Pequeños rayos de luz se escabullían en medio de las cortinas mal acomodadas. La alarma había dejado de sonar luego de haberla aplazado en repetidas ocasiones, no era consciente de la hora, intentaba reconocer el lugar pero no lograba descifrar donde estaba, recordaba el bar de anoche y la mujer con la que había bailado, tampoco era Alicia anoche.
Un zumbido rompió el silencio que reinaba en el cuarto, mire alrededor y descubri que era lo que había roto el silencio; mi teléfono. Intente moverme y quite la sabana que estaba sobre mi, esquive algunas botellas y conseguí llegar hasta él, eran las diez y cincuenta de la mañana, revise porque sonaba, tenia varios mensajes de voz de Alicia y muchos mensajes de texto del comandante. Acerque el teléfono a mi oído y presione reproducir.
-Hank, es el cuarto mensaje que te dejo, por favor dime que estás bien, ¿dónde estas?- Su voz se oía perfectamente, me la imaginaba preocupada por mi y me sentía miserable. Ella era la única excusa que tenía para no poner una escopeta en mi boca. -Por favor, solo da señales de vida, necesito saber donde estás, por favor, Hank. -Ahora estaba llorando. Ni todo el alcohol y nauseas había logrado hacerme sentir tan mal y culpable.- ¡¿Sabés qué, maldito bastardo?! ¡Ya no me busques! ¡Me canse de tus estupideces! ¡No quiero volver a verte en mi vida! ¡Maldita la hora en que te conocí!- Esas palabras siempre dolían, las sabia de memoria, siempre que desaparecia me las repetia. Esto era rutina para mi y para ella, odiaba necesitarla y ser tan egoista como para no dejarla libre.
La operadora anuncio el fin de sus mensajes, con ello empezó mi martirio, mi cabeza no dejaba de repetir que era una basura por hacerla sentir asi, la culpa me carcomía y pensaba en como solucionarlo.
Decidido deje de lamentarme y tome la decisión de llamarla, quería disculparme, suplicarle que no me tratara asi, que la amaba y que no volvería a pasar. -Alicia, mi cielo, mi niña, discúlpame por favor, no quise hacerte esto, fui un estupido, por favor perdóname, llamame cuando escuches este mensaje, no te rindas todavía, yo no lo hice aun.-
Me sentía irritado, quería saber en donde estaba, no logré identificar el lugar y llegó la desesperación e histeria, quería saber que había pasado, que había hecho anoche. Lo último que recordaba era un bar, una morena con vestido blanco, Michelle era su nombre, creo, tenía buenas curvas. Busque por el cuarto mis cosas, ojalá encontrarlas. Encontré mi billetera, sin efectivo, como era de esperarse, mi placa y mi arma, menos mal no se la llevo, dejo su número, como si quisiera volverla a ver. Los minutos pasaron y la histeria pasó a ser enojo y decepción, enojo puro contra mí mismo, el odio de seguir vivo porque era tan egoista que preferia vivir vivir a su lado que morir y dejarla, si la dejaba no sabia si alguien la iba a proteger como yo lo hacia. Una bala bastaba para terminar con todo pero solo seria el inicio del fin.
Tome una de las botellas que estaba sobre la mesa de noche y la tire con todas mis fuerzas mientras gritaba, estaba harto de esta situación, de sentir el miedo y el asco que yo mismo me provocaba. De salir todas las noches buscando en otros ojos la mirada de Alicia, nucna eran ella y siempre terminaba igual, intoxicado con labios ajenos y oliendo a ellos.
Quería vomitar.
No se cuanto tiempo había pasado acostado en el suelo lamentándome, cansado y ansioso nuevamente me levante, había perdido la nocion del tiempo y ahora escuchaba una ligera lluvia fuera de la habitación. Decidí dejar de tenerme lastima y levantarme del suelo, era completamente patético que un policía estuviera en esa situación, fui al baño tratando de verme más decente, mi reflejo daba asco, yo daba asco. Saliendo del baño tomé mi saco y metí mis cosas dentro, no debía perder otra pistola o me retirarían el poder llevarla, suspiré y pasé mi saco por encima de mi hombro, salí de aquel cuarto de hotel, camine por el largo pasillo tapizado de rojo, parecía que salía del infierno, dejé las llaves en recepción y me despedí de la mujer que estaba ahí. Desde el cuarto escuchaba la lluvia que caía, el dia no había podido comenzar peor. Camine hacia fuera del motel y supe donde estaba, lastimosamente frecuentaba aquel lugar. Con las llaves en mano camine hasta mi auto, sabía donde lo dejaba siempre que iba a ese motel, quite la alarma y abrí la puerta del copiloto, tire mi saco dentro y cerré para rodear el auto y entrar, ya estaba empapado, llovía demasiado fuerte. Estaba por poner música cuando encontré la ropa interior de la morena de anoche, la tomé y la tire por la ventana. Deseaba irme y borrar los rastros de esa mujer.