Casette 1, Lado A: Summer

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Sam

20 de Junio.

Una fresca mañana de verano,los rayos de sol iluminaban la ciudad. A lo lejos, se escuchaba un pepenador anunciando sus servicios. Los carros tocaban una hermosa melodía con sus claxon. Otro día más en la ciudad de México.

Abrí los ojos, aturdido por la luz que entraba por mi ventana. Con la mano, alcancé mis lentes del buró junto a mi cama. Tomé mi celular y revisé la hora. Eran las siete de la mañana, por lo que debía apurarme para llegar a la escuela. Era el último día del semestre, y debía entregar un proyecto importante. Somnoliento, me quité las sábanas de éncima y me quedé acostado en la cama mientras escuchaba música en mi celular. <<Cae la noche y amanece en París...>>

El verano estaba a punto de comenzar.

Tenía 21 años.

Me sentía emocionado y feliz.

Ese verano, emprendería un viaje. Un viaje donde podría ser yo mismo, sin miedo a ser juzgado por los demás. Un viaje que había esperado con ansias desde que vi la convocatoria en línea. Solo faltaba una semana para por fin tomar el vuelo y viajar a Canadá.

Revisé la fecha en mi celular. 20 de Junio. 1 semana antes del vuelo. Sin duda, faltaba poco tiempo y yo me sentía realmente preparado para ello.

La canción cambió. Ahora sonaba <<La Muralla Verde>> de un grupo llamado Enanitos Verdes. Era uno de mis grupos favoritos. Me gustaba mucho ese género de música, el rock en Español. Comencé a mover mi cabeza de un lado al otro. Tomé un cepillo del buró y comencé a usarlo como micrófono y empecé a cantar.

"Estoy parado sobre la muralla que divide, todo lo que fue de lo que será"

Mis pies descalzos tocaron el suelo. Estaba frío. Pero no me importaba. Me puse mis chanclas y caminé alrededor de mi cuarto, tomando mi ropa interior, una camisa y un pantalón. Una vez que todo estaba listo, me dirigí al baño.

Me empecé a desnudar. No me gustaba mi cuerpo. Todos los días, deseaba tener otro cuerpo. No era tan delgado, pero tampoco era tan pasado de peso. Simplemente tenía el peso promedio. Y mi rostro estaba lleno de pecas. Pecas por todos lados. Las odiaba. Pero a mi madre le encantaban. A ella le recordaban a mi padre, quien falleció cuando solo era un niño.

Y además, estaba el pelo. Pelo por todas partes. En las axilas. En la cara. En todo el cuerpo. No importaba cuanto me esforzara en cortarlo, siempre crecía, y cada vez más rápido que la vez anterior. Entré a la ducha, y sentí como el agua helada caía en mi cuerpo desnudo. No había ni una sola gota de agua caliente en la regadera, pero aun así no me desanimó. Sería un gran día. Y nada podía arruinarlo. Ni siquiera que me duchara con agua helada.

Alguien tocó la puerta.

-Sam, ápurate. Debes desayunar. Hice tus favoritos, hot-cakes con miel.

-Ya voy mamá -contesté, mientras ponía shampoo en mi cabello rizado-

Ella sabía perfectamente sobre mi viaje. Conocía perfectamente mi secreto. Era la única persona a la que yo le había contado algo tan privado. Y aun así, jamás me había juzgado ni rechazado por ello. Al contrario, el haberle contado algo tan personal había hecho que nos hicieramos más cercanos. Recordaba perfectamente sus palabras "Si esto es quien eres, y es algo que es parte de ti, no soy nadie para pedirte que lo dejes. Te amo, tal cual eres. No cambiaria nada de ti."

Tras algunos minutos, terminé de ducharme. Me sequé mi cuerpo con una toalla, y me vestí. Me puse mis jeans favoritos, una playera color azul y unos tenis de color rojo.

Entré a la cocina. Mi madre lavaba los platos y escuchaba música que solía escuchar cuando era joven. Un grupo llamado Flans. "No controles mi forma de vestir..." Noté que bailaba al ritmo de la música. Me serví un vaso de jugo de naranja. Sonreí al verla feliz.

-Bailas bien -dije-

Ella volteó y me sonrió.

-¿Listo para el viaje?

-Eso creo- dije- Aún estoy un poco nervioso.

Ella negó con la cabeza.

-Ya verás que todo saldrá bien. Además, podrás conocer a otros con el mismo gusto. Eso debe ser una buena noticia.

-Si -dije- Debe serlo. Esa es la parte que más me emociona.

Asintió.

-Será increíble, ya lo verás.

Mi madre era muy optimista. Ella siempre trataba de ver el lado positivo a las cosas. Ella agachó la mirada hacia mis jeans.

-¿Llevas puesto ahora?

Negué con la cabeza. Me sentía aún un poco avergonzado que tratara el tema de forma tan natural, aunque realmente nunca había intervenido ni se había pasado de los límites conmigo. Le di un trago al jugo de naranja, mientras ella sonreía, esperando la respuesta.

-No -dije- No uso cuando voy a la escuela. No quisiera que alguien lo notara.

Bajé la mirada.

Ella me miró con extrañeza y rió. Yo no entendí el porqué.

-¿Crees que la gente va a andar viendo tus pompis? Yo lo dudo mucho.

Me encogí de hombros.

-Nunca se sabe, la verdad. Tal vez algún chico quiera verme.

-Tienes razón -dijo sonriendo-

Ambos nos reímos. Teníamos esa forma tan mágica de bromear y llevarnos tan bien. Era una relación muy bonita, y que sin duda extrañaría al viajar a otra ciudad.

-Bueno, si quieres yo puedo ponerte uno. Siempre he tenido la curiosidad de volver a ponerte uno, justo como cuando eras bebé.

Sentí que mis mejillas se acaloraron. Tragué saliva. Puse mis ojos en blanco. Quería salir corriendo de allí. No me esperaba que realmente quisiera hacer eso. Nunca habíamos hablado del tema, así que bebí mi jugo en silencio.

-¿Crees que podría hacerlo algún día?

No respondí. Agradecía que tuviera la confianza de intentar algo diferente, pero definitivamente no quería que viera mi cuerpo lleno de pelos por todo lado. Y tampoco me sentía cómodo con que me viera desnudo. Quizá lo mejor era dejarlo pasar.

Terminé mi desayuno y corría a cepillar mis dientes. Luego, fui a mi habitación y tomé mi mochila, donde ya tenía guardado todo para las clases.

Al salir, había un intenso calor en las calles. El verano hacía de las suyas. El cielo resplandecía, aunque no a mi alrededor. Y no había un gran destello brillando en las nubes. Caminé rumbo a la parada del camión. Al llegar a la esquina, noté que había algunos niños jugando con sus bicicletas en el parque que estaba frente a la parada del camión. Saqué mi celular y conecté mis audífonos para escuchar música en el trayecto. Sonó una de mis canciones favoritas, de una de mis bandas favoritas. Hombres G. Sonreí y esperé al camión.

Finalmente, el camión pasó. Lo tomé, y tras varios minutos, finalmente llegué a la universidad. El día fue tranquilo, considerando que era el último día antes de vacaciones. Al terminar, decidí salir a comer pizza con unos amigos, como una forma de despedirme de ellos antes de irme a otra ciudad de viaje. Aunque el viaje era por un mes, sin duda los extrañaría.

El restaurante era muy acogedor. Y tenía música de los 60s. Estaba decorado con pósters de bandas famosas, como Queen o The Beatles. Me encantaba ese lugar. Siempre solíamos visitarlo después de la escuela.

-Bueno, Sam. Dinos ¿A donde irás de viaje?- preguntó Leslie, una de mis amigas-

-Si Sam, dinos -dijo Angélica, otra amiga-

-A Canadá -respondí-

-¿Y que harás allá?

Sonreí. Y guardé silencio. Una parte de mi quería contarle a mis mejores amigas el propósito de mi viaje, pero me daba miedo que reacción tendrían. Así que decidí mentirles. Quizás algún día podía decirles la verdad. Pero ese no era el día.

El Soundtrack de mi VidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora