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Hace muchos años, en un pequeño y olvidado pueblo llamado Pueblo Chico, un grupo de mineros quedó atrapado en lo más profundo de una mina. Un derrumbe repentino los sepultó, y aunque la gente del pueblo intentó rescatarlos, fue en vano. Los días se convirtieron en semanas, y pronto, la mina se llenó de susurros y lamentos. La leyenda decía que sus almas nunca encontraron paz, y que la mina quedó maldita para siempre.

Con el tiempo, la mina fue clausurada y el pueblo cayó en el olvido. Sin embargo, la historia de los mineros atrapados continuó atrayendo a los curiosos y a los valientes. Muchos entraban, pero pocos regresaban. Los que lo hacían, hablaban de una presencia oscura, de risas y pasos que no podían ser de este mundo.

Años más tarde, en la era de las redes sociales, tres adolescentes conocidos por su canal de investigación paranormal decidieron visitar la famosa mina de Pueblo Chico. Andrés, Paloma y Santiago, con más curiosidad que miedo, llegaron al lugar armados con sus cámaras y linternas.

-¿Están listos para hacer historia? Vamos a mostrarle al mundo que todas esas leyendas no son más que eso: leyendas.-Andrés se grabó con su cámara para blogs.

-No sé, chicos, hay algo en este lugar que no me gusta. ¿No sienten el aire tan... pesado?-dijo paloma abrazándose así misma.

-Es sólo tu mente jugándote una mala pasada, Paloma. Además, si esto es real, seremos famosos-Santiago trató de calmarla.

Con cada paso que daban hacia el interior de la mina, el ambiente se volvía más opresivo. Las paredes húmedas parecían cerrarse sobre ellos, y el aire se hacía cada vez más denso.

-¿Escucharon eso?-Paloma mencionó.

Un crujido, seguido por un eco lejano, resonó en la oscuridad.

-Es solo el eco de nuestros pasos. No te asustes.-dijo Andrés tratando de calmarla.

Siguieron avanzando, pero algo no estaba bien. A medida que se adentraban más, la mina comenzó a transformarse en un laberinto. Los túneles, que antes parecían simples y rectos, ahora se bifurcaban en direcciones imposibles de recordar.

-Esto es raro... No recuerdo que hubiera tantas bifurcaciones cuando entramos. ¿Alguien más está empezando a sentirse perdido?-Santiago se encontraba confundido.

- Tranquilos, mantengamos la calma. Solo sigamos por donde entramos, tiene que haber una salida.-Andrés trató de tranquilizarlos.

Sin embargo, cuando intentaron regresar, se dieron cuenta de que no había vuelta atrás. Los pasadizos que antes eran familiares ahora estaban bloqueados por grandes rocas, como si la mina misma quisiera atraparlos.

-Andrés, Santiago... las cámaras. ¡Dejaron de funcionar!-exclamó paloma.

Las pantallas se apagaron, y una sensación de terror puro se apoderó de ellos.

-¡Esto no puede estar pasando! ¿Qué hacemos ahora?-Santiago se alertó.

Los ruidos en la oscuridad se intensificaron: pasos arrastrados, risas que resonaban desde los rincones más oscuros, y susurros que parecían venir de todas partes y de ninguna a la vez.

Andrés gritó desesperado: "¡Tenemos que salir de aquí! ¡Rápido!"

Corrieron por los túneles, intentando encontrar una salida, pero era inútil. La mina los había atrapado. Las linternas parpadearon y, finalmente, se apagaron por completo, dejándolos en la más absoluta oscuridad.

- No puede ser... ¡Esto no es real!-dijo Paloma.

Pero lo era. La mina, con su maldición centenaria, había reclamado a sus nuevas víctimas.

Los tres adolescentes quedaron atrapados en la oscuridad, y sus gritos se apagaron en el eco interminable de la mina, uniéndose a los lamentos de los mineros que, años atrás, habían sufrido el mismo destino.

La muerte de los mineros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora