Amie tomó la linterna de su bolso.
La colina de Stonehenge sobresalía por sobre el resto del frívolo y oscuro paisaje. No había otra cosa que rodeara ese lugar ni que llamara más la atención que ese círculo de rocas que parecía representar la inmensidad misma.
La mujer guió a los chicos, a su hijo y a la elegida, todo el camino hasta llegar al tope de la colina, enfrente del monumento construido hacía siglos, al cual se le devolvería la protección esa misma noche, gracias a Ada.
Habían creado un plan que, aunque Amie lo había planificado casi en su totalidad, ni siquiera ella se sentía segura de lo que estaban por hacer.
James miró su reloj el cual marcaba las once y cincuenta minutos. Faltaban diez minutos para que todo ocurra, para que Ada tenga que resolver el enigma de las estrellas.
Ninguno de los tres habló durante el viaje, simplemente exploraron sus pensamientos, todos con un mismo objetivo, pero con caminos a tomar bastante distintos.
Ada estaba demasiado nerviosa.
El día anterior había estado preparando galletas con su madre y en ese momento se encontraba en frente de las rocas de Stonehenge con sus vecinos para resolver el enigma que le brindaría protección a la magia de las poderosas rocas. Se le había olvidado el plan, cada regla que debían seguir y la innumerable lista de precauciones que le había dictado James. Solo esperaba que esos diez eternos minutos terminaran para entrar en ese círculo. Para ver las estrellas. Para liberar a la criatura.
El tiempo transcurría tan lento y tan rápido a la vez como en el país de las maravillas, donde el tiempo finalmente siempre te encontraría, pero cada minuto era apreciado como oro.
Hasta que llegó. James le clavó a ambas una mirada fulminante mientras las campanadas que indicaban las doce de la noche tocaban petrificando el cuerpo y las respiraciones de Ada.
- Hazlo - exclamó Amie con un tono decidido aunque sin perder su dulzura de siempre.
Sin dudar un segundo, Ada corrió hacia las rocas y se posicionó en el centro. Sintió que el suelo se movió y de repente un pedestal de piedra color ocre salió de debajo de sus pies dejándola parada encima de él. Estando ya a una altura razonable del suelo este frenó su salida.
Ada miro el cielo. Las estrellas. Había algo en las estrellas. Se comenzaron a mover más rápido. Fugaces. Se unieron formando una figura que Ada suponía que solo ella lograría ver. Deseaba saber cómo estaban Amie y James, pero no se atrevía a dejar de mirar el cielo. No podía perderse ningún detalle.
Unos segundos después, un viento fuerte comenzó a soplar y a dejar en descubierto la cara de la chica.
La audición cada vez se le dificultaba más por la velocidad del viento y sintió como si sus extremidades fueran a desplomarse en el suelo. Resistió.
Las estrellas comenzaron a formar la figura de una criatura. Su cara era tan detallada que podía ver como sus ojos se clavaban en ella y como una sensación extraña la envolvía absorbiendo cualquier otra cosa que ocurriera en la realidad. Debajo de la cara de la criatura, que no paraba de mover sus facciones en expresiones de felicidad, incredulidad y asombro, comenzó a escribirse algo:“Mírame y sabrás, arrancame y entenderás, dibújame y así, todas las respuestas tendrás”
En ese mismo momento un destello verde iluminó cada parte del cielo y de la tierra, la cara de la criatura quedó sumida en un destello casi blanco que no tardó en desaparecer dejando una aurora de colores más tenues que acompañaban los movimientos y el sonido del viento.
Para cuando Ada volvió a mirar la frase esta ya se había desdibujado. Una fuerte luz la molestó de reojo. Miró casi sin doblar el cuello para ver una piedra que emitía una luz verde destellante clavada en el centro de la roca más alta y grande de todas. “Mírame y sabrás”. Tenía que ir a ella. Se bajó del pedestal con un salto y corrió lo mas rapido que se lo permitió su leve visión y audición. Cuando tuvo la piedra a unos centímetros de su cara, vibrando con su luz centelleante, lo supo. “Arrancame y entenderás”. Aplicó todas sus fuerzas para quitar ese duro cristal de la roca hasta que lo logró y lo tuvo en sus manos. Latente. Existente. Era un ente que gritaba sin hacerlo. Que imploraba sin hacerlo. Ella lo podía percibir. Hizo que de una vuelta sobre su mano cuando vio un símbolo azul oscuro que se proyectaba dentro del cristal, como si fuese su corazón. Vibraba como su corazón. Era el símbolo que estaba en todas partes. Lo conocía. El símbolo de su libro. El simbolo del libro de Amie. El símbolo. La palabra que faltaba comprender. la respuesta a la pregunta de James. “QUINCE. DOCE. ESTRELLAS. ROCA. SÍMBOLO” SÍMBOLO.
