Los años han pasado y en Kensington ha perdurado la paz y la tranquilidad, sin embargo, de entre las cenizas surgirá un nuevo enemigo -¿o varios?- que busca recuperar lo que "por ley" le pertenece.
¿Serán capaces Daniela y María José de darle frente...
— Un equipo de la Bratva junto a Ethan te pasarán a recoger ahora para llevarte a Londres, nos reuniremos en Kensington y te contaré todo –dice y yo enseguida niego con mi cabeza.
— ¡No! –hablo inmediatamente —Me vas a decir ahora mismo que carajos es lo que pasa.
— Nos reuniremos en Kensington y sabrás que es lo que ocurre –repite —de momento, no creas nada de lo que ves y tampoco desconfíes de mí. –dice haciéndome sentir aún más confundida.
— Poché, ¿Qué es lo que...?
Mi voz es interrumpida por el sonido de disparos. Unas ráfagas de balas azotan de lleno contra el restaurante del hotel haciendo que yo por instinto me tire al suelo buscando protección. Los gritos de la gente que están en el lugar no tardan en llegar, todo es un caos.
— ¡¡Daniela!! –escucho la voz desesperada de Poché al otro lado del teléfono.
— ¡Busquen a la Rinaldi! –un hombre que entra al restaurante grita en voz alta a los demás.
Mientras tanto, yo aprieto con fuerza el celular contra mi oído, trato de pensar rápidamente, trato de hacer algo, de buscar una salida, así que cerrando mis ojos y buscando la calma que necesito, es cuando llega a mi mente un plan de escape.
Abro los ojos y levanto levemente el mentón para después murmurarle a mi querida esposa por el celular:
— Nos vemos en Kensington, tienes muchas cosas que explicarme –finalizo la llamada sin esperar a escuchar nada más.
Rápidamente agarro mi bolso sobre la mesa, guardo el celular y saco mi arma que tengo guardada en él... una mujer como yo siempre debe estar preparada para todo. Mucho más para eventos como éste.
Me levanto un poco solo para comprobar el estado de la situación... hay cinco hombres vestidos completamente de negro y con armas semiautomáticas de alto calibre que caminan entre las mesas. Lo único característico es la máscara de protección que usan, es de una calavera roja.
Yo repaso mentalmente la situación y me mentalizo en que solo tengo diez balas...
— No hay que dejar que se escape –grita uno de ellos, debe ser el líder.
— Maldito... -mascullo entre dientes —¿quieres dar conmigo? Muy bien, te lo concederé.
Cargo y preparo mi pistola, e inmediatamente me vuelvo a levantar disparando tres veces y encestando el disparo en la cabeza de cada uno de mis objetivos.
