La batalla apenas está empezando

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Diana

Cuatro horas es lo que tardó el caballo más rápido del mundo en llegar de Alaska a la bahía de San Francisco, avanzando recto sobre el agua por la costa del noreste. 

Durante el trayecto recordé lo que pasó después de que la gigante ola me arrastrara junto con los fantasmas. Lo primero que sentí fue como el agua me envolvió en un abrazo helado. No había ruido, ni luz, era tan pacifico que estuve tentada a quedarme ahí por siempre.

Entonces, empecé a recordar. Vi a mi mamá y a mi hermano. Estábamos los tres sentados en la playa de Montauk contemplando el atardecer mientras comíamos dulces azules. Yo estaba sentada en las piernas de mi mamá mientras nos contaba la historia de como conoció a papá. 

"Él era amable y gentil. Ambos heredaron su cabello negro, pero Percy se quedó con sus ojos verdes. Y tú, pulga —dijo mi madre tocándome la nariz—, tienes su carácter explosivo."

Me vi a mi misma practicando con Ethan como combatir con la espada. Yo apenas podía levantar mi arma, y mi entrenador no me tenía piedad, ni aún cuando yo apenas era una recién llegada de nueve años. "Debes aprender a defenderte. Quizá algún día tengas una misión, y tu hermano no esté ahí para protegerte."

Es gracioso que lo que dijo se cumplió.

Luego vi a Tyson con un gorro de fiesta rosa y todo su rostro embarrado con crema extendiéndome una pequeña caja. "Féliz cumpleaños hermanita". En la caja estaba el anillo de bronce que desde entonces nunca me he quitado. Cuando Tyson presionó el logo del pegaso se extendió un brillante escudo de bronce. Era ligero y tenía una inscripción en la cara interior: A donde vayas, siempre estaré contigo.

Eso fue en mi cumpleaños número once, antes de que Tyson fuera a vivir en las forjas de Poseidón.

Después me vi en un bote pequeño, similar al pax pero con mástil y una vela que estaba enrollada. Tendría unos cuatro o cinco años. Al otro lado había una mujer de cabello rizado que trataba de controlar el bote en medio de una tormenta que sacudía el mar. Los rayos cruzaban el cielo rompiendo las nubes, como enormes manos esqueléticas que amenazaban con llevarme, por lo que me aferraba a la proa del bote. Entonces, una ola del tamaño de una montaña se dirigió a nosotras, no había forma de evitar el impacto, por lo que la mujer salto hacia dónde estaba para sujetarme. Pero la ola llegó y nosotras junto con el bote quedamos sumerjidas.

Traté de llegar hasta donde ella estaba, pero algo me tomó del pie y me arrastró a lo profundo del mar.

Al recordar eso, la paz que sentía bajo el agua se desvaneció, ahora el mar me arrastraba a la oscuridad e intentaba ahogarme. Me alteré y traté de salir a la superficie. En verdad pensé que iba a morir, y creo que de no ser por el león marino Frank y Hazel no me hubieran encontrado nunca.

Estoy furiosa con Juno por borrarme los recuerdos, causando que ahora este confundida porque hay cosas que no cuadran con mi vida. También me molestaba que nos hiciera parte de esta misión homicida a Frank, Hazel y a mí.

Seguro que Percy y mi mamá se han vueltos locos buscándome. Quiza cuando vuelva a casa ellos me encierren bajo llave y me lleven con correa a todos lados.

Lo peor es que salvar a los dos campamentos apenas era el principio. Según Alcioneo, la auténtica guerra tendría lugar muy lejos, en la tierra natal de los dioses. Los gigantes pensaban atacar el Monte Olimpo Original y destruir a los dioses para siempre. 

Ya sabíamos que no podíamos matar a los gigantes a menos que los dioses y semidioses trabajasen juntos. Nico me lo dijo. Annabeth, la novia de Percy, también lo había mencionado cuando había especulado sobre la posible participación de los gigantes en la nueva Gran Profecía: la que los romanos llamaban la Profecía de los Siete. 

La Hija De NeptunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora