Esperanza.

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Madame Lan siempre se aseguró de que le fuera permitido ver a sus hijos en sus cumpleaños. Era capaz de usar lo que le quedaba de fuerzas y vida para lograr que los ancianos dejaran ir a A-Huan y A-Zhan a su residencia para pasar la tarde de sus cumpleaños juntos los tres.

Lan Wangji no supo sobre este esfuerzo por parte de su madre hasta años después.

Madame Lan no podía hacer mucho para celebrar como se debía a sus hijos, no podía cocinarles ni llevarlos a la ciudad. Estando confinada en su hogar –prisión– solo podía ofrecerles su compañía, cariño y abrazos para ellos en sus días especiales. Para los pequeños Lan Huan y Lan Zhan, eso era más que suficiente. Ambos pequeños niños siempre esperaban con ansias e ilusión las fechas de sus cumpleaños, puesto que en esas fechas la visita a su madre se extendía por unas cuantas horas más. Madame Lan a veces les pedía que llevaran sus juguetes preferidos o cualquier cosa que quisieran mostrarle y así jugar todos juntos.

—A-niang, shufu dice que pronto podré empezar a cultivar mi núcleo dorado —Lan Huan siempre fue, de los dos hermanos, quien más hablaba y llenaba el silencio que Lan Zhan dejaba. Madame Lan no tenía el corazón de obligar a su adorable hijo menor a platicar con ella.

Lan Huan ese día llevó una espada de madera, en la visita del mes antes del cumpleaños de Lan Zhan.

—¿Tan pronto? Pero si todavía eres mi baobei —lo atrapó en un fuerte abrazo que causó la risa en Lan Huan, llamando la atención de Lan Zhan desde el otro lado de la habitación.

Lan Zhan había llevado unos libros de la librería y se había alejado para leerlos en paz, sin todo el ruido de su hermano y madre molestándolo. Madame Lan se reía llena de amor al verlo tan concentrado viendo los dibujos y frases simples del libro para niños que tenía abierto.

—¿Cuándo podrá didi cultivar? —Lan Huan quería tomar sus primeras clases con su hermanito. Siempre han hecho todo juntos, mas shufu no mencionó nada sobre Lan Zhan asistiendo a sus clases.

Madame Lan le acarició los cabellos con delicadeza.

—A-Zhan sí es un baobei todavía, tendrá que esperar unos años más —Lan Zhan infló sus mejillas en molestia. Él no era un bebé.

Decidió ignorar a su madre que buscaba molestarlo y volvió su mirada al cuento de patitos que estaba leyendo.

Sí, en definitiva no era un bebé.

La mujer soltó algunas risitas encantadoras, su A-Zhan era tan tierno cuando se molestaba. Lan Huan también parecía triste por la idea de no compartir sus clases con su hermanito, así que Madame Lan lo distrajo con algo más.

—A-Huan, ¿trajiste lo que A-niang te pidió? —susurró en su mejor voz baja para evitar que Lan Zhan se enterase de lo que hablaban. Los ojitos de Lan Huan se iluminaron al recordar la pequeña misión que su madre le dejó el mes anterior. Asintió emocionado, y de la manga de su túnica sacó el papel y varios pinceles que tomó de la biblioteca.

—¡Muy bien, A-Huan! —premió el esfuerzo de su hijo con un beso en su cabecita. Lan Huan sonrió enormemente por el gesto.

Entonces Madame Lan sintió una mirada, la cual no le tomó esfuerzo identificar. Se giró en aquella dirección y se encontró con Lan Zhan mirándolos con ojitos dorados llenos de anhelo. Ella sonrió con malicia.

Lan Zhan fue atacado con muchos besos en sus regordetas mejillas, y pese a que en su rostro se formó un puchero y un ceño fruncido, su pequeño corazón se sintió bien por estar pasando tiempo con su madre.

Lan Wangji apreciaba recordar esos tiempos cuando veía la pintura que su madre le regaló al mes siguiente de esa visita. Era un dibujo de los tres juntos, sentados en las piernas de su madre durmiendo tranquilos. Lan Zhan recordaba haber mirado la pintura con ojos brillantes durante toda la visita.

Deseos de Jade |Wangxian|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora