📖CIENTO CUARENTA Y TRES📖

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P. O. V. KAI:

Ciertamente, luego de la confesión o historia de Asher, Carla y yo logramos empatizar con él. Aunque, si era honesto conmigo mismo, me sentía realmente mal porque yo tenía motivos de vida más egoístas, yo no había hecho nada por mis padres ni por el bien de mis amigos, todo esto se había hecho por mis caprichos; a diferencia de Asher, el cual arriesgaba su vida por su la salud de su madre. Esto me tenía realmente mal.

-¿Kai? - me llamó Kikyō.

Estaba sentado en la entrada de la casa, solo divagando en mis pensamientos.

-¡Kai! - me volvió a llamar.

-Si te escuche, ¿qué ocurre? - le dije con un suspiro.

-¿Hoy tampoco vendrá Asher? - pregunto curiosa.

El mencionado había venido toda la semana, pero justo dos días antes (es decir el viernes) me había dicho que tenía asuntos con la RG y que no vendría durante el fin de semana, por lo que teníamos el sábado y domingo para descansar antes de seguir con nuestro entrenamiento.

-Hoy no, mañana si. - me limite a responder.

-¡Genial!, entonces deberíamos aprovechar para salir a investigar, quiero confirmar algo que note en su bitácora.

-¿Qué cosa? - ya había capturado mi interés y con ello toda mi atención.

-Una dirección, que parece ser la ruta que estuvo utilizando la Reina para traer todo al Archivo. Si encontramos ese lugar, podríamos ver el edificio al que hay que infiltrarnos.

Sonreí de oreja a oreja. Aquello era el mayor avance en todo el tiempo que llevábamos aquí (el cual comenzaba a parecer una eternidad).

-¡Pues andando! - acepte emocionado. - Deberían venir Carla y Niggel también, ellos revisaron la zona por la que llegamos.

-Pues entonces vamos todos.

Y así fue, tan solo 20 minutos después todos dejamos la casa y nos dejamos guiar por Carla y Niggel por las pacíficas (y ya no tan aterradoras) calles de la Ciudad Subterránea. La verdad, la vida aquí no estaba tan mal, al menos nosotros nos habíamos instalado y adaptado fácilmente, tanto que ahora que habían pasado poco más que dos semanas, la vida aquí comenzaba a gustarme.

No recuerdo con exactitud que tanto caminamos, pero al final llegamos a nuestro destino en una avenida desierta, pero con un edificio imponente y de creación reciente.

-¿Es ahí? - le pregunté a Kikyō.

Nos habíamos refugiado en un callejón a pocos metros del edificio, para esperar que la menor de nosotros confirmara que estábamos en el lugar que indicaba la bitácora.

-Si, es aquí. - acepto la rubia. - Pero, por ser lo que es, esperaba que hubieran guardias.

-Si fuera la superficie si. - comentó Niggel pensativo. - Pero aquí abajo no hay nadie interesado por robar nada de lo que buscamos.

Tenía un buen punto; además, el lugar estaba ubicado cercas de una de las salidas poco usadas, por lo que por aquí no debería haber casi nadie que amenzará el lugar y expusiera la necesidad de vigilancia.

-¿Creen que en su interior si hayan guardias? - pregunto Carla.

-Lo más seguro -le respondió Kikyō. -, pero de ser así, lo mejor será no llamar la atención hasta que queramos irnos.

-Ese sería nuestro plan “A” para volver a casa. - coincidí.

-¿Volver? ¿A donde quieren volver si son huérfanos? - preguntaron a nuestras espaldas.

Todos dimos un brinco. No hacía falta ver al recién llegado para saber de quién se trataba.

-¿Y a ti que te importa? - le dije poniendome frente a mis amigos.

-Pues da la casualidad que están en mi territorio, así que me importa demasiado lo que quieren hacer... - respondió Dymytrie acercándose más a nosotros.

Detrás de él también le seguían varios chicos que había visto que eran de la pandilla de Asher, pero a él, en concreto, no lo veía por ningún lado.

-¿Tu territorio? Tengo entendido que solo eres el lacayo de Asher, el cual, por cierto, te prohibió acercarte a nosotros. - seguí diciendo para distraerlo de mi búsqueda ocular de su líder.

-Si, eso dijo, pero no esta aquí ahora y en su ausencia, yo mando.

-Que gracioso que lo menciones... - seguí diciendo. - Antes tampoco estaba él y no te vi hacer nada...

Dentro de las ideas más estúpidas que había estado teniendo desde hacía meses, esta la superaba por mucho; es decir, sabía que Kikyō estaba matandome con la mirada por provocar a Dymytrie cuando claramente eso nos prohibieron. Aunque sí era honesto, seguir reglas es algo que nunca había hecho, por algo llegamos aquí.

-No te preocupes ahora si actuare...

Dymytrie se volteo para darle una señal a sus seguidores, que definitivamente nos superaban en número, y fue ese el momento en que aproveche para hacer la única cosa que se me ocurrió: huir.

En algún punto de mi acción les grite que corrieran, pero la adrenalina hacia que me latiera el corazón en los oídos y no estaba seguro de haberlo hecho. Como sea, podía ver como Niggel iba delante de todos, Carla le seguía con una expresión que me recordó demasiado a Eren cuando se frustra y hasta atrás venía Kikyō.

-¡QUE ESTÁN ESPERANDO! ¡VAYAN POR ELLOS!

A veces olvidaba que Kikyō era menor que nosotros, pero eran momentos, como el tropezar durante nuestra carrera, lo que me recordaban que mis grandes ideas la afectaban más a ella. Así pues, cuando escuché su quejido por haberse caído, tuve que regresar en mis pasos a sabiendas de que Dymytrie y su pandilla nos seguían de cerca.

-¡NO TE ESCAPARAS DE MI, SOLAR!

Ayude a Kikyō a ponerse de pie y la lleve de la mano para seguir corriendo, hasta que 3 de los secuaces de Dymytrie se plantaron delante nuestro evitando que siguiéramos. Chasquee la lengua. Estaba acabado, ahora solo quedaba una opción.

Me di la vuelta esperando tomar por sorpresa a Dymytrie, pero él ya me esperaba con el puño listo para impactarse en mi mejilla.

-¡Kai! - escuche gritar a Kikyō mientras yo caía al suelo.

Esto era malo. Muy malo.

-¿Dónde quedó tu valentía, Solar estúpido? - me grito Dymytrie antes de patearme en el estómago.

Una patada. Dos patadas. Tres patadas. Comenzaba a perder la cuenta, comenzaba a toser y se me dificultaba respirar pese a que intentaba con todas mis fuerzas detenerlo.

-¡KAI! - volvió a gritar Kikyō aterrada.

Esta vez pude verlo, los secuaces que nos habían detenido el paso, la sujetaban no la dejaban moverse. No sabía donde estaba Carla, ni Niggel.

-¡KAI! - seguirá gritando la rubia.

-¡ALGUIEN HAGA QUE SE CALLÉ DE UNA BUENA VEZ! - ordenó Dymytrie perdiendo los estribos.

Se agacho y comenzó a golpearme a puño limpio, justo al mismo tiempo que alguien más golpeaba sin piedad a Kikyō.

-¡KAI!

Otro grito.

Un click.

Una corriente eléctrica.

Y luego, todo fue negrura.

Levi's diaryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora