De Vuelta

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Los rayos de luz fueron los que despertaron a Arturo. Su boca sabía algo agria y tenía la frente un poco mojada, ya que habían caído unos cuantos copos de nieve por la noche.

Tan pronto como se acostumbró a la luz de día, intentó sentarse sobre su bolsa de dormir. Ahí fue cuando una fuerte punzada de dolor atravesó su muslo, recordándole a su fresca herida.

Ese dolor le trajo memorias del día de ayer. Cuando la bestia había atacado a Sir Marcus y él había saltado enfrente para protegerlo.

También recordó un sentimiento de libertad, algo que esperó toda su vida por sentir.

Entonces recordó.

Se acordó de cada cosa que le había dicho la noche anterior a Merlín, como lo había sacudido por los hombros fuertemente y cuando le gritó al cielo lo que pensaba sobre la magia.

Arturo debería haberse sentido avergonzada y extremadamente arrepentido, pero un feliz cosquilleo le recorrió el pecho y le hizo sonreír ladinamente.

Su herida ya no estaba tan mal gracias a los cuidados de Merlín, y dios, que cuidados. El chico podría ser médico perfectamente, siendo tan delicado y ágil al momento de tomar contacto con una herida.

Giró su cabeza aún algo dormido, viendo a Merlín ya despierto y a cuclillas, dándole la espalda.

-Oye-, saludó Arturo con la voz ronca por el sueño.

Merlín se dio vuelta, primero dudando con su expresión y luego devolviéndole la sonrisa a su príncipe.
-¿Dormiste bien?- le preguntó, volviendo a voltear su cabeza y siguiendo con su tarea.

-Digamos que fue una noche extraña-, respondió sinceramente. -Pero honestamente, no dormía así desde los nueve años.-

El pelinegro no respondió, pero se puso de pie con un plato de comida en su mano y se dirigió hacia Arturo.

-Desayuno alto en azúcar, como te gusta a ti, señor.- dijo agachándose para entregarle la comida al rubio. -¿A que te refieres con que no dormías así desde los nueve?-, preguntó sentándose al lado de Arturo.

El príncipe trató de no gemir al probar un bocado del desayuno, era tan dulce y delicioso que se lo comería en un instante.
-Es difícil de explicar.- dijo, saboreando la comida y pensando en cómo responder. Realmente había tenido unos sueños tan surrealistas como los que tenía de pequeño.
-Soñé con cosas locas. En realidad, sonaría como un niño si te las cuento. Pero sabes, Merlin, por muy tontas y surrealistas que fueran esas cosas en mi sueño, las sentí más real que este propio alrededor.-

Merlin frunció en ceño ligeramente, sin saber bien a qué se refería.

-Pero puedes decirme en qué soñaste, prometo que no me reiré.- dijo el siervo con una sonrisa.

Arturo pensó un rato, antes de responder.
-Brujas, hechiceros. Criaturas que no son de la raza humana. Bestias que no había visto más que en mitos. Y dragones, por su puesto que dragones- se acercó un poco y susurró, aún que no había nadie cerca de ese lugar. -Nadie lo sabe, pero son mis animales favoritos.-

La mariposa que le obligaba a decir cosas ahora se sentía más como una aliada, algo que le ayudaba a expresarse. Con Merlín podía expresarse sin una pizca de culpa, y aprovechó al pequeño animal en su interior para volverse completamente transparente, solo por esta vez.

El pelinegro se vio bastante confundido, pero su sonrisa indicaba algún tipo de felicidad desconocida por Arturo. Decidió que esa sonrisa de Merlín le gustaba.

-Ya sabes, un sueño que tendría un niño. Pero todo se sintió... real. Como si todos los seres mágicos y toda la magia del mundo hubiera estado justo aquí, durmiendo al lado mío y metiéndose en mis sueños.-

La sonrisa de Merlín desapareció y abrió ampliamente los ojos. Parecía dudar de su expresión nuevamente.
-¿Y como se siente- preguntó cautelosamente. -que toda la magia del mundo se metiera en tus sueños?-

Arturo lo miró, ahora más despierto de como estaba hace unos minutos, y una enorme sonrisa iluminó su rostro.

-Es genial.- respondió, y no había otra palabra para describirlo.

***

Ya se acercaba la hora del mediodía mientras todos los caballeros cabalgaban de vuelta a Camelot. La vaca gigante de ojos negros fue cazada exitosamente, y entre tres corceles la arrastraban por el camino.

Todos los nobles habían vuelto preocupados por el príncipe y preguntándose si estaría bien, pero al verlo tan feliz y relajado decidieron compartir la buena noticia de que habían matado a la bestia.

Arturo los felicitó generosamente y les agradeció a todos por hacerse cargo, sobre todo a Sir Marcus quien no sabía bien cómo responder a los elogios del príncipe.

Sin duda, los caballeros notaron que Arturo se veía mucho más animado que el día de ayer. Parecía incluso una persona diferente. Pero todos descartaron la idea, después de todo, ¿Que tanto puede cambiar una persona en una noche?

Las puertas del reino estaban abriéndose delante de todos, antes de entrar.

El rey Uther los esperaba ya con una sonrisa y tan pronto como llegaron los felicitó a todos por su logro.

Los nobles estaban bastante cansados y tenían el resto del día libre, así que la mayoría se fue hacia sus habitaciones a descansar o a divertirse en algún bar.

Arturo se sentía animado y optó por irse a la taberna a tomar unas copas para celebrar, aún que la mayoría le insistió que se quedara en el castillo ya que su pierna no curaba completamente.
Por supuesto, al príncipe no se le podía decir que hacer, así que después de asearse se dirigió al pueblo con otros caballeros.

Merlín se había quedado en el castillo, ya que tenía que desempacar todo lo de Arturo y también lavar las cosas sucias. Además quería encontrarse con Julieta más tarde para contarle todo lo que le había dicho Arturo la noche anterior.
Aún que también le interesaba lo que Julieta había estado haciendo con cierto caballero castaño de corazón noble...

Avec tout mon cœur -MerthurDonde viven las historias. Descúbrelo ahora