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Pablo camina desde su casa hasta doblar por Avenida España para enfilar a la Escuela Superior de Bellas Artes 'Líbero Pierini' de Río Cuarto. Carga su bolsito con los elementos para trabajar el día de hoy. Desde chico le gustó dibujar y luego de muchas luchas familiares por dejarlo elegir la carrera que quería, finalmente le ganó la pulseada a su padre para anotarse en la Pierini en primer año. Pero hoy, la primera clase es de dibujo con modelo vivo. La cual aborrece.

El profesor Sampaoli es lo más ortiva que existe en este mundo.

Lo detesta. Vive haciéndole observaciones pedorras para cagarle la existencia, tiene favoritos en la clase y al resto lo ignora, los deja solos y se va a fumar a la sala de profesores cuando todos tienen preguntas. Un viejo sorete.

El joven de veinte recién cumplidos pasa las puertas llenas de pegotes de anuncios de profesores de guitarra, de armonía, tutores de dibujo, pedidos de bajista para banda, y así infinitamente hasta que el zaguán se abre al gran hall central en donde se instala la cantina de la escuela. Pablo sigue de largo hasta el salón de la clase que le toca y se encuentra con sus amigos Román y Walter instalándose en los mejores lugares.

"Eu," saluda, con un poco de mala gana.

"Enano, llegaste," responde Román, palmeando el taburete alto de madera al lado suyo. "Te lo guardé para vos porque siempre te quejás de que no ves una mierda."

"Andá al oculista, de veras," apunta Walter a su lado.

"Tengo la vista cansada, nada más." Y es verdad. Pablo se queda toda la noche leyendo o dibujando para aflojar la mano, pero siempre termina dormido arriba del tablero de su casa cuando el sol comienza a salir. Quiere ser el mejor, quiere demostrarles a sus padres que elegir esta carrera no fue una pérdida de tiempo y dinero. Se sienta y prepara su hoja sobre la madera fina en el atril. Prepara también un par de servilletas descartables para difuminar o limpiarse los dedos, los lápices y carbones prensados. Revuelve en su bolso y putea. "Che, ¿alguien tiene un difumino de más?"

"Siempre el mismo pelotudo," murmura Román, abriendo un caramelo Sugus y metiéndoselo en la boca.

"Yo, tomá Pablito." Walter le alcanza uno de los suyos pasando por detrás de la espalda de Román. "Es medio grueso, el único tamaño que tengo."

"Al enano le gusta el grueso," comenta Román riéndose.

"Basta, che," responde Pablo, tomando el objeto cilíndrico de papel de la mano de su amigo. Si bien sus amigos son heteros, lo bancan en sus aventuras enamoradizas que generalmente duran menos de un día. Muchos chicos lindos, sí, pero ninguno que le llame realmente la atención.

El profesor Sampaoli entra al salón cuando ya todos los alumnos de segundo año están ubicados. En el centro, una tarima elevada. Detrás del viejo ortiva, entra caminando un muchacho alto, de pelo negro y corto, con unas facciones sumamente atractivas y fuertes. Saluda con un breve 'buen día' y comienza a sacarse la remera.

A Pablo se le baja la presión.

¿Éste es el modelo que vamos a retratar hoy?

Generalmente los modelos vivos para esta clase son o bien profesionales o bien ex alumnos, o alumnos de grados superiores. Siempre son los mismos dos o tres que se usan para bosquejar y practicar. Pero es la primera vez que ve a este chico que parece un poco más grande que él.

"Él es Lionel y nuestro modelo de hoy. A ver... sí, ahora te indico la pose," dice Sampaoli mientras espera que el joven termine de desvestirse. "Mientras tanto les comento que hoy trabajaremos con carbón. Si alguien se siente con más capacidad para arrancar con lápiz, adelante."

Retratame éstaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora