25. Roces accidentales

92 9 0
                                    


–Eres como un elefante –escuchas la voz de Kaoru en la oscuridad– Estás sometida por una cadena que es mucho más débil que tú y aún así no puedes romperla. No tienes la voluntad para escapar.

Sientes un escalofrío recorrer tu cuerpo mientras en tus pulmones comienza a faltar el aire y puedes sentir agua fría entrar por tu garganta y nariz, ahogándote.

Logras despertar con un jadeo sonoro y los ojos muy abiertos, buscando el aire que podías sentir escapar de tu cuerpo y también asustando a Yuichiro que da un pequeño volantazo mientras conduce.

Manoteas y pataleas en el aire tratando de escapar de un lugar dentro de tus sueños con la mirada perdida, siendo incapaz de darte cuenta que estás despierta y no hay motivos para huír. No estás en peligro pero el miedo que sientes en el pecho es irracional y no te permite notar que estás en el asiento del copiloto de la Hyundai Tucson y el cinturón de seguridad te mantiene en tu lugar.

Yui intenta hablarte pero sabe que no lo escuchas, por lo que maldice por lo bajo, buscando con ojos graves un lugar de la carretera donde pueda orillarse para detener el vehículo. Cuando por fin puede hacerlo, abandona con prisa su lugar tras el volante y rodea la camioneta de color cereza, abre bruscamente la puerta del copiloto e intenta sujetarte.

–¡Hey, tranquila!– Grita pero su voz parece perderse en la lejanía– ¡Escúchame! –consigue sujetar tus muñecas y las pone a los lados de tu cabeza mientras con el peso de su cuerpo trata de inmovilizar tus piernas– ¡Estás aquí! ¡No eres un elefante!

Un elefante...

Sus palabras resuenan de a poco en tu cabeza, logrando que tus ojos se concentren en él.

–¡No estás encadenada! ¡No eres un elefante! –Repite Yui.

Parpadeas un par de veces mientras ves directo a sus ojos azules con la respiración agitada. Por fin puedes escuchar el ruido de los autos que pasan a toda velocidad por la carretera y distingues las luces del centro de Tokyo a lo lejos.

En cuanto eres consciente de la tristeza en los ojos de Yui, no puedes evitar sentirte mal y  lágrimas se forman en tus ojos, inundándolos en un segundo. Al notarlo, él se acerca para soltar el cinturón de seguridad y de inmediato te abraza con fuerza mientras ahogas los sollozos en su pecho.

–Estás bien, hermanita, tranquila. Yo estoy aquí –acaricia con suavidad el cabello azul marino de la peluca y deja un pequeño beso que puedes sentir.

Respiras varias veces antes de conseguir controlar el llanto y cuando te ve más calmada, Yui vuelve a su lugar y conduce de nuevo. Observas cómo entran a la ciudad llena de luces, gente y mucho ruido.

–Lo siento, no debí dormirme –le dices por fin.

–No te disculpes, sé que estás cansada –responde con su sonrisa más cálida.

–Estaba tan feliz de que no fuera nada muy grave que me relajé demasiado.

–Lo sé, comenzaste a roncar en cuanto entramos al túnel –ambos ríen. –¿Estás segura de ir al club? Puedo hacerme cargo para que descanses.

–Te voy a tomar la palabra pero no voy a descansar, el trabajo se acumula así que aprovecharé el tiempo. Si Kaoru no está aquí y Kyo-chan está bien, quiero tomarme una noche libre mañana –estiras los brazos hasta sentir cómo tus vértebras truenan ligeramente.

–Me alegra que tengas ganas de salir.

–¡Por supuesto! –Respondes enérgica haciéndolo reír de nuevo.

Llegan al hotel y Yui entra directamente al estacionamiento. Tomas sola el elevador mientras él sólo cambia a su Mercedes Benz A250 AMG blanco para ir directo al club. Nada más entrar al penthouse, te sacas los tacones y caminas descalza por la alfombra hasta tu dormitorio y luego al vestidor para deshacerte del pantalón de mezclilla, la blusa naranja y la peluca corta azul marino, y cambiarlos por ropa más cómoda para luego entrar en la pequeña oficina.

Los débiles no sobreviven (Bonten x OC)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora