[6] Inicio del plan

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Faltaba muy poco para el anochecer y por lo tanto para iniciar la primera fase del plan de Nil. Cada uno había preparado objetos que creían les serviría en el futuro en bolsos, los cuales se encontraban apilados a su lado.

—¿Están seguros de esto? ¿Completamente seguros? —Akemi caminaba de un lado a otro, pues se encontraba muy nerviosa por lo que harían, tanto que estaba dispuesta a no entrar.

—Claro que sí y no estés pensando en abandonarnos justo ahora —Raika la conocía bastante como para saber el estado en el que se encontraba.

—Cuántos más estemos involucrados en la búsqueda, menos tiempo nos llevará y empezaremos el viaje cuanto antes —parecía que Aya trataba de dar su apoyo a Akemi, pero, en realidad, las palabras dichas en voz alta se repetían una y otra vez en su mente para calmar sus propios nervios.

—¿Por qué no mejor repasamos el plan? —Ezio, para su sorpresa, estaba realmente tranquilo. Siempre que cualquiera del grupo proponía ideas que iban más allá de sus posibilidades, él intentaba mostrarle a los demás el camino más sensato para llevarla a cabo y que todo terminara lo mejor posible.

—En cuanto el sol se ponga y la aldea se encuentre en total soledad, podremos cruzar por allí sin ser vistos —Nil contaba con buenas razones para que esa parte de su plan se cumpla al pie de la letra. Por el pasado que arrastraban quienes eran conocidos como sangre negra, no eran aceptados por los aldeanos ni por nadie en realidad. Incluso, algunas veces eran rechazados por la misma comunidad mágica. Es por eso que el grupo no convivía con los aldeanos, sino que sus hogares se hallaban lo más alejado posible de ellos y cerca de la cascada donde se reunían habitualmente— Una vez que lleguemos al otro lado, el castillo estará cada vez más cerca.

—Gracias a las tantas investigaciones realizadas por Nil, ahora sabemos que podemos atravesar la esencia del Yian sin problema alguno, una vez dentro del castillo solo nos queda localizar a la princesa —Raika lo hacía parecer más fácil de lo que era realmente.

—¿Por dónde se supone que entraríamos? —Los nervios de Akemi la habìan consumido totalmente, pues comenzaba a olvidar las partes que componían el plan.

—Estuve en los alrededores del castillo cientos de veces, estudiando cuál sería el lugar perfecto para nuestra entrada —el pelinegro no exageraba, desde que la idea de ir en busca de la princesa se había instalado en su mente, estuvo haciendo todo lo posible para hacerlo posible— en una de sus paredes hay una pequeña ventana, la cual utilizaremos para entrar y salir sin alertar a la criatura.

—Ahora solo queda realizar todo eso sin que ninguno salga herido —para Ezio la seguridad de sus compañeros era muy importante, incluso más que la suya.

Un poco más calmados, los cinco jóvenes aguardaron a la puesta de sol que daría comienzo a su plan.

◇◇◇

La aldea por la noche era tranquila, los robos y crímenes cometidos diariamente cesaban por unas horas, pareciera que en realidad había dos aldeas. 

Nil, Akemi, Ezio, Aya y Raika se toparon con esta aldea diferente. Sin embargo, decidieron no confiar demasiado, por lo que caminaron calculando cada uno de sus pasos. Con temor a llamar la atención de algún aldeano.

Un par de construcciones fueron dejadas atrás cuando un ruido proveniente de algún lugar desconocido hizo que los cinco se detuvieran de inmediato. Al parecer no todos los aldeanos habían decidido ir a la cama esa noche.

—¿No se suponía que no habría nadie más que nosotros? —Los susurros de Aya dejaban de claro que los nervios se apoderaron de ella una vez más.

—Claro que sí —Nil tenía una leve sospecha sobre lo que había hecho fracasar su plan. Por más que investigara sobre cómo pasar desapercibidos con su magia negra, no encontró absolutamente nada y ahora se verían envueltos en un gran problema.

El grupo entero se escondió detrás de uno de los  tantos hogares, esperando a que los culpables de causar aquel sonido decidieran continuar su camino. 

Lejos de lo que deseaban que ocurriera, aquellas personas se acercaban cada vez más a su ubicación.

◇◇◇

Yago y los demás brujos encargados de custodiar los escudos de la aldea, se encontraban haciendo guardia como cada noche. Cuando sintieron una presencia extraña dentro de la misma.

Se dividieron en dos grupos, algunos se quedarían en sus puestos y Yago junto a dos brujos irían a investigar que sucedía.

Cuanto más se adentraban al centro de la aldea, más sentían que la magia negra inundaba el lugar, alertando a los tres brujos.

Debido al silencio de la noche, sus pisadas y voces se oían en medio de la oscuridad.

Casi acercándose a lo que creían que se trataba de su objetivo, Yago comenzaba a tener una idea sobre lo que ocurría, por lo que pidió si podía ir él solo, en caso de necesitar refuerzos los pediría.

En cuanto estuvo a una mínima distancia del lugar del que provenía la sangre negra, vió a aquel grupo y supo que tenía razón, por lo que no necesitaba ayuda alguna.

El miedo en los ojos de los cinco jóvenes fue todo lo que necesitó para confirmarle a los otros brujos que continúen, pues allí no encontrarían nada. Ambos intercambiaron una mirada cargada de extrañeza antes de alejarse del lugar.

Yago conocía bastante bien a esos muchachos, a tal punto en que no entendía el porqué de ser juzgados de la manera en la que lo hacían los demás, solo por algo que había ocurrido en el pasado. 

Él mismo presenció la muerte de los padres de cada uno, sin siquiera poder hacer algo a favor de éstos. Sin embargo, para los aldeanos no era castigo suficiente y sus hijos también debían sufrir.

Se retiró luego de un momento, transmitiendo a través de sus actos la seguridad que obtendrían aquella noche.

El grupo, sorprendidos por la acción del brujo, no pudo estar más que agradecido y continuaron con su viaje, ahora seguros de que nadie podría lastimarlos en la aldea.

El grupo, sorprendidos por la acción del brujo, no pudo estar más que agradecido y continuaron con su viaje, ahora seguros de que nadie podría lastimarlos en la aldea

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