampoco te puedo decir la razón por la que le mentí... No, me reúso a decirte por qué fui con ella —se cruzó de brazos.

No solo era la presión de pensar que Ajax la ignoraría o le reclamaría, también era el saber donde pondría la carta para Wednesday. Ella también estaba en esa clase con Enid.

—Como sea, mejor me apresuro en cambiarme. No quiero llegar tarde a clases.

Dedos respondió con el pulgar hacia arriba y se retiró, en busca de Wednesday. Ella había salido mucho antes de la habitación para darse un respiro, después iría a clases.

—Después pensaré en la carta, tal vez se la entregue en la clase. La dejaré en el lugar donde se sienta. Sí, eso haré —la rubia murmuraba para sí misma.

El día de ayer, ella se las había ingeniado para dejar su carta debajo de la puerta de su habitación. Ambas llegaron juntas, pero Enid se excusó de tener prisa para ir al baño, fue ahí que llegó corriendo escribiendo algo rápido y dejándolo debajo de la puerta de su habitación. Lo bueno es que la pelinegra llegó dos minutos después de que Enid dejara la dichosa carta, y la rubia vino llegando a la habitación cuando Wednesday veía con miradas asesinas a el pobre de Dedos, pues ella le reclamaba de no haber visto al acosador. La rubia aún recordaba sus palabras: "¿Cómo es que no viste quién la dejó? ¡Pudiste encararlo cuando tenías la oportunidad! Solo tenías que abrir la puerta, ¡no es mucho!".

Cuando terminó de escribir la carta, la leyó de nuevo, asegurándose de no haber cometido algún error ortográfico; no quería eso, a la pelinegra no le gustaría.

"¡Que tal todo! Siento mucha emoción por comenzar el día, aunque seguramente tú no estés así, lo comprendo. Deseo que tu día salga bien, ya sabes, siempre pienso en ti. Nos vemos luego, me gustas mucho".

—Perfecto —sonrió, guardando la carta en su mochila. Después, se dirigió hacia su clase, en la primera hora le tocaría con la profesora Thornhill.

Llegó y lo primero que hizo fue localizar el lugar de Wednesday, que no era difícil de encontrar, pues se sentaba delante de ella. Fue la primera en llegar, así que no había problemas en que alguien la viera, además de que la carta no estaría suelta así sin más en la mesa de trabajo, pues la había guardado en una carpeta.

—¿Enid? ¿Qué haces en el lugar de Wednesday?

La chica se sobresaltó ante la voz de Ajax.

—Nada —volteó a verlo—. No veo por qué te importe —tal vez soltó eso de forma brusca, pero no era su intención. Incluso lo miró frunciendo su ceño.

El chico quiso decir algo brusco como respuesta, pero al instante se arrepintió y solo se acercó para encararla.

—Me mentiste, no entiendo por qué lo hiciste. Enid, creí que eras diferente, pero eres igual que las demás chicas. No quería pensar mal de ti, pero ahora veo que estaba equivocado.

La chica no supo que decir, estaba sin palabras, se sentía mal.

—¿Fue para ir con Wednesday? —Enid no respondió, entonces Ajax se desesperó—. Responde, por favor, Enid. ¿Me mentiste para irte con Wednesday?

La chica solo pudo asentir, sintiéndose horriblemente mal. Había decepcionado a alguien, a su amigo. Enid se preguntaba por qué se sentía peor que la vez que su madre le dijo que era una decepción para toda la familia, tal vez era porque Ajax estaba ahí para apoyarla sin importar que, mientras le contaba su horrible vida.

Pequeñas Cartas de Amor | WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora