CAPÍTULO 4

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Odio los lunes, me parecen lo peor del mundo.

Me miro en el espejo y le lavo la cara, parece que no he dormido en toda la noche. Bea y Joel están en la cocina desayunando pero no me siento con hambre. Me lavo los dientes y me visto mientras aviso a Joel de que estoy lista para salir.

Bea tiene horarios distintos de vez en cuando así que se queda en casa esperando que Pat la recoja para llevarlas. Joel y yo bajamos por el ascensor hablando de cualquier tontería hasta llegar el coche y poner rumbo a la universidad.

La mañana transcurre con normalidad y yo solo puedo pensar en que llegue la tarde y comenzar con el trabajo. Me parece algo perfecto para mantenerme ocupada y sacarme un dinero extra. Joel me ha preguntado un par de veces durante la mañana sobre el canario, pero la verdad es que no le he escrito, y él no tiene mi número, así que no hay alternativa.

Quizá no estoy siendo muy buena persona, pero necesito concentrarme en mi y en mis estudios, y Pedri debería hacer lo mismo con su carrera. Ninguno de los dos deberíamos insistir con ello. Joel piensa que si eso es lo que decido debería comunicárselo al menos, porque le di a entender que le escribiría.

La otra parte de mi sigue recordando que es un futbolista y lo más seguro es que se haya olvidado de mí, pero no puedo dejar de pensar en él, y la manera que mi cuerpo reacciona cuando me toca, de solo pensarlo mi centro se altera.

Después de comer, Bea y Joel insisten en acompañarme al trabajo, Joel se ofrece para llevarme en coche, y Bea prefiere venir para indicarnos ella misma el camino.

Decido vestirme con unos vaqueros sencillos y una camiseta negra, quiero dar una buena impresión y lo mejor para ello es parecer discreta. Joel se ríe cuando menciono la palabra discreta.

En menos de 10 minutos estamos allí, reconozco más o menos la zona y agradezco que sé como llegar en bus para las próximas veces. Es un bar bastante amplio y muy centrado en la capital, parece una especie de pub, y Bea me ha explicado que funcionan como bar, y los fines de semana por la noche ponen música y la cosa se anima, pero no demasiado.

Mis dos amigos insisten en acompañarme hasta dentro y luego podrán irse. Cuando cruzo las puertas de entrada analizo el sitio con la mirada, es muy bonito. Mis ojos se mueven entre la poca gente que hay y terminan desplazándo se hasta detrás de la barra. Me detengo en un chico que lleva el polo del uniforme del bar. Joder, es guapísimo.

Es alto y parece bastante fuerte, moreno de ojos oscuros y sin rastro de barba. Tiene el pelo rapado y varios tatuajes. Habla con un cliente y le dedica una sonrisa, y mi cuerpo se derrite.

-Tía, ¿has visto ese camarero? Joder, me parece que voy a empezar a venir aqui.- Me dice Bea dándome un pequeño golpe con el codo. Parece que no soy la única que se ha fijado en mi futuro compañero.

Joel me aconseja que me presente ya para parecer puntual y se lleva a Bea casi arrastras del lugar. Me muevo nerviosa hacia la barra y una mujer de unos 45 años se acerca a mí con una sonrisa.

-¿Estás buscando algo bonita?- Me pregunta con una sonrisa amable.

-Hola sí, soy Judith, vengo para el puesto de camarera.- Le tiendo la mano con una sonrisa y rápidamente me la acepta con efusividad.

-Encantada Judith, soy Marisa y soy la que lleva un poco este tinglado. La chica que está detrás de la barra es Maya, y el chico que ahora está tomando nota a esa mesa es Diego, creo que son los dos un par de años mayores que tú, seguro que os llevaréis bien.- Ninguno de los dos mencionados nos puede oír y sé que ninguno se ha percatado de mi presencia todavía.-¿Te parece si pasamos atrás y te hago unas preguntillas? Tengo ahí el contrato preparado.- Me hace un ademán con la mano y me anima a seguirla. Asiento y pasamos a una sala detrás de la barra con una mesita y varias cosas de cocina.

Caricias | PEDRI GONZALEZ //+18// Donde viven las historias. Descúbrelo ahora