Lionel Scaloni

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Elevé mi vista hasta chocar con la suya, revoloteando mis pestañas. Deslicé mis manos por sus hombros y volví hacia su corbata, terminando de acomodarla. Él me sonrió y besó mi frente. Yo suspiré, apoyando mi mentón en su pecho y abrazandolo por la cintura. Escuché su ronca voz en una carcajada, haciendome temblar. Acarició mi cabello, poniendo un mechón de pelo atrás de mi oreja.

—Voy llegar tarde...—Avisó. Sus palabras sonaron suaves, tentandome. Me negué a soltarlo.—¿Pasa algo, mi vida?

—Hace frío y no quiero dormir sola.—Contesté, arrugando mi nariz y frunciendo mis labios. Es sólo una excusa. Lio acunó mi rostro en sus enormes manos y me alejó, dejando un corto beso en mis labios.—¿Por qué tenés que ir a esa conferencia de mierda? Esos periodistas estúpidos te criticaron y yo no olvido, eh.

—La boca.—Advirtió, ignorando mi reclamo.—No seás caprichosa.—Hice un puchero y él apretó mis mejillas, formandome una carita de "pato".—No voy a demorar, ¿sí?

Con otro beso en la frente, se alejó de mí, poniendose el saco del traje y echandose perfume. Me senté de piernas cruzadas en la cama, mirandolo ir de un lado a otro. Cuando terminó, se acercó a mí con una sonrisa de labios apretados. Inclinandose sobre el colchón, me dejó un pico. Yo fruncí el ceño y crucé mis brazos.

—No te enojés, dale.—Pidió.—Ya voy a volver. Te amo.

Permanecí en mi papel, viendolo apurar sus pasos hasta desaparecer en el pasillo. Tan pronto como se fue, volvió, quedandose de pie en el marco de la puerta. Esperó mi respuesta. Sonreí y blanquee mis ojos.

—Yo también te amo.—Dije. Lio se dió medio vuelta satisfecho, despidiendose por fin.—¡Suerte!

Me desplomé en la cama al escuchar el portazo que indicó su salida y mirando al techo blanco, me permití relajarme.

El tema de mi novio con el fútbol y los eventos me ponen los nervios de punta. Sé cuanto luchó para llegar al puesto de director técnico en la Selección Mayor, por lo que me ponía "pesada" a la hora de dejarlo marchar a responder críticas incoherentes y pelotudas, considerando el hecho de que aquellos que lo tiran abajo no son más que simple basura que sólo saben rascarse los huevos como deporte.

A Lionel lo conocí una noche de primavera en España, dentro de un bar. Me acuerdo perfectamente que comenzó a hablarme porque reconoció el característico acento de Argentina. Y aunque intenté hacerme la desinteresada, terminé cayendo en sus encantos. Poco después empezamos a salir, al mismo tiempo, él emprendió camino como director técnico de los jugadores que representaban al país.

Su divorcio no fue un trámite complicado y se acabó en buenos términos. No fue un problema para ponernos de pareja.

La diferencia de edad tampoco lo fue.

Agarré mi celular y me entretuve en las redes sociales, entrando de vez en cuando en el vivo donde mostraron la entrevista de principio a fin. A pesar de que soy amante del fútbol, las preguntas y respuestas eternas me aburren.

El ruido de pequeñas gotas de agua golpeando el vidrio de la ventana llaman mi atención. Tiré mi celular a un costado de la cama y me levanté, prendiendo la calefacción de la casa que repentinamente me pareció solitaria. Estuve a nada de cambiarme la ropa por el frío pero la vagueza me ganó y acabé quedandome en bombacha y un remerón manga corta (sin corpiño).

Descalza, me dirigí a la sala y prendí la televisión, sentandome en el gran sillón que adornaba la habitación. El correr del tiempo se plasmó en cada canal que cambié porque, a este punto de la noche, ya nada me entretenía.

El tintineo de unas llaves y luego la cerradura de la puerta principal pusieron mis sentidos en alerta. Mis ojos rápidamente se clavaron en la entrada, divisando la figura alta de Lio pasar por el umbral.

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⏰ Última actualización: Jan 28, 2023 ⏰

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LA SCALONETA | One ShotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora