El día iba normal, rayando en lo aburrido. Enid y Merlina ese día no coincidían en ninguna clase. Sólo esperaban a volver a estar juntas.
El día de hoy habría lluvia de estrellas. Enid le rogó a Merlina para salir al bosque a mirar el cielo nocturno. A pesar de que Merlina deseaba ver aquella lluvia de estrellas desde su telescopio en su balcón, accedió a la petición de su ahora novia.
-Mer, ¿podrías llevar una cobija extra para mi esta noche? aún no anochece y ya siento mucho frío- el celular de Merlina se encendió al recibir el mensaje de Enid, el cual respondió rápidamente, asegurando la petición de la rubia. Sabía que ella no podía ir a la habitación ya que tenía su clase de baile a última hora.
Merlina subió rápidamente hasta su habitación, tomando todo lo necesario para esa noche, incluyendo una pequeña sorpresa que había conseguido. Un pequeño regalo para Enid.
Salió de aquella habitación hacia la clase de baile de Enid, para esperarla afuera.
-Gracias por esperarme- dijo la rubia, tomando la botella de agua que Merlina le había llevado. -Moría por verte- dijo la pelinegra, entrelazando su meñique con el de su novia.
Caminaron juntas hacia el bosque, donde colocaron una manta y un par de almohadas en el suelo para poder apreciar mejor el cielo.
Se sentía como un sueño. Poder disfrutarse de esa manera por fin. Merlina disfrutaba ver como Enid perdía su mirada entre aquellas estrellas fugaces mientras le hacía mil preguntas a la pelinegra, la cual, estaba feliz de responder todas sus dudas.
-Tenías razón. Era mejor verlo desde el bosque- admitió Merlina. -Te lo dije- soltó Enid alzando el pecho en señal de orgullo.
Merlina volteó los ojos y sonrió tímidamente. Comenzó a acercarse a Enid lentamente. -Eres mejor que cualquier pesadilla que haya tenido jamás- dijo Merlina, mirándola a los ojos.
Se acercó un poco más para posar sus labios en Enid, quien correspondió el beso.
Sus cuerpos, por inercia, se fueron posando en el suelo, una encima de la otra, sin separar sus labios.
-Te amo tanto, Merlina- dijo Enid.
-Y yo a ti, Mon soleil- respondió, volviendo a posar sus labios sobre los de la contraria, profundizando más el beso.
Todo parecía perfecto.
De la nada, el cuerpo de Enid se tensó, abriendo los ojos de par en par.
Merlina se separó de golpe en cuanto sintió que el cuerpo de Enid se movía descontroladamente. Estaba convulsionando, y no sabía por qué.
-ENID, RESPONDEME- gritaba Merlina asustada, tratando de sujetar a su novia por los brazos. Pero esta no reaccionaba.
Lágrimas comenzaron a brotar de los ojos de la pelinegra, que veían a su novia moverse agresivamente sin emitir respuesta alguna.
-No me dejes, Enid- dijo Merlina con la voz entrecortada.
Los minutos pasaban como si fueran horas. No había nadie al rededor que pudiera ayudarlas.
El cuerpo de Enid seguía moviéndose frenéticamente, hasta que de pronto se detuvo por completo. Pero Enid aún no despertaba.