Hace mucho tiempo, por allá del año 1869, paseaban un par de hombres que, a primera instancia podrías decir que pertenecían a la corte. Se hallaban en la montaña próxima al Reino de los Páramos, un lugar lleno de magia el cual contaba con innumerables historias fantásticas sobre brujas, seres mitológicos y espejismos. El mayor de ellos, Raúl, tenía el pelo del color de la Luna, llevaba un traje gris digno de cualquier noble de la época y, si bien parecía rozar los sesenta, era una persona muy atlética y llena de energía. Por otro lado, su compañero Juan Alberto, el más joven, llevaba un bastón debido a una fractura causada en la guerra que se había dado años atrás contra el Reino del Cártago. Juan Alberto llevaba una espada que se sostenía de un cinturón, sin embargo; la llevaba por pura estética. Lo cierto es que le tenía un miedo terrible a la guerra desde su accidente, es por eso que, tras las numerosos mitos que había oído a cerca de la montaña, decidió pedir ayuda a su viejo amigo para adentrarse en busca de algún ser místico dispuesto a concederle salud. Ambos amigos iban hablando sobre sus interes amorosos.
-Juan Alberto, amigo mío, ya tiene casi treinta años, ¿no hay ninguna mujer que haya despertado su curiosidad? Debería estar pensando en tener una familia, yo a tu edad ya tenía un hijo-
-¿Qué voy a contarte, si ya lo sabes todo? Me siento indispuesto a contraer matrimonio con una mujer a la que no ame, eso ya lo sabe usted bien, yo a la única que quiero es a mi madre, Don Raúl-
Raúl hizo un gesto de desaprobación ante la respuesta de Juan Alberto. No le entraba a la cabeza que, a su edad, aún no tuviera ningún heredero y no estuviera interesado en ello. Estaba pensando en una forma de convencer a su amigo cuando, de repente; de entre los árboles empezó a brotar una niebla color lavanda que, poco a poco, empezó a teñir el bosque de un aura mística a la vez que siniestra.
-Juan Alberto, agárrese a mi brazo, que no está usted como para caerse- dijo Raúl mientras le ofrecía el brazo a su amigo. Sin pensarlo, este se apoyó en el primero para sostenerse. Ambos notaban que algo raro estaba sucediendo, esa niebla no era normal. Habían oído historias sobre la niebla lila. Unos decían que significa esperanza, un deseo que por fin sería concedido mientras otros aseguraban que era símbolo de muerte y desesperación. Cuando se quisieron dar cuenta, se habían adentrado tanto en el bosque que ya no eran capaces de saber por dónde volver.
-Raúl, creo que es peligroso seguir con tan poca visión. Deberíamos descansar en algún punto seguro, no me gustaría ser asaltado por ningún bandido- dijo Juan Alberto con algo de temor.
Raúl no pensaba contradecir a su compañero, llevaban mucho tiempo andando y aún no habían encontrado nada más que árboles y piedras. Decidieron sentarse en unas rocas que se hallaban en el sendero las cuales parecían ser cómodas debido a la cantidad de musgo que había crecido en estas. Nada más sentarse, un sueño profundo les inundó. Eran incapaces de levantarse debido a la comodidad que sentían y, sin saber muy bien cómo, acabaron cayendo en un profundo sueño del cuál les costaría despertar.
A la mañana siguiente, Raúl fue el primero en levantarse. Estaba sumamente cómodo, casi como si estuviera en su propia cama. No tardó en percatarse de una melodía que parecía provenir de algún sitio muy cercano. Finalmente abrió los ojos. Ya no estaban en las rocas en las que habían parado la noche anterior sino que se encontraban en un castillo bastante bien decorado con unos interiores amplios.
-Juan Alberto, amigo, despierta. Nos han hechizado, tenemos que volver a casa, despierta-
Juan Alberto despertó. Le costó varios minutos asimilar el lugar en el que estaban y cómo habían llegado hasta allí. Cuando por fin terminó de observar, empezó a escuchar la misma melodía que Raúl llevaba rato oyendo.
-¿De dónde viene la música?- preguntó casi de manera inmediata
-Ni idea- respondió su amigo
-Tengo hambre Raúl, deberíamos ir a ver-
-¿Estás loco? ¿Y si es una bruja? Ya sabía que no eras muy avispado, pero no te tenía por un idiota- Raúl se había exaltado ante las palabras del cojo aunque, este último simplemente le observó con una mirada pensativa a la vez que enigmática.
Sin decir nada, Juan Alberto se levantó del sofá y fue a buscar de dónde provenía el sonido. Aunque al principio dudó, Raúl llegó a la conclusión de que no podía abandonar a su suerte a un amigo, por lo que terminó yendo detrás de él. Buscaron en varias habitaciones hasta dar con un pequeño comedor en el cual se encontraban dos chicas. Una de ellas tocaba la bandurria mientras la otra se hallaba tumbada en un sofá.
-Buenos días señoritas, lamentamos la intromisión pero no sabemos cómo hemos llegado a este lugar y nos gustaría regresar a nuestro hogar- dijo Raúl dando a entender a Juan Alberto que debían irse.
-Oh, ya habéis despertado. Os encontramos tirados en medio del bosque, por lo que decidimos traeros aquí. El bosque no es un lugar seguro para dormir. Me presento, yo soy Masi y mi amiga, la de la bandurria es Sara- dijo la chica tumbada en el sofá.
-¿Os apetece escucharme tocar un poco? Os podéis quedar todo el tiempo que queráis- añadió Sara.
Juan Alberto, el cuál había quedado perplejo ante la belleza de Masi, asintió enseguida aunque, por su parte, Raúl no estaba tan de acuerdo en quedarse.
-Lo lamento señoritas, pero deberíamos volver cuanto antes- dijo Raúl mientras tiraba de Juan Alberto para irse.
-Oye Raúl, estoy muy bien aquí, creo que Masi es mi alma gemela, no creo que tengamos que irnos tan pronto-
-¿Te estás oyendo? Juan Alberto, por el amor de Dios, no te has enamorado en veintinueve años y ahora, por arte de magia, ¿te has enamorado de esta chica a la que acabas de conocer hace tres minutos? Lo siento pero yo me voy, desde que hemos llegado tengo una sensación rara a cerca de este lugar. Piénsalo. Si tan peligroso es el bosque, ¿qué hacían dos señoritas como estas paseando por allí a esas horas de la noche? Esto me huele a chamusquina. Debemos partir antes del anochecer-
A Raúl no le dió tiempo a irse. Nada más darse la vuelta, la joven que hasta el momento había permanecido en el sofá, desenvainó la espada de Juan Alberto y se la clavó por la espalda al mayor de los amigos.
-Lo siento querido, no podemos dejar que os vayáis- dijo Masi mientras sacaba la espada del cuerpo sin vida de Raúl y amenaza a Juan Alberto.
-Pero... Masi... ¿Qué has hecho?- dijo el cojo atemorizado. No daba crédito a lo que acababa de suceder.
-¿No acabas de decir que soy tu alma gemela?¿Qué pasa? ¿Ya no me amas? -dijo Masi mientras Sara se aproximaba con una daga en la mano.
-Lo siento chico, no deberías adentrarte en lugares peligrosos. Tal vez tendrías que haber tenido más cuidado-
Tras decir esto, Sara le clavó el puñal en el corazón dejando así dos cuerpos inertes en el suelo.La desaparición de los jóvenes fue atribuida al Reino del Cártago desembocando así en una nueva guerra que terminaría en una masacre por ambas partes.
En cuanto a los dos hombres, nunca se encontraron sus cuerpos y, hasta la fecha, nadie ha salido con vida de aquella montaña.Fin.

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La montaña
Детектив / ТриллерRelato breve sobre dos hombres que se aventuran a entrar en una montaña con miles de historias al rededor de esta. Historia ubicada en el siglo XIX en un espacio totalmente inventado por la escritora.