Capítulo 6: Pecado mortal

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Brianna

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Brianna

—Quiero saber como se siente —le confesé.

—¿Se siente qué?

—Besar a alguien.

Quizá se trató de la adrenalina o de aquel sentimiento de suficiencia que estaba experimentando en ese instante, pero por primera vez en mucho tiempo, me sentí poderosa; como si pudiera tomar el control de mi destino con mis propias manos sin arrepentirme después.

Aquello con facilidad pudo haber sonado como una sentencia de muerte, porque así se sintió; una muy emocionante sentencia, delante de alguien que me estaba mirando como si me hubiera brotado una segunda cabeza.

—No sabes lo que dices —arremetió Alec con una sonrisa falsa—. No puedes venir, sacarme de mi cama y decirme simplemente que quieres besar a alguien solo porque sí.

—Se lo que dije —resoplé, mirando en otra dirección—, pero no es fácil repetirlo, porque no quiero besar a otro, quiero besarte a ti.

Cuando finalicé, se apartó de golpe.

El mundo viniéndose abajo.

Fue ahí cuando comencé a arrepentirme de mi gran boca y la imprudencia que me caracterizaba; un mal hábito por el que siempre me reprendían, pero que contra todo pronóstico, no había logrado cambiar.

Nos quedamos en silencio por un rato, Alec pudo ver la decepción pintada en mi rostro, pero en vez de enfrentarme y ser franco, prefirió la opción sencilla, ya que sin aviso, se dio la vuelta y prácticamente huyó para adentrarse en el bosque.

Primero me quede quieta, cuestionándome si debía seguirlo. Él era una persona cerrada y difícil de entender, como un complejo ejercicio matemático que ni el mejor de los ingenieros iba a lograr descifrar.

Corrí unos pasos detrás, deteniéndome al sentir mi teléfono vibrar por debajo de mi sudadera. Sea quien fuese, no iba a arruinarme el momento, así que preferí ignorar la llamada que se repitió un par de veces y acelerar el paso, aunque fuera difícil alcanzarlo.

Era demasiado alto y yo tenía unas piernas cortas, que habían sido usadas en demasía esa noche cuando hui por todo el departamento de arte.

¿En qué momento habíamos pasado de él persiguiéndome a yo persiguiéndolo a él? No lo sé.

Fueron varios intentos para atraparlo y pensé que iba a fracasar. El idiota era escurridizo y la oscuridad tampoco ayudaba mucho, ya que sentía que iba a caerme de boca en cualquier momento, al tropezarme con una roca o que iba a estrellarme contra un árbol. En el mejor de los casos, podía regresar al edificio donde estaba mi dormitorio y acurrucarme el par de horas que me quedaban para levantarme en el incómodo sofá de la sala común.

No volvería a mirar a Alec a la cara jamás y su hermana iba a bullearme por décadas si se enteraba de aquello.

Transcurrió algún tiempo, hasta que fatigada, lo alcancé. Tuve que tomarlo del brazo para que se detuviera; luego se dio la vuelta, sacudiéndose para que lo soltara. No tuve la energía para leer su expresión en medio de tanta oscuridad, pero el sonido de sus dientes apretados me dolió. Probablemente pensaba que era patética o que solo trataba de llamar su atención.

Psicosis: bajos instintosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora