»Cine«

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       Tomamos asiento tan pronto como encontramos los que nos correspondían.
La oscura sala alumbrada por las tenues luces del lugar deja apreciar que no hay demasiadas personas.
La chica de rubios cabellos cenizos a mi lado se mantiene mirando la oscura pantalla con atención.
—Gracias por acompañarme, Les —sonríe posando sus ojos color miel en mí.
—No agradezcas, Ale —sonrío—, moría por ver la película.
Mentira. Ni siquiera me llama la atención, pero cuando mi amiga me dijo que anhelaba verla, no pude decirle que no.
Desde que nos conocemos hacemos esto, una siempre busca a la otra, y siempre estamos para ella.
Alejandra con 18 años y yo con 15, desde pequeñas logramos forjar una gran amistad.
—Juro que para la otra, tú elijes la película —ríe tal vez recordando que las últimas tres veces ella la ha escogido.
Y, aunque no tengo problema, debo admitir que las películas de su elección no son totalmente de mi agrado.
Ella prefiere el drama y el romance, mientras que yo me inclino al terror.
Pero hay que admitirlo, si nos gustaran las mismas cosas no seríamos tan buenas amigas.
La sala termina de oscurecerse, llevando consigo también el ruido, y dejando un absoluto silencio. La pantalla se enciende y, tras algunos anuncios, la película da inicio.

Al tercer bostezo recargo mi cabeza en el hombro de la mayor.
Me dará diabetes si sigo viendo estas cosas.

Besos, abrazos, lágrimas… ¿En dónde está la sangre? O siquiera el sexo, eso la haría interesante.

Cierro los ojos por un momento que no duró mucho, pues la suave y aporcelanada mano de Alejandra se encontraba recorriendo mi cuello.
Vuelvo a cerrar los ojos a la par que muerdo mi labio inferior.
A veces no sé si lo hace con o sin intenciones.
Cruzo mis desnudas piernas, cortesía de la falda, al sentir un escalofrío recorrer mi cuerpo.
Sin embargo, no se molesta en dejar de realizar aquella acción.

Muy bien, lo está haciendo intencionalmente.

Mi respiración comienza a acelerarse así como los palpitares de mi corazón.
Sube su mano a mi barbilla, posa dos dedos en mis labios, no puedo impedir el lamerlos ligeramente.
Siento que mis mejillas están completamente rojas.
La miro de reojo, tiene una leve sonrisa en los labios, aún así, su vista está fija en la película, a la que, por cierto, no he puesto mucha atención.
Vuelve a pasar sus dedos por mis labios, y yo vuelvo a realizar mi acción anterior.
Me mira con aquella sonrisa. Se deshace del reposabrazos que nos separaba y golpea ligeramente la orilla de mi asiento para que me acerque a ella.
Mas no lo hago, vuelvo a fijar la vista en la aburrida película.

La protagonista está llorando, pues su novio la ha terminado.

¿Soy yo o hace calor aquí?

Se acerca a mí y rodea mis hombros con su brazo. Me jala un poco a ella dejándome recostada en su regazo.
Ésta vez son sus labios los que se posan en mi cuello.
Mi piel se eriza al sentirla besarlo y dejar algunas mordidas.

¿Acaso esto no era otra de tantas salidas entre amigas?

Su mano se escabulle bajo el escote de mi blusa, topándose con uno de mis senos al no tener sostén.
La siento soltar un bufido, al mismo tiempo que juega con mi ya parado pezón.
Oprimo mis labios, reprimiendo el gemido que anhela salir de mí.

Me incorporo a mi posición anterior en cuanto me suelta.
Mis piernas tiemblan.

No sé qué demonios está pasando, lo único que sé es que quiero que continúe.

Tras tanto circo, maroma y teatro, los protagonistas de la película están por contraer nupcias…

Su mano se posa en mi pierna y, con lentitud, levanta mi falda para poder palpar mi entrepierna sobre mis bragas, acariciándome de arriba abajo y de abajo arriba, haciendo que las abra un poco más.
Busca la oportunidad para ocultarse bajo mis bragas, al hacerlo, sin más, sus dedos entran en mí.
Un gemido casi inaudible escapa.
Los mueve con lentitud, para después acelerar.

Es la primera vez que unas manos ajenas a las mías acarician mi intimidad.
Y, aunque me gusta la sensación, puedo decir que una parte de mí está muriendo de pena.

Apreto el asiento a causa de la mezcla de dolor y placer que en estos momentos siento.
Aleja su mano, dejándome con un rotundo deseo de más.

La película finaliza. La pantalla se apaga a la par que las luces se encienden.

Alejandra suelta una risotada al notar el temblor en mi cuerpo.
Se pone de pie, dejándome observar que, al igual que yo, no porta sostén, pues sus pezones se encuentran erectos.

—Después de todo —dice sonriente— fue una mala película —finaliza con burla.

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