Voyeur

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Suspiré por quinta vez en los últimos treinta minutos, ¿Qué hacía un adolescente de dieciséis años "invocando" a un espectro que probablemente no existe? Pues por mero aburrimiento.

Revisé toda la casa hace unos minutos, buscaba minuciosamente por todo el lugar, no había nadie, eso era lo que necesitaba. Miré la libreta en mi mano, pasé saliva con algo de dificultad y leí la primera indicación de la lista.

"La casa debe estar completamente vacía, tú serás la excepción"

A paso lento me dirigí a mi habitación, deje la puerta abierta y seguí la segunda indicación.

"Debes dejar la puerta entreabierta, a unos quince centímetros estará bien. Aumentarás su curiosidad"

Dejé la libreta en mi escritorio, mis manos temblaban. Aún podía arrepentirme, pero eso sería un insulto a mi orgullo masculino. Me senté en una silla de madera, cerré mis ojos y apreté mis puños intentando relajarme, fui normalizando mi respiración; pasaron unos tres minutos al menos.

- ¿Voyeur? -pregunté algo inseguro.

Escuché un ruido proveniente de la escalera, pasé saliva. Sentía la adrenalina correr por mi sistema. Un nuevo ruido hizo que me sobresaltara. Escuché pasos, mi habitación al final del pasillo y los pasos se escuchaban algo lejanos. Su cercanía aumentaba y mi nerviosismo también. Mis ojos estaban cerrados y mis puños aun apretados sobre mis piernas.

"Debes sentarte a un metro de la puerta, él se acercará a ti y te examinará. Recuerda, no abras los ojos hasta que se vaya"

Los pasos se detuvieron justo en la puerta, podía sentir que me miraban; era una mirada pesada, me incomodaba. Mi relajación se fue al caño cuando escuché la puerta rechinar. Los pasos se acercaron a mí y comenzaron a rodearme. Sentía la presencia de alguien, podría jurar que había tocado mi rostro; fue algo muy suave. Me incliné hacía el espaldar de la silla intentando que no volviese a tocarme.

Sentí su presencia alejarse de mí y luego de unos segundo los pasos de antes bajando por la escalera. Dicen que la curiosidad mató al gato, pero murió sabiendo. Rompí una de las más importantes reglas.

"Deja que se vaya. No corras tras él, podrías alcanzarlo"

Me levanté de la silla y corrí por el pasillo hasta las escaleras, las bajé rápidamente y me paralicé al llegar abajo. Él estaba allí, dándome la espalda. Parecía un hombre normal de tal vez unos veinticuatro o un poco menos. Era un poco más alto que yo y tenía el cabello castaño, no era ni muy largo ni muy corto; era desordenado y era liso pero no llegaba a serlo totalmente. Vestía unos pantalones oscuros y una sudadera ancha de color verde oscuro, parecía tener algún tipo de diseño militar.

Se dio la vuelta y me miró fijamente, sus ojos eran grises; o al menos podía suponer que ambos lo eran. No lo sabía debido a la gran cicatriz que cubría sus ojos derecho, obligándolo a mantenerlo cerrado.

- Hola. -dije cuando por fin pude asimilar la situación. No pareció haberlo tomado muy bien. Lo vi correr hacía mí y luego todo se sumió en total oscuridad.

Desperté tarde, de noche. Estaba en mi habitación, asumí que él o mis padres me habían traído. Tomé mi cabeza con una de mis manos y fruncí el entrecejo, sentía una presión dolorosa; me senté y suspiré. Me levanté a encender la luz y observé toda mi habitación buscando finalizar el juego y lo vi, algo sobre mi escritorio. Me acerqué y recordé el último paso antes de tomarlo.

"Tal vez, si cumples todas las reglas, te deje un regalo. Suerte"

Tomé el "regalo" y lo examiné, era una pluma blanca y había una nota pegada a ella. La leí y mi corazón se aceleró.

"Por favor, vuelve a jugar"

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