“Dibújame y así, todas las respuestas tendrás.”
Dando zancadas se dirigió hacia la roca contigua a la que tenía en frente y tomó una gran rama que estaba en el suelo. Casi sin despegar la vista del cristal verde dibujo el gigante símbolo por toda la superficie de dentro del círculo de las rocas, llegando a cada extremo. Cuando terminó se sintió increíblemente poderosa, pero había algo que faltaba hacer, su tarea no había sido completada aún.
Como si fuese por arte de magia, sintió una corazonada que le hizo vibrar todos los pensamientos en su cabeza. Corrió hacia el centro de ese símbolo y clavó el cristal en él. Una ráfaga de viento pasó por encima de ella atropellándola con todas sus fuerzas. Las luces que vibraban intensamente nublando su visión se cuadruplicaron. Cayó de rodillas al piso, intentando de juntar la valentía suficiente para poder abrir los ojos, cuando de repente todo pareció apagarse. La sensación que la envolvía se extinguió, al igual que el viento y las luces. Todo había terminado.
Abrió los ojos y giró la cabeza hacia James y Amie que se encontraban tirados en el suelo. Parecían haber estado protegiéndose de la tormenta de viento y de la aurora. Miro sus manos temblando y a la piedra que se encontraba debajo de ella clavada en el suelo, que hacía unos instantes era verde vibrante, apagada. Completamente apagada.
Se incorporó y corrió con el poco aliento que le quedaba hacia sus compañeros, y como si esa corazonada le hubiese indicado algo más que solo clavar la piedra en el centro del símbolo, como si algo malo estuviese a punto de pasar, como si en realidad haber intentado resolver el enigma no hubiese sido bueno, como si en realidad la bestia significara un peligro para el pueblo y no una protección, como si todo eso hubiese sido… un grave error, le dijo a sus compañeros con su cara sucia por la tierra llena de preocupación:
- Larguémonos de aquí.Corrieron con todas sus fuerzas hasta llegar a donde las casas comenzaban a ser visibles y donde las luces de los faroles iluminaban las calles. James estaba blanco, pálido como la nieve, sin emitir un sonido más que leves quejidos por haber corrido tanto. Amie, al hacer una pausa, se tomó la cabeza y esbozó un intento de sonrisa. La cara de Ada estaba magullada y raspada, la comisura de su labio se encontraba lastimada por lo que parecía un leve rasguño.
Por primera vez ninguno de los tres supo que hacer o qué decir, pero ninguno siguió caminando. No había tranquilidad en ninguna de sus miradas, no había sorpresa en la cara de Amie, orgullo en la expresión de James o realización en la cara de Ada. Sorpresivamente, todos sentían que habían hecho algo no necesariamente bueno.
Los árboles se extendian por todo Stonecross, gigantes, negros, oscuros, haciendo juego con esa madrugada, igual de oscura. Optaron por seguir caminando hasta que se encontraron con una hilera de casas particularmente altas pegadas una con la otra.
Fue allí cuando James exclamó por fin algo luego de tanto tiempo.
- Miren eso - dijo casi en un susurro que fue tragado por un repentino grito ahogado.
Estaban en la puerta de la casa histórica de Stonecross que pertenecía hacia siglos a Dolores Stone y a su esposo, Marcus Stone, los fundadores del pueblo.
Pero de repente pasó algo raro. Ada logró ver lo que estaba intentando mostrarle James...
Fue entonces cuando vio a alguien trepando por la ventana de la casa antigua y preciada por el pueblo…aunque esa figura no era un alguien. Era algo.
Sus músculos se tensaron y se quedó en el lugar, completamente paralizada, con miedo hasta de respirar.
La criatura había despertado.
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El Enigma De Las Estrellas
FantasyAllí no la estaban pasando bien, especialmente James. Stonecross lo aburría. La única buena atracción era Stonhenge, pero habían ido allí tantas veces y ver esas rocas todos los fines de semana ya no era algo emocionante. Sus padres habían querido m...