Kimetsu no Yaiba: Next Generation

IX. Premio de consolación

Inesperado. La palabra correcta era esa, junto con otras definiciones cortas como "impactante", "sorpresivo". ¿Quién iba a pensar que un muchacho delgado y pequeño podría tumbar en tres segundos a otro de mayor fuerza y tamaño? Era como pensar en la victoria de una ardilla contra un canguro. Nadie fue capaz de soltar palabra a pesar de las bocas abiertas. Fue impresionante a la par que extraño. Anotaban mentalmente la regla número uno sobre aquel chico: no hacerlo enojar en serio. No era como si fueran más débiles que él, tenían las posibilidades de interceptarlo, pero algún golpe de aquellas piernas iban a recibir, y no flojo. De cualquier manera, tampoco había intenciones reales de enfadarlo en serio. Eiji buscaba siempre su sonrisa, Himejima no era del tipo de persona que incitaba a otros, y Sugimoto lo hacía jugando, como se había presenciado hasta ahora.

Más que celebrar su rápida victoria, lo que hizo Daiki fue quitarse aquel casco, sacudirse el pelo y acuclillarse para mirar desde arriba, pero cerca, al joven que acababa de tumbar. Este, a pesar de la confusión de encontrarse de repente tirado en el suelo, vio aquellos gestos con mucha más proximidad y con más detalle de lo que había estado mirando antes. Se quedó en silencio, quieto, mientras el chico lo escrutaba con sus intensas esmeraldas.

-¿Estás bien? -preguntó, sintiendo la leve tensión en el cuerpo, pues que se le quedara mirando de forma tan fija y ausente no era normal. Temía haberle causado algún daño en la cabeza, dudando de la protección del casco.

El muchacho del último curso entendía ahora por qué hubo tanto revuelo con el alumno nuevo, ignorando el hecho de que parte de esas reacciones fueron por el tatuaje de su frente. Encontrar chicas bonitas era fácil, ¿pero encontrar chicos igual de bonitos? Eso solo pasaba en los animes y en los cosplays donde se llenaban de maquillaje para simular feminidad. No veía ni una gota de base de piel, ni una sola pestaña pintada de negro, ni la presencia de brillo labial o colorete. El chico era así, sin más, y le parecía de cuento que lo fuera. Se despertó de su supuesta ausencia cuando los dedos gruesos de Shinazugawa chasquearon frente a sus ojos, muy cerca.

-Tanaka-kun. -lo llamó, volviendo a chasquear los dedos dos veces seguidas y terminar de devolverlo a a realidad.

-Ah... Sí... Disculpa... -pronunció levemente aturdido. Se sentó en el suelo y se retiró el casco para frotarse la cabeza. Había sido un impacto fuerte. No recibió daño, pero se notó el golpe. -Kamado, ¿verdad? -se levantó, viendo el asentimiento del más pequeño. Este se irguió también, acompañado de su amigo.

-¿Por qué me conoces?

-Chico... Tu nombre ha salido ya de todas las bocas de la escuela. Entre el tatuaje y... -pausó un momento. -Tu presencia nueva, tienes a muchos cabeza abajo. Hasta he oído por ahí que estuviste en la cárcel de menores. -soltó una corta carcajada, y a juzgar por la mirada aturdida del muchacho, era fácil saber que solo era un rumor inventado muy descarado. -Ya sabes, tatuaje es igual a delincuente. -se tenía como tal, aunque con la inserción de algunas costumbres occidentales, poco a poco la idea iba debilitándose en ciertas zonas. -A lo que vamos... -carraspeó. -Tienes una técnica impecable y eso es lo importante. Es el primer día de los clubes, así que no esperes empezar hoy. Y todavía tienes que pasar el examen de técnicas básicas.

-¿Eso qué es?

-El profesor de educación física vendrá mañana y te mostrará en un vídeo lo que debes hacer para determinar qué cinturón eres y estar dentro.

-¿Puedo usar el saco? -señaló el objeto que tenía como finalidad recibir golpes.

-No. No puedes hacer uso del equipo de taekwondo hasta que seas parte del club.

-¿Entonces he venido para nada? -alzó las cejas, expresando su total decepción. Pudo haberse enfrentado a él al día siguiente. 

-No, técnicamente estás dentro, solo falta oficiarlo.