Mi pequeño Versalles || Guillermo Ochoa x Lionel Messi

Capítulo 4

"Siempre te mostraste valiente al querer alejarte de lo que te dañaba, buscaste un nuevo ambiente, ¿no amarías también una cura en lugar de un escape? Tan solo mírame y deja de ignorarme, porque mientras más lo hagas, menos me iré."

¿Alguna vez haz tenido pesadillas tan pesadas que ya no funcionan por medio de creaciones de tu propio subconsciente, sino que ahora se basan en el recuerdo vivido de tu pasado?
Es difícil de entender.
Durante todo tu día tratas de evitar aquellas memorias, evitas pensar en lo que te hizo mal, en lo que tanto intentaste soltar, y justo cuando tú cuerpo te pide un descanso de todo, tú mente es la que más trabaja durante tu sueño. Te traiciona y te empuja a un espacio donde te golpea con la idea de que en realidad no haz soltado tu dolor, solamente cambiaste de posición para ignorarlo.

No siempre se puede olvidar, pretendemos hacerlo, más no nos creemos capaces de decidir cuándo ni cuánto se desea olvidar en la realidad. Borrar las experiencias negativas de la mente de la noche a la mañana es algo a lo que muchos aspiran. Es algo a lo que Lionel aspira.

Había mañanas en las que le costaba levantarse de la cama, esas veces se ven intensificadas cuando tenía aquellas pesadillas. Sin embargo, aún tenía la creencia que en cuanto más cosas tuviera qué hacer durante su día, más posibilidades tendría de evadir el pensar en ellas, así no serían un gran problema.
Dándole así el impulso de salir de su fría cama y prepararse para su próximo escape emocional.

Era así como comenzaba su semana.

Esperaba que conforme pasaran los días su ánimo mejorara.

Confiaba en ello, pues hoy por fin daría inicio a impartir los entrenamientos de fútbol a los niños.

El fin de semana recibió una llamada de confirmación por parte del supervisor de los talleres, además de avisarle sobre llegar una hora más temprano para recalcar las reglas, dudas y entregar las listas de los niños inscritos.

Su sábado y domingo se vieron muy ocupado, el restaurante ya iniciaba con las primeras avalanchas de vacacionistas extranjeros. El lugar lograba llenarse en cuestión de minutos en las horas de comida.
Ahora probaría su suerte con el cambio de algunos de sus turnos a la tarde. Eso con la idea de verse más flexible con sus horarios de clase.

Terminando de alistarse, cargó su maleta y tomó sus llaves del departamento, antes de salir miró el reloj en la pared de su sala. Agradecía que tuviera que irse en bicicleta, de no ser así, ya estaría llegando 40 minutos más tarde de lo acordado.

Al salir del edificio, y desaparcar su bicicleta, sintió un ligero aire fresco El clima de la CDMX, reconociendo las desvariados cambios meteorológicos de la ciudad, aveces lograba hacerle sentir como si un pedazo de Rosario, Argentina aún siguiera consigo.

A lo largo de su trayecto a la escuela primaria, se mantuvo al pendiente de no perderse, chocar con algún peatón, porque al parecer no eran capaces de respetar las ciclovías, y sobre todo de tener su maleta al frente.
Sus compañeros de trabajo le repetían religiosamente lo común y fácil que podían ser los robos en ciertas zonas que frecuentaba. Hasta el día de hoy no había corrido con ese infortunio, pero nunca estaría demás la precaución.

Llegó a su destino en solo una pieza, después de que un cagón quiso ganarle al semáforo, a unas cuantas calles de su destino, y casi le echaba el auto encima.

El portón se encontraba abierto, por lo que solo ubicó el parqueadero de bicis y enganchó la suya, para después dirigirse a las oficinas. Estaba solo unos minutos tarde, no sería un problema. Anotó su asistencia en recepción y ahora le quedaba ir a buscar al supervisor, en cuanto no lo encontró en su oficina.
Tuvo suerte al encontrárselo rondado por los pasillos.
Pudo reconocerlo más por su cabello largo que por otra cosa, era un hombre alto y con piel a perlada.
Aunque haya interactuado solo tres veces con él y no lo conociera del todo, le parecía alguien serio pero amigable.