Las horas se fueron desgranando en mi nuevo trabajo provisional de enfermera. Y aunque al comienzo no supe que hacer, si sentarme junto a la cama, o estarle calculando la temperatura, finalmente me relajé de ver que Andrew se había quedado dormido y que la fiebre no había vuelto. Dejé las cortinas cerradas para que el sol no lo perturbara, y tras dejarlo dos segundos solo, mientras iba por mi móvil y un libro para pasar el tiempo, tomé asiento en un sofá junto a él. Hice una pausa solo en el almuerzo, para comer lo que Kany me trajo del buffete, informadas ella y Nina de lo que ocurría. Y después vuelta a empezar, retomando la lectura. Mis ojos pasando del libro a su semblante tranquilo. Y otras a su pecho desnudo y un pelín bronceado. Respiraba con calma y nada parecía perturbarlo. Caso contrario a mí, que me sentía un poco incómoda mirando sus brazos y pecho duro bien ejercitado. Recordando esos mismos brazos que descansaban encima de las mantas con un tubito en mano para el medicamento, recorriendo mi cuerpo hace unas semanas. Colándose entre mi pijama para acariciarme la línea de la columna o las costillas. Incluso su carnosa boca por mi cuello y la piel de mi pecho, haciéndome respirar con tanta dificultad como si fuese asmática.
Terminé dando un saltito y lanzando un gritito, cuando metida en mi fantasía, el jefe me asustó, balbuceando algo entre sueños. Inhalé hondo y miré para otro lado que no fuese su torso desnudo.
Semejante buena enfermera estaba hecha.
Puse el separador a mi libro de «El señor de los anillos» y me levanté de la cama, para ver si tenía fiebre de nuevo. Pero la frente estaba tibia, y las mejillas frescas. Entreabrió un momento los ojos.
— ¿Mónica?—afirmé.
—Soy yo. ¿Qué sucede? ¿Cómo te sientes?
—Me duele un poco la garganta, y tengo sed—su voz fue un murmullo ronco.
—Ya te traigo agua. Dame un momento
Fui a donde el doctor había puesto una jarra con agua y el vaso, y se lo llevé, sin olvidar en el camino, una tabletita para que se le quitara el dolor de garganta. Él estaba de nuevo recostado y con ojos cerrados.
— ¿Te dormiste?—negó muy débil con la cabeza.
—Solo que estoy muy cansado.
—Aquí está el agua.
Trató de semi sentarse y yo lo ayudé. Tomó la pastilla en la boca y le pasé el vaso, pero al ver que estaba tan agotado y desalentado, preferí darle el agua directamente, poniendo el vaso en sus labios, y con mi mano en la barbilla por si caían gotitas.
— ¿Así está bien?—se la tomó casi toda.
—Sí. Gracias.
Dejé el vaso en la mesita de noche y tomé asiento en el sofá, una vez se recostó.
— ¿Qué hora es?
—Las dos treinta de la tarde. Has dormido de corrido desde la mañana—se acomodó mejor— ¿no tienes hambre?
—Aun no.
Normal cuando daba una virosis.
— ¿Frío?—volvió a negar— ¿calor?
—Tampoco.
— ¿Ganas de dormir?
—Sí. Así que mejor no parlotees mucho en mi oreja.
Comencé a reír.
—Idiota.
Y el muy peleón me sacó la lengua en un gesto infantil.
—Entonces descansa otro poco—cerró los ojos.
— ¿Qué hay de tus deberes?—susurró.
—Ahorita tú eres mi deber provisional.
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SUITE 405 (COMPLETA)
Romance¿A qué estarías dispuesta por salvar tu vida? ¿Perderte lejos donde nadie te conozca? ¿Pagar el precio que sea? O ir contra la ley, fiándote de un coyote que te ayude a cruzar la frontera de México a Estados Unidos, sabiendo como podrías acabar de s...