I. Esperanza

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Me limpie las lagrimas mientras meneaba la sopa en el interior de la cazuela, lo menos que necesitaba era que se quemara, pues ya no podía permitirme gastar más dinero del que tenia.

Estaba tan molesta con mi padre.

Él idiota trajo a casa a un niño de tan solo 8 años de edad, dijo que le pagarían muy bien por él y que por fin podría librarse de la miseria que le estaba haciendo pasar.

También dijo que no me daría parte del dinero, ya que me había negado a participar en tal aberración, y por ello había recibido una brutal golpiza.

Sabia que no tenia cara para juzgar a mi padre, después de todo; también fui partícipe de uno o varios robos, pero un niño era demasiado para mi.

Sin duda este niño me arruinó los planes, ya que llevaba años ahorrando para poder irme de este basurero, estaba a tan solo un paso de cumplir mi más anhelado sueño, pero no; lo tuve que dejar de lado solo porque no tuve el corazón para dejarlo con ese monstruo.

Y no solo arruinó mis planes si no también arruinó mis ahorros.

Mi padre no daba dinero para pagar la comida de Nathy, así que no tuve más opción que alimentarlo de mi bolsillo.

Incluso tuve que volver a robar para no dejarle con el estomago vacío.
Lo único que comía el pobre de Nathy era una sopa pastosa cocida solo con agua.

Me sentía horrible por alimentarlo con eso, pero él tenía que entender que era eso o nada. Había veces que yo no comía para hacer que rindiera para el almuerzo y la cena.

Nathy solía platicarme de sus platillos favoritos, la mayoría de ellos no los conocía (por no decir todos).

Di un profundo suspiro al ver que la sopa ya estaba hecha.

Le di un último meneo y después le apague. Me dirigí a la mesa, tomé las 3 tortillas que quedaban sobre ella; las doble y aún estaban un poco blandas.

—Aun sirven —dije con alivio de no tener que gastar más en tortillas
Tome la cazuela por la colilla junto con las tortillas y las lleve a mi habitación.

Abrí la podrida puerta con la punta de mi pie.
Nathy estaba en el suelo, trazando un feo muñeco con un trozo de carbón.

—Hola —saludo sin mirarme.
—Hola —regrese el saludo mientras me dirigía a él —. He traído la comida —añadí en tanto la dejaba sobre el suelo.

Él me miró como si estuviese cansado de mi asquerosa comida.

—Yo se que estas harto de comer lo mismo siempre, pero ya te dije que no tengo nada mas para darte.

Sus labios formaron una mueca —. Ya me lo dijiste.
—¿Lo comerás?
Él asintió con cierto asco.

Le acaricie su hermoso cabello mientras le veía —, La próxima vez me esforzaré para traerte un pedazo de pan.

Él se levantó de golpe —. Podría ser una concha de chocolate.
Una risilla escapó de mi —. Claro —respondí —, Te aseguro que estará más rica que la anterior.

Sin duda me sorprendió que le haya gustado aquella concha dura que le traje días atrás.

La verdad venia en esas bolsitas que suelen vender en 10 pesos en las panaderías. Era tan barata porque es la recolección del pan que no se vendió durante la semana.

Hubiese querido comprarle una en buen estado, pero una sola concha costaba 12 pesos. La bolsa traía 8 panes diferentes y costaba 10 pesos, simplemente tenia que elegir la opción que nos alimentara por más tiempo y menos costo.

Una sonrisa se formó en sus labios.
—Pero come, ya debe estar fría.

Tomo la cuchara y me miro —. ¿No comerás?
Negué, frunciendo los labios —. No. Esta noche nos iremos de aquí, así que necesito estar liviana como una pluma para no despertarlo cuando lo hagamos.

—Entonces yo tampoco comeré. También tengo que estar ligero.

—Tú comerás, pero solo será una vez; así que debes pesar menos ¿no?

—No creo que funcione así.
—Solo come —le pedí con prisa —. No sería bueno que te enfermaras o debilitaras cuando escapemos de aquí. Ambos tendremos que correr la más rápido que podamos para no ser atrapados.

—Bien.
Respondió para luego disponerse a comer.

Custodiada por la mafia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora