4. Galletas monstruosas.

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Esperaba a mi padre en la puerta del instituto, acababa de hacer el examen para pasar a bachillerato y había sacado sobresaliente, me llevaría por primera vez al cine y de lo emocionada que estaba se me escapaba la risa nerviosa.

Vi a lo lejos el coche más antiguo de la ciudad, y supe que era él, aparcó delante de mí y se bajó con una gran sonrisa.

—¡He sacado sobresaliente!

Me levantó los pulgares, estaba orgulloso de mí y corrí a abrazarle, él siempre me había dicho que si caía estaría allí para levantarme, en las noches que me pasaba estudiando y llorando él siempre estaba a mi lado, y al fin lo había conseguido, había aprobado todo.

Nos subimos al coche y emprendimos nuestro camino hacia el cine, era la persona más feliz de la tierra en ese momento, no me importaba la película que viésemos, ir por primera vez al cine con él ya era más que suficiente.

En toda la semana de exámenes no había pensado en otra cosa que no fuese aquella tarde.

Mientras él conducía yo intentaba poner música en ese cacharro llamado radio, mi padre lo llamaba aparato del espacio, porque nunca sabía cómo funcionaba y cuando al fin pude poner un canal de música los dos nos pusimos a cantar a todo pulmón, pero yo no escuchaba su voz, no podía oírle, sí a la música, si a los coches, si a los pájaros, pero no a su voz, no recordaba como era su voz.

De pronto la cara de mi padre cambió radicalmente, dejó de cantar, dejó de sonreír, se paralizó, estaba mirando hacia delante con miedo, con angustia, cuando giré mi cabeza para ver qué era lo que daba tanto miedo, el coche ya estaba encima de nosotros.

El pitido en mis oídos se intensificaba cada vez más cuando desperté, tirada en el suelo y llena de cristales, no podía casi ver, todo estaba rojo, era todo sangre, mi cabeza me dolía tanto que apenas podía deslumbrar un solo objeto de mi alrededor.

¿Dónde estaba mi padre?

¿Dónde estaba yo?

¿Qué había pasado?

Me desperté gritando, Andrea estaba a mi lado con el pelo despeinado y un rastro de baba seca en su mejilla, había vuelto a despertarla.

—Lili ha sido un sueño, ya está, estoy aquí.

La abracé con fuerza, mis lagrimas no cedieron y siguieron derramándose, estaba destrozada.

—No recuerdo su voz, ya no la recuerdo, ¿Dónde está papá?

Mi hermana acaricio mi espalda con su mano.

—Papá ya no está, hace casi dos años que murió cielo.

Lo sabía, sabía que estaba muerto pero cuando tenía esas pesadillas sentía que aún seguía con vida y lo que más me fastidiaba era que después de mucho tiempo, era eso, volver a tener esos sueños que me hacían pensar que podía volver a verle, solo me engañaban diciéndome que a lo mejor todo había sido un sueño.

Pero no, era la realidad, la pura e irritable realidad que volvía a golpear mi pecho con toda su fuerza.    

—Ves a lavarte la cara que del sudor y las lágrimas te vas a saturar más.

Se fue a su habitación y al instante recibí una llamada de un tal Chico misterioso.

¿Cómo podía tener su número?

—¿Que hace mi Lili despierta tan tarde?

No me salían palabras para hablarle y un sollozó estuvo a punto de salir por mi garganta, pero lo controlé.

Inefable Libro uno (concluida)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